DIECISIETE

Bar El Uno de San Román. Un grupo de cuatro personas están solos en el bar. Justo al entrar a la izquierda hay una jaula con un enorme loro. El grupo habla tranquilo en la barra.

—¿Lo tenemos ya?

—Sí, nos lo han hecho en Guadalcanal, en la fábrica esa trabaja un cuñado mío que además es miembro y lo ha podido sacar.

El loro interrumpe de vez en cuando.

—¡Cruzcampo! ¡Cruzcampo! ¡Chicotá!

El grupo se ríe.

—Este es el loro más sevillano que hay, ole sus huevos, pero no veas el susto que me da cada vez que habla. Es el único loro rancio del mundo, a este no le escuchas tú decir «Gofre». ¿Has calculado para cuánto tenemos?

—Me ha dicho que para 200 000 litros, y teniendo en cuenta que con un buchito de cerveza te lo llevas por delante…

—¡Cerveza! ¡Cerveza! ¡Chicotá!

—Que sí, que sí, que ahora pedimos una cerveza, lorito. ¿Y tú, melenas, cómo va lo tuyo? ¿De categoría, no?

Alguien con gorra y gafas de sol responde con desgana. Tiene una coleta sacada por el agujero de la gorra.

—Lo mío va fenómeno, ya lo sabes.

—Te damos el bote y tú te encargas, ¿no?

—Eso es.

—Pero antes de eso tienes que seguir con el simbolismo, que llevamos tres nada más.

—¡SIMBOLISMO! ¡SIMBOLISMO! ¡Y EN EL OTRO HUEVO LO MISMO!

—Y dale con el loro. Dadle el tema al Melenas, este es tu próximo encargo.

Uno de los hombres le da un sobre marrón al más grande de la reunión. Este lo abre, saca una foto y la mira perplejo.

—No, esto no puedo hacerlo.

—¿Por qué, cagona?

—Sabéis que es amigo mío.

—Pues te lo llevas antes a comer montaditos, que lo va a agradecer, y luego le das palodú del tuyo de postre.

—¡PALODÚ! ¡PALODÚ!

—Detrás de la foto vienen los motivos, cuando los leas estarás de acuerdo en que es necesario aunque sea tu amigo. Niño, ponnos la última y ponle otra al loro que tendrá la lengua seca de tanto hablar, coño. Cóbrate todo de aquí.

El hombre saca la cartera y paga con un billete de 5000 pesetas.

—Ah, pero antes de sacar el estoque, tienes que darle un susto a otra persona.