Por si acaso, nena, por si acaso
Mi vida está llena de por si acasos. En mi bolso, suelo llevar unos cinco o seis. En mi casa, tengo cientos. El maletero de mi coche podría salvar la vida a una familia en caso de desastre natural. Gracias al consejo de mi madre, siempre tengo un plan B, y viajo con herramientas y bragas extra. Ni siquiera fumo como la gente normal: yo tengo tabaco «por si acaso» (negro o de liar, por si acaso se me acaba el mío), mecheros escondidos, incluso cerillas, por si acaso no encuentro los mecheros. Una vez tuve un novio por si acaso. No me juzguéis. Es algo educacional.
Cuándo utiliza el consejo:
Siempre. Constantemente, y varias veces en cada llamada de teléfono, y me llama todos los días. Están los típicos:
—Coge una chaqueta por si acaso refresca.
—Coge el paraguas por si acaso llueve.
Luego los de segundo grado, ligeramente aterradores:
—Ve siempre depilada, por si acaso tienes un accidente.
—Lleva el dinero pegado al cuerpo, por si acaso te atracan.
Y luego están los que sólo mi madre te puede dar:
—No invites a dormir a nadie a casa, por si acaso están metidos en drogas.
El mundo es un lugar terriblemente amenazador para mi madre, y con ciertas conexiones que jamás llegaré a entender.
Consecuencias del consejo:
Lo dicho, tengo una vida llena de por si acasos y planes B. También tuvo consecuencias en aquel pobre novio.
Excepciones para utilizarlo:
¡Ay!, va a ser difícil no usarlo. Pero realmente me gustaría no cargar a mis hijos con todos esos miedos y esas bragas de más.
Versiones:
«Mi madre llevaba en el bolso hasta un destornillador “por si acaso”, y el caso es que la he visto utilizarlo. Ni que decir tiene lo que pesa el bolso de mi madre.» Yadil