El adepto
Cuando más exalté
La vida del «abstemio»
Y practiqué el ascetismo,
Nunca estuve tan persuadido
De ser un perturbado.
Creía estar cerca
De un conocimiento
Que le está vetado a
Los adeptos de pócimas y hierbas,
Pero sólo alucinaba ratas vestidas
Con pieles de ofidios: corrían a una
Velocidad impresionante tratándose
De criaturas que, plagadas de microbios,
No excedían los diez centímetros.
Cuando llegué al paroxismo
Que produce la exaltación extrema,
Comencé a beber licor
Similar a los dipsomaníacos:
Que son suicidas inteligentes
Y se muestran cínicos ante los abstemios.