TREINTA Y UNO

La gente grita ante lo que parece una especie de catedral. Cada vez se ve más, hasta que Jiménez exclama.

—¡Coño, lo que faltaba de la cubierta de la Davis!

Villanueva comienza a llorar de impotencia y a darle patadas a las cosas. Jiménez sigue a lo suyo.

—Si es que lo que no se llevan los ladrones, aparece por los rincones… Bueno, esto sí se lo llevaron los ladrones, la verdad. ¿Villanueva?

Villanueva está sentado llorando.

—No valgo para esto, Jiménez, hay gente que está muriendo porque no valgo, no tengo ni intuición ya, estaba seguro de que aquí había algo.

—No se ponga así, por Dios, al fin y al cabo fue idea mía venir aquí.

Justo entonces, comienzan otra vez los gritos, esta vez más agudos. Villanueva se levanta de golpe y se apoya en la barandilla de cerámica del lago. Los camiones han retirado casi todo el agua y puede verse el principio de un coche. El nivel del agua baja del todo y puede identificarse un Fiat Palio en el que dentro hay un cadáver. Tiene bigote. Jiménez lo reconoce.

—¡Dios mío, Villanueva! ¡El nota ese que hablaba por la noche antes de la porno en Canal47!