Ray Hines

Transcripción de la entrevista 1

12 de febrero de 2009

(La primera parte de la entrevista —los primeros cinco minutos— no fue grabada. RH solo me permitió grabar cuando dejé de preguntarle por los detalles de su caso. Orienté la conversación hacia HY, pensando que entonces se expresaría con más libertad).

RH: Vi a Helen Yardley en una ocasión, eso es todo. ¿Qué quiere que le diga de ella? Creía que era yo quien le interesaba.

LN: Me interesa y mucho. Pero no parece usted dispuesta a hablar.

(Pausa)

LN: No quiero saber nada concreto de Helen. No intento…

RH: La vi en una ocasión. Unos días antes de que apelara. Todo el mundo quería que saliera. No solo las mujeres. También los miembros del personal. Nadie creía que fuera culpable. El responsable de eso fue usted.

LN: Yo solo aporté una pequeña parte del esfuerzo. Hubo…

RH: Usted fue la cara pública y la voz que más se oía. Me dijeron que usted me sacaría. Mis abogados, casi todo el mundo que conocí dentro. Y me sacó. Gracias a usted y a la oportunidad del momento en que sucedió, los pequeños roces que tuve con la gente imbécil de Durham y Geddham Hall fueron relativamente llevaderos.

LN: ¿La oportunidad del momento?

RH: La opinión pública estaba cambiando ya cuando me condenaron. La eficacia del trabajo de usted estaba surtiendo efecto. Si me hubieran juzgado un año después, me habrían absuelto.

LN: ¿Igual que a Sarah, quiere decir?

(Pausa)

RH: No pensaba en Sarah Jaggard.

LN: La juzgaron en 2005. Un año después que a usted. Y a ella la absolvieron.

RH: No pensaba en ella. Pensaba en mí misma, en la posibilidad de que me hubieran juzgado un año después.

(Pausa)

LN: ¿Qué? ¿Por qué sonríe?

RH: La identidad grupal es importante para usted. Como para Helen Yardley.

LN: Prosiga.

RH: Nosotras. Las mujeres por las que usted batalló. Dice «Helen» y «Sarah» como si fueran amigas mías. No sé nada de ninguna de las dos. Y lo poco que sé me indica que no tenemos nada en común, salvo lo evidente. El marido de Helen Yardley estuvo a su lado todo el tiempo, ni una sola vez dudó de su inocencia. Y eso es algo que no tenemos en común.

LN: ¿Ha sabido algo de Angus desde que salió?

(Larga pausa)

LN: Imagino que es difícil para usted hablar de eso. ¿Volvemos a Helen y a Sarah? Ellas no la conocen a usted más que usted a ellas, sin embargo he hablado con ambas y puedo asegurarle que sienten una gran afinidad con usted. Por lo que usted llama «lo evidente».

(Pausa)

LN: Ray, es usted excepcional. La tragedia que vivió es exclusivamente suya. Eso lo sé. Y no trato de minimizar su derecho a la individualidad. Espero que lo entienda. Lo único que digo es que…

RH: Sarah Jaggard fue absuelta. Fue acusada de matar a un niño que no era suyo. En su caso hay menos elementos en común conmigo que entre el mío y el de Helen Yardley.

(Pausa)

LN: Escuche, Ray, yo lo entendería totalmente si dijera que ha habido momentos en que ha odiado a Helen y a Sarah. También ellas lo entenderían.

RH: ¿Por qué tendría que odiar yo a dos mujeres a las que no conozco?

LN: Sarah fue absuelta. Es verdad que tuvo que soportar un juicio, pero obtuvo un veredicto de inculpabilidad. Es el veredicto que habría debido obtener usted. En el ínterin permaneció usted encerrada, preguntándose si saldría alguna vez. Habría sido de lo más normal que sintiera usted envidia de ella, incluso que en sus momentos más desesperados deseara que su veredicto hubiera sido otro. Y Helen… bueno, usted misma lo ha dicho, todo el mundo sabía que no era culpable. Su recurso se vio en el momento en que usted llegaba a Geddham Hall. Cuando supo que ella iba a salir libre, y se enteró de que usted iba a seguir encarcelada, es comprensible que la odiara, que desease que se desestimara su recurso. Nadie se lo habría reprochado.

RH: Me alegro de que esté grabando todo esto. Me gustaría decir con absoluta claridad, para que conste, que no sentí nada de cuanto usted me atribuye.

LN: Escuche, yo no…

RH: No envidié la absolución de Sarah Jaggard. No quise que se desestimara el recurso de Helen Yardley. Ni siquiera durante una fracción de segundo tuve esos pensamientos. Quiero que esto quede completamente claro. Yo jamás desearía que condenaran a nadie por un delito que no ha cometido. Y nunca querría que desestimaran un recurso si la persona juzgada es inocente de lo que se le imputa.

(Pausa)

RH: Supe que se había admitido el recurso cuando oí explosiones de júbilo por todas partes. Todas las mujeres habían estado con la cara pegada a los televisores. Incluso las guardianas.

LN: ¿Usted no?

RH: No me hacía falta. Sabía que Helen Yardley saldría en libertad. ¿Fue ella quien lo convenció de que yo la envidiaba?

LN: No. Helen siempre se ha referido a usted en términos elogiosos…

RH: La única vez que la vi no fue por casualidad. Vino en mi busca. Quería hablar conmigo antes de interponer recurso, por si no volvía a Geddham. Me dijo lo que acaba usted de decir, que sería lógico que la envidiara y estuviese resentida con ella si la dejaban en libertad, y que no me lo reprocharía, pero quería que yo supiera que ya me llegaría el momento: que también yo recurriría y que ganaría la apelación. Que me pondrían en libertad. Mencionó el nombre de usted. Dijo que usted la había ayudado y que estaba igualmente decidido a ayudarme a mí. No puse en duda sus palabras. Nadie podría poner en duda su abnegación, nadie que haya oído hablar de usted… ¿y quién no ha oído hablar de usted a estas alturas?

(Pausa)

LN: Entonces podemos decir que Helen es amiga suya, después de todo.

RH: Si se puede llamar amiga a la persona que desea nuestro bien, entonces supongo que lo es. Milita en el movimiento JPCI y apoyó mi causa. La verdad es que no lo entiendo. Estaba en la calle, libre. ¿Por qué no se limitó a seguir con su vida?

LN: ¿Habría hecho usted eso?

RH: Es lo que trato de hacer. No queda nada de mi antigua vida, pero me gustaría comenzar de nuevo.

LN: También Helen quiere seguir viviendo su vida, es lógico. Pero fue víctima de una tremenda injusticia y sabía que usted estaba en el mismo caso, usted y otras personas… Dorne Llewellyn sigue en prisión.

RH: Oiga, no tengo ganas de hablar de otras personas, ¿entendido? No quiero formar parte de su peña de personas condenadas injustamente. Estoy sola, lo cual no es tan malo cuando una se acostumbra, y si alguna vez opto por no estarlo, quiero que sea por voluntad propia. No quiero pensar en otras mujeres. Me irá mejor si no pienso. Usted ya tiene su causa y su bandera: no se esfuerce para que también sean mías.

(Pausa)

RH: No quiero estropearle el programa, pero no me hable de justicia e injusticia. Esas cosas no existen.

(Pausa)

RH: Bueno, no existen, ¿estamos? Definitivamente no.

LN: Yo creo firmemente que las dos cosas existen. Y procuro promover la primera e impedir la segunda. Es el objetivo de mi vida.

RH: Eso de la justicia es una idea bonita, pero nada más. La hemos inventado, los seres humanos, porque nos gustaría que fuera real, pero la verdad es que no lo es. Fíjese… Para que lo entiendan quienes escuchen la grabación, tengo un posavasos metálico en la mano. ¿Qué pasará si lo suelto?

LN: Que caerá al suelo.

(Ruido apagado del posavasos al llegar a la alfombra)

RH: Por la fuerza de gravedad, ¿no? Creemos que la gravedad existe y en eso no nos equivocamos. Podría coger ese posavasos, y ese otro, y ese otro, y soltarlos; y todos caerían al suelo. Pero ¿y si solo cayera uno y los demás flotaran en el aire ante nuestros ojos, o salieran disparados hacia el techo? ¿Y si usted hubiera visto que sucedía así? ¿Seguiría creyendo en la gravedad si las cosas cayeran solo de vez en cuando?

LN: Entiendo lo que trata de decirme, pero…

RH: De vez en cuando ocurren cosas buenas a las buenas personas. Y ocurren cosas malas a las malas personas. Pero es por casualidad, por pura coincidencia aleatoria. Como cuando sucede al revés: que a las buenas personas les sucedan cosas malas.

LN: Pues a eso es a lo que yo llamo injusticia: a que el sistema trate a las buenas personas como si fueran malas.

RH: La justicia existe tanto como Papá Noel.

LN: Ray, tenemos todo un aparato jurídico dedicado a…

RH: … a procurar que se haga justicia. Lo sé. Y cuando era niña, me sentaba en las rodillas de un hombre vestido de rojo y blanco y con una larga barba, y me hacía un regalo. Pero era una fantasía. Una fantasía que hace que la gente se sienta mejor. Solo que no es así: hace que se sienta peor cuando la ilusión se rompe en pedazos. Por eso, cuando medito sobre lo que me ha sucedido, pienso que soy una persona que ha tenido una suerte pésima, no que he sido víctima de un fallo del sistema. ¿Por qué voy a torturarme creyendo que hay en el mundo una fuerza misteriosa que arregla las cosas al gusto de la buena gente, pero que a mí me ha fallado o me ha pasado por alto? No, gracias. ¿Y la gente? La gente no comete actos injustos porque esté motivada por una fuerza difusora del mal. La gente la pifia mientras explota sus habilidades y hace las cosas lo mejor que puede, lo cual casi nunca es suficiente, y en algunos casos ni siquiera hace las cosas lo mejor que puede y la conducta de unos repercute en otros y… Bueno, lo que quiero decir es que la vida es caótica e indiscriminada. Las cosas ocurren y ya está, y no tiene que haber un motivo.

(Pausa)

RH: Sería mejor que se olvidara usted de la justicia y se concentrara en la verdad.

LN: ¿Cree usted en la verdad?

RH: Totalmente. La verdad existe siempre, incluso cuando las personas se creen las mentiras. La verdad es que yo no maté a mis criaturas. Las quería, más de lo que usted imagina y nunca hice daño a ninguna, de ninguna de las maneras.

LN: Eso lo sé, Ray. Y ahora lo saben también los demás.

RH: La verdad es que Helen y Paul Yardley son personas que seguramente invertirían todo su tiempo y todas sus energías para socorrer a desconocidos, y puede que también Sarah Jaggard y su marido… no me acuerdo de su nombre…

LN: Glen.

RH: Puede que también ellos sean así. Pero yo no. Lo cual no tiene importancia porque ya los tiene a ellos para hacer su programa. No me necesita a mí para que se lo eche a perder diciendo lo que pienso.

LN: No echará a perder nada. Todo lo contrario. Su historia es…

RH: Mi historia enturbiará sus aguas. Soy una drogadicta que mintió ante el tribunal o mintió antes de ir a juicio: elija lo que más le guste. Sus espectadores de la clase media inglesa se sentirán inflamados de santa y puritana ira cuando conozcan la vida ejemplar de Helen Yardley, la respetable cuidadora de niños, felizmente casada, adorada por los niños a su cuidado y los progenitores de estos niños, y por todos cuantos la han conocido… y a continuación pasará usted a mi caso y perderá todo lo que ha ganado. Mucha gente sigue creyendo que soy culpable.

LN: Por eso es de la máxima importancia que forme usted parte del programa y diga la verdad: que usted no mintió, ni en el juzgado ni fuera de él. Que estaba usted traumatizada y que le falló la memoria, como suele ocurrir cuando las personas están bajo una gran tensión emocional. Cuente la verdad en este contexto, Ray, en el contexto de mi película, y el público la creerá. La creerá, se lo prometo.

RH: No puedo hacerlo. No quiero involucrarme en esto. Apague este chisme.

LN: Pero Ray…

RH: Apáguelo.