XII

El adepto

Cuando más exalté

La vida del «abstemio»

Y practiqué el ascetismo,

Nunca estuve tan persuadido

De ser un perturbado.

Creía estar cerca

De un conocimiento

Que le está vetado a

Los adeptos de pócimas y hierbas,

Pero sólo alucinaba ratas vestidas

Con pieles de ofidios: corrían a una

Velocidad impresionante tratándose

De criaturas que, plagadas de microbios,

No excedían los diez centímetros.

Cuando llegué al paroxismo

Que produce la exaltación extrema,

Comencé a beber licor

Similar a los dipsomaníacos:

Que son suicidas inteligentes

Y se muestran cínicos ante los abstemios.