Caseta El Garbanzo Negro. El cadáver de Empani está sentado en una nevera de la cocina. Hay un morcón casi acabado en el suelo y está estrangulado con una raíz larga de palodú. Jiménez está en la escena del crimen cuando entra Villanueva que se lamenta.
—¡JODER! ¡JODER! ¡JODER! ¡No puede ser!
Villanueva está visiblemente afectado. Jiménez lo intenta consolar.
—Tranquilo, inspector.
—Mierda, Jiménez, estamos dando palos de ciego, ¿es que no lo ve? Están haciendo con nosotros lo que les da la gana. Y no paran de aparecer muertos, y no sé qué coño están tramando, pero tengo miedo.
—Tranquilícese, inspector, no debe nublarse, le necesitamos frío.
Villanueva se sorprende al escuchar ese comentario, pero continúa.
—¿Quién es la víctima?
—Un cantante, de sevillanas.
—Lo que faltaba, a la mierda el patrón criminal, ya no tenemos absolutamente nada.
—Sí, a mí me ha sorprendido, y todavía más que lo hayan hecho en la caseta esta de alternativos.
—Bueno, eso puede ser por fastidiar, pero la víctima…
—Era un buen hombre, pero si antes de verlo aquí me hubieran dicho que tendría algo que ver con todo esto, me lo habría imaginado más del otro lado que como víctima. Para que se haga una idea, mi mujer tiene discos de Empani y los tiene en el mismo estante que los de José Manuel Poto, con los de Cantores de Híspalis, los de Los Marismeños, uy, tenemos un disco firmado de Lloran los Pinos del Coto que vale una fortuna.
—Genial, ¿y la nota? Creí que lo habrían quemado.
—No, no, lo de dar candela seguramente sea por unas sevillanas muy famosas suyas, «Qué bonita está la noche… Con la luz de las candelas…».
—Perfecto, ¿y por qué han ido a por él? Si parece de la cuerda…
—Bueno, no se crea, también han dejado un sobre con una foto de la víctima escrito por detrás, y parece que sí podría haber un motivo para que quisieran acabar con él, al menos, teniendo en cuenta con quién nos enfrentamos, podría ser un móvil.
—Sorpréndame.
—Tenemos que ir a hablar con su productor musical a Discos Tenedor.