Ayuntamiento de Sevilla. Villanueva y Jiménez entran en la antesala del despacho de José Ignacio Podio. La secretaria intenta pararlos pero no hacen caso y entran en la sala. Se encuentran al alcalde con una foto de Kim Jong-Un delante del espejo.
—Ustedes deben de ser Villanueva y Jiménez, ¿no? Ya me ha avisado la comisaria.
La secretaria se intenta disculpar.
—No se preocupe, Margarita, no hay problema, cierre al salir. Antes de hablar de lo que les tenga preocupados, permítanme que les haga una pregunta, ¿realmente me parezco tanto?
El alcalde los mira y pone a la altura de su cara la foto del dictador norcoreano. Villanueva y Jiménez se miran.
—Hombre…
—Es igual, yo me veo mucho más estilizado, siéntense, les adelanto que no tengo mucho tiempo, voy a la Feria en un rato.
Villanueva y Jiménez vuelven a mirarse. El inspector toma la voz cantante.
—Alcalde, soy el inspector Villanueva, de Madrid, creo que no debería hacer ese paseo porque es muy peligroso.
—Tonterías, si mis informes son ciertos, en caso de que hubiera un grupo peligroso, ideológicamente no iría en mi contra, ¿no?
—No hasta que firmó ese contrato con la otra cerveza.
El alcalde palidece.
—Verá, le seré sincero, no tenemos argumentos para asegurar que vaya a ser usted un objetivo, ciertamente se encuentra usted un poco, diríamos, en el centro, pero creemos que es asumir un riesgo demasiado alto, y que hay peligro de atentado.
—Ya tengo que hacerlo, si no cancelé la Feria después de lo del penitente… La verdad es que no había caído en lo de la Mahou… El caso es que no se pueden ni imaginar el dineral que ha dejado ese contrato en el ayuntamiento. Vamos a poder hacer la línea dos y tres del metro, construir una línea de AVE a Matalascañas, otro ramal a Chipiona y otro a Sevilla Este. Se suprime el peaje de Las Cabezas y habrá recursos para cerrar con toldos todo el recorrido de la hermandad del Cachorro y que no vuelva a tener problemas de lluvia. Por no hablar de que vamos a hacer otra plaza de toros y, en una segunda parte del plan, cada sevillano que quiera podrá tener un tirador de cerveza en su propia casa, como si fuera Internet.
—Ya, pero de Mahou, alcalde —interviene Jiménez.
—Otro igual, que no está tan mala, coño, que es el primer mes nada más, que si la empiezas a beber con Fanta no lo notas tanto. Es que lo queremos todo.
Villanueva vuelve a intervenir.
—Señor alcalde, entiendo su postura, pero en caso de que, Dios no lo quiera, usted sufriera un atentado… un magnicidio acabaría con la Feria para siempre.
—Y si encima lo único que ponen es Mahou, ya ni te digo, para qué va a ir.
—Jiménez, por favor, que usted bebe Zuleta, cállese un ratito. Alcalde, sea responsable, por favor, podemos filtrar a los medios que se ha puesto enfermo, que le han llamado de Madrid para una reunión importante, tengo contactos en Moncloa, su imagen no tiene que erosionarse lo más mínimo.
El alcalde se lo piensa, hay silencio en la estancia.
—Solo les voy a decir una cosa, si me pasa algo, quiero una calle, pero en el centro, que luego viene un alcalde de otro partido y me pone una glorieta en Alcosa y me cago en sus muertos desde el más allá. Lo siento, señores, me debo a mi ciudad, les pido que me protejan, pero tengo que ir, de hecho me espera el coche de caballos en la puerta. La suerte está echada. Acompáñenme si quieren.