Será una paciente protegida pero la habitación del hospital Virgen del Rocío es la misma que para cualquiera. Una tele por monedas, cama de hierros, la única diferencia es que la otra cama está vacía y que hay dos policías en la puerta. Villanueva y Jiménez están dentro, alrededor de la cama.
—Sabemos que está muy débil, de verdad que somos conscientes de ello…
Jiménez parece nervioso por si vuelven a venir los médicos. Les han dicho hace un momento que traten de no presionarla.
—Está más floja que todas las cosas, Villanueva. Al final nos echan de García Morato.
—No, no, está bien, entiendo que es importante también para mí por muy magullada que esté. Llegué a casa muerta de la obra…
Jiménez interrumpe.
—Bueno, muerta, muerta casi se queda luego…
Villanueva se lo come con la mirada.
—El caso es que no noté absolutamente nada, todo estaba en orden, la puerta no parecía tener nada raro y llegué, puse música, me preparé un poco de fruta y apenas recuerdo poco más.
—¿No hay ningún dato que le venga a la memoria? Entiendo que es pronto y que en estado postraumático no se recuerda todo, pero cualquier cosa, un olor, una sensación, puede sernos de mucha ayuda.
—Lo siento, recuerdo que era bastante grande y que tenía unas manos aún más grandes, eran demasiado grandes incluso para su inmenso tamaño, aunque no sé si fue una apreciación real. Imagino que cuando te están dejando sin aire cualquier mano te debe parecer gigante.
—Ya…
—Recuerdo también que iba de oscuro, con la cabeza cubierta por una especie de capucha. Lo sé porque lo que vi reflejado en la pantalla de mi iPad era muy oscuro. Apenas se le distinguía la cara.
—¿Le dijo algo?
—Sí, no lo recuerdo bien, pero criticó la obra de la torre Pelli y me insultó varias veces.
—¿Cómo la insultó?
—Me dijo «Puta», eso lo recuerdo bien.
—¿Tiene cámaras de circuito cerrado en casa?
—No, lo siento, no me gustan demasiado las cámaras.
—¿Alguna vez hubo alguien que se señalara especialmente contra la obra que está realizando?
—Bueno, no sé si está al tanto de que ha habido mucha polémica con esa obra, pero a mí no me importa mucho, ya estuve en la ejecución de las Setas de la Encarnación y por allí también se pasaban muchos locos. No sabría decirle en cuál de los dos proyectos tuvimos más. Lo normal en una obra es que se acerque la gente para preguntar curiosidades o simplemente para mirar, pero tanto en las Setas como aquí, era llamativo porque había muchos, bueno, muchos, muchos, tampoco, pero había algunos que protestaban, se quejaban e incluso nos llegaban a insultar. Aquello, quizá por ser la primera vez, fue más duro, no lo entendía muy bien. Yo soy de Santander y allí nadie se plantea actuar así, al menos hasta donde yo conozco. De manera que cuando comenzaron las mismas historias en Pelli yo ya me lo tomaba un poco a broma. De hecho, recuerdo que incluso tranquilizaba al resto del personal, porque la UTE de una obra no es la misma que de la otra y yo era la única de todo el equipo que participé en los dos proyectos…
—Perdone, ¿una UTE?
—Son las siglas de Unión Temporal de Empresas, ya sabe, en proyectos demasiado grandes, varias constructoras se unen y actúan como un todo mientras dura la obra.
—Ahá, muchas gracias, señorita, de verdad que ha sido de mucha ayuda, es probable que recuerde más cosas conforme se vaya recuperando, si es así, cualquier detalle, me gustaría que nos lo contara. Aquí tiene mi tarjeta.
—Desde luego, inspector, así lo haré.
Villanueva y Jiménez salen de la habitación. A la derecha dejan una sala en la que seis enfermeras están sentadas detrás de un mostrador, hablando. Los policías dicen adiós pero ninguna lo nota. Villanueva mira a Jiménez mientras esperan a que llegue el inmenso ascensor del hospital.
—¿Qué te parece, Jiménez?
—Me he asustado cuando ha dicho lo de UTE porque había entendido el LUTE. ¿Y a usted?
—Pues que desde luego es nuestro hombre, de eso no hay duda. Ni de eso ni de que tiene unas manos que podrían delatarlo. Otra cosa que me llama la atención es que creo que este hombre no trabaja solo.
—¿Cómo dice?
—Con un simple ordenador se puede investigar mucho, y desde luego alguien como el que buscamos es un loco, y los locos investigan todavía más. No me extrañaría que una sola persona hubiera podido rastrear hasta llegar al programador del videojuego «Matanza Capillita», al cocinero del Ratantal, por supuesto al ecologista que había sido visible en medios de comunicación, pero… ¿Cómo iba a descubrir alguien quién es la única persona que repite en el personal de dos obras? Eso no está publicado en ningún sitio, así que, o bien este hombre es un loco que investigó y que se fijó en la cara de esta chica y la reconoció en la obra de la torre, o tiene ayudas de gente con mucha información.
Villanueva y Jiménez salen del hospital. Hace una mañana soleada. Entran en el coche. Jiménez pregunta.
—¿Adónde vamos?
—Vaya hacia el Aljarafe. Le iré indicando. ¿Se acuerda de la nota de Burguillos, el periodista? Parece que alguien tiene algo que contarnos.
Villanueva le entrega un pequeño papel doblado a Jiménez:
El artículo de la revista fue una manera de llamarles. Me tienen encerrado aquí porque esto ha ido demasiado lejos. Tienen que hacer algo antes de las siete muertes. Vayan a hablar con José. Al dorso está su dirección. Intenten que su hermano Carlos no se entere. Son humoristas. La casa se llama «La Omaíta». Al dorso está la dirección. Esto es más grande de lo que usted puede imaginar.