VEINTIOCHO

Villanueva esta vez está solo en la sala de interrogatorios del Sevilla II, en la que está recluido José Manuel Poto. Se abre la puerta. Otra vez dos funcionarios de prisiones empujan la camilla vertical del cantante que viene con una camisa de fuerza y la máscara. Sigue haciendo ruidos de salivar. Por la expresión de sus ojos sonríe al ver a Villanueva. Los funcionarios van a atarlo a las anillas del suelo pero Villanueva les interrumpe.

—Déjenlo suelto.

Poto mira extrañado.

—Ya han recibido órdenes, ¿no?

—Sí, sí, apagaremos las cámaras, avise usted cuando quiera que entremos.

La puerta se cierra y Villanueva se abalanza sobre José Manuel Poto. Ni siquiera le quita la máscara. Comienza a pegarle. El cantante no para de reír.

—¡Te voy a matar, hijo de puta!

En uno de los golpes, la máscara se cae. El cantante efectivamente sonríe y mira a Villanueva.

—¿A mí? ¿Por qué? ¿Yo qué he hecho? Si yo estoy aquí y no me puedo ni mover.

—Hijo de perra…

—Van cuatro ya, ¿no? No se te da bien actuar con rapidez, podías haber evitado ya muchas muertes si fueras más listo.

Villanueva vuelve a abalanzarse sobre el cantante y a golpearle con todas sus fuerzas. Poto no para de reír. Villanueva para. Se tranquiliza y sienta a Poto en la silla. Tiene un corte en la mejilla, el ojo morado y el labio roto.

—Vaya, cómo te has puesto, y eso de que son cuatro, es discutible, porque, por lo que me han dicho, el alcalde se ha cagado tanto que se ha vuelto a Montellano, así que prácticamente llevamos cinco quitados de en medio. Supongo que ya supondrá que habrá siete muertes, hasta ahí llegamos, ¿no, criaturo? Sevilla tiene siete letras y «La Feria» otras siete.

—También me imagino que el plan es envenenar a muchos más de siete.

Poto palidece.

—¿Cómo?

—Lo que oye.

—Puede que le hayamos subestimado otra vez, pero créame que se va a ahogar en la orilla. Siempre llega tarde, Villanueva.

—Maldito cerdo.

—Mire, si quiere, le voy a dar dos exclusivas, quedan dos víctimas, le adelanto que conoce usted muy bien a la última, y que la sexta lleva una nota que ya está escrita. ¿Quiere saber qué es lo que dice antes de que la manden al ABC? Pues se lo digo yo: «El lado oscuro es el bigote ese que tú tienes».

Villanueva mira con desprecio a Poto. Da dos puñetazos en el espejo para que entren y se va. Sale de la cárcel, llama a Jiménez y le cuenta.

—¿Se le ocurre algo? Estoy desesperado.

—«El lado oscuro es el bigote ese que tú tienes…». Creo que tengo una idea, vaya a la plaza de España, en el Parque María Luisa.