JOSÉ SUÁREZ CARREÑO. Guadalupe 1914 - Madrid 2002). Aunque nacido en México, la vida de Suárez Carreño transcurrió en España en su casi totalidad, primero en Valladolid donde estudió y militó en la FUE y después de la guerra civil, en la que estuvo por primera vez en las cárceles franquistas, en Madrid.
Suárez Carreño es uno de los casos más insólitos de la literatura española del siglo XX. Escritor notable, recibió los premios más relevantes de aquella época, en poesía, novela y teatro. En 1943 se le otorgó, por su libro Edad de hombre, el primer premio Adonais conjuntamente con Vicente Gaos y Rafael Morales. Poco después publicó su segundo libro de poesía La tierra amenazada. El Premio Nadal de 1949 que se le concedió por su novela Las últimas horas, le llegó en la cárcel a la que había ido a parar por sus actividades antifranquistas. Los historiadores de la literatura han considerado que en esta obra, a la par que en La colmena de Cela (1951) o en La noria de Luis Romero (1952), resuena el existencialismo francés. En ellas se abandona la perspectiva privada e intimista de la novela española de aquellos años y se devuelve el protagonismo al actor colectivo que es la maltrecha sociedad española de entonces.
En 1951 se le otorga el Premio Lope de Vega de teatro por su obra Condenados, llevada a la pantalla en 1953 por Manuel Mur Oti con Aurora Bautista como actriz principal. El Premio de la Critica de 1955 recae en La Catira de Cela, quedando la novela Proceso personal de Suárez Carreño, que algunos consideraron superior, en segunda posición. A partir de este momento el autor se sintió cercado por un medio no sólo político, sino también social y mediático que le era hostil y decidió abandonar la creación literaria y concentrarse en la reflexión y el análisis socio-político.
Suárez Carreño ha sido un escritor que ha ido abandonando voluntariamente todos los géneros después de haber triunfado en cada uno de ellos: en la poesía, en el teatro, en la novela. Se diría que después de haberse demostrado a sí mismo que era capaz de hacer bien lo que se proponía, se entregaba a otra cosa. Hasta el punto fue así de radical que un buen día dejó el Café Gijón, y se metió en un despacho. El bohemio se hizo abogado. Pasó a despertarse a la hora en que antes volvía a casa.
Empecinado demócrata de sensibilidad libertaria, Suárez Carreño no militó nunca en ningún partido político, aunque se incorporó en la segunda mitad de los años cincuenta al grupo de Dionisio Ridruejo, donde coincidió con otros brillantes intelectuales y escritores como Ignacio Aldecoa, Juan Benet, Pepe Caballero Bonald, Pablo Martí Zaro, Jesús Fernández Santos, Fernando Baeza, José María Moreno Galván y fue un soporte constante en la tarea de aglutinar la oposición al franquismo y para la organización del Contubernio de Múnich en 1962.
Llegada la represión, Suárez Carreño eligió el exilio y desde él, en contacto diario con quienes se quedaron fuera, fue un animador infatigable de cuantas actividades se pusieron en marcha. Suárez Carreño ha sido el último en desaparecer de quienes pasaron los Pirineos clandestinamente para poder participar en el contubernio.