—Mierda.
Villanueva ni se despide. Cuelga el teléfono y le da una patada a la guantera del coche. Jiménez calla. No sabe dónde meterse ni cómo calmarle. Vuelve a sonar el teléfono. Es el teléfono de la Jefatura de Policía de Sevilla. Suena la voz del comisario.
—¿Villanueva?
—Sí.
—¿Ha leído el ABC?
—No.
—Pues le recomiendo el número de hoy, porque nuestro hombre ha cambiado el destinatario de sus cartas. Hay una nueva víctima, pero aún no sabemos dónde.
A Villanueva no le hace falta buscar un kiosco. Consulta abc.es y lee el titular: «El asesino de la regañá envía una carta a ABC».
—Busque un kiosco, quiero leer esto en papel.
La policía no impedirá que el trabajo se concluya. Hay ya otra bofetada a los herejes. No fue tan cruel, salió a mear tres veces.
Villanueva frunce el entrecejo. No entiende nada. Jiménez le toca el hombro.
—Jefe, hay otro cadáver y sé donde está. Vamos a la fábrica de Cruzcampo.
Han pasado más de tres horas. Todos los alrededores de la fábrica están llenos de curiosos. Villanueva, Jiménez, el comisario y un equipo de la unidad de subsuelo de la Policía están encima de uno de los depósitos de cerveza. Hay varios buzos dentro del depósito de 30 000 litros de cerveza. El comisario se desespera.
—Es el último depósito que nos queda, Jiménez, espero que su presentimiento sea real.
Jiménez parece dudar de su instinto. Se lo piensa y se atreve a hablar.
—Verá, no es un presentimiento, señor, tiene base científica, se trata de un chiste.
Villanueva se echa las manos a la cara y se da la vuelta. El comisario se sale de sí mismo.
—¿Cómo que un chiste?
—Sí, ese de «Compadre, ¿te has enterado que Miguel se ha muerto? Coño, si yo lo vi el martes y estaba tan normal. Pues se ha caído en un depósito de 30 000 litros de Cruzcampo. Hostia, qué muerte tan desagradable, ¿no? Pues no te creas, salió a mear tres veces».
Todos los miembros del equipo sin excepción se quedan callados. Solo se oye una risa de Villanueva que se ha alejado un poco para evitar el ruido. El comisario se dirige a Jiménez como una bestia.
—¿Sabe usted cuánto vale montar un dispositivo de búsqueda como este? ¿Sabe que hay que pagar 30 000 litros de Cruzcampo por cuatro depósitos, 120 000 litros de cerveza porque se han metido buzos?
—La verdad es que es el trabajo soñado por más de uno que yo conozco, comisario.
El comisario se acerca con furia a Jiménez. Este hace el ademán de protegerse cuando suenan golpes dentro del depósito.
—Un momento, están avisando comisario —dice un policía.
El cable de acero de una grúa que se metía en el depósito se tensa y vuelven a sonar golpes. Una polea mecánica comienza a tirar hacia arriba. Desde la calle puede verse ese depósito. En la calle, todos los curiosos y periodistas están agolpados. Todas las cámaras apuntan a lo que saque esa grúa. Efectivamente, del depósito sale el cadáver de un hombre chorreando cerveza.