DOCE

Madrugada. Villanueva no puede dormir en su hotel. Ni siquiera está en pijama, sigue vestido. Da vueltas por la habitación. Fuera hay silencio.

Está delante del ventanal de su habitación en el hotel HABA Triana. Da directamente al río Guadalquivir. Puede ver la Giralda, la Torre del Oro, y todo el skyline de la ciudad. El vinilo de José Manuel Poto descansa encima de una mesa auxiliar, al lado de un libro de pastas duras sobre los monumentos de Sevilla y su provincia. Multiplica Sevilla se titula. En ese momento, suena la puerta. Es un camarero del hotel.

—Buenas noches, han dejado esto para usted en recepción.

—¿Quién?

—Pues verá, no lo sabemos, es tarde, el compañero estaba dentro, cuando ha salido ha encontrado el sobre en el mostrador, tiene su nombre.

Es un sobre extraño. A Villanueva se le cambia el gesto. Coge el sobre y rápidamente reconoce el estilo.

—¿Tienen cámaras que graben la recepción?

—Desde luego que sí, señor. ¿Por qué?

—Tiene que enseñármelas ahora mismo.

En la sala de seguridad, el vigilante no controla del todo bien el sistema de grabación de las cámaras.

—Espere un momento que me aclare, ¿FF es para adelante o para atrás?

Los dos conserjes, un camarero de habitación y Villanueva miran desde detrás de la espalda del vigilante el monitor. Villanueva se desespera. Finalmente llegan al punto.

—Ahí, ahí. ¡Pare!

En las imágenes se ve a la única persona que entra. No es un hombre alto, encapuchado y de complexión grande como espera Villanueva. Se trata de un joven con el pelo largo. No mucho, desde luego. No se distingue bien. Parece que lo tiene ondulado y por debajo de las orejas. Viste unos pantalones anchos que parece que son de lino. Unas sandalias que podrían ser de tiras de cuero y una camiseta de rayas horizontales. También lleva un bolso de esparto colgado al hombro. Entra en el hall. No hace ningún ruido. Apenas se le ve la cara. Saca del bolso un sobre y lo deja en el mostrador. Es el mismo que tiene ahora Villanueva en la mano mientras le habla al vigilante.

—Perfecto. No borre estas imágenes, envíelas a la Jefatura de la Policía del Duque lo antes posible.

—Hombre, una cosa, lo antes posible es ya mañana cuando venga el compañero del siguiente turno, ¿no?

Villanueva está en su habitación de nuevo. Lo tiene en las manos. Es un sobre negro. Lo coge con miedo. Ya sabe lo que es. No quiere abrirlo aún, como si quisiera retrasar lo que seguramente ya ha pasado. Lo huele. Alguien lo ha perfumado con incienso. Le da vueltas. Lo escruta. Parece desesperado. Habla en voz baja para sí mismo.

—Hasta que no lo abra no podré leerlo, y hasta que no lo lea no tendré la certeza de que ha ocurrido otra vez. Villanueva, saborea cada segundo de tu existencia actual porque en ella buscas a un asesino que solo ha matado a dos personas, no a más, no a más. Pero eso se acaba.

Abre el sobre negro. Saca, como temía, un folio de El Galgo doblado perfectamente en tres. Letras de revista componen un mensaje:

DEL MOMENTO EN EL QUE MÁS CERCA HA ESTADO DE MÍ SOLO HA SACADO UNA HOSTIA.

HOY HA VUELTO A HABER LEÑAMARISMEÑA.