—Efectivamente, Villanueva, como usted pensaba, ni en la primera ni en la segunda carta del asesino había huella alguna. Aun así, decidimos buscar cualquier pista, como manda el protocolo. Como nos sorprendimos al encontrar que todas las letras habían sido recortadas de revistas sin ningún tipo de relación, pensamos rápidamente en un kiosquero.
—O en un peluquero —añade Jiménez ante la cara de desesperación del comisario.
—Muy bien Jiménez, incluso en un abuelo que vaya mucho a García Morato; ahora, ¿puede callarse?
—Perdón.
—El caso es que una de las letras, concretamente la Z, estaba recortada de un papel que no era una revista. Ese recorte proviene de un folio normal y corriente. Un folio que por el otro lado tenía escrito una especie de horario o cuadrante por las rayas que pueden verse, un horario que pertenece a algo que en su nombre tiene la parte de palabra Erpet, que es lo que ha cuadrado en la parte de atrás del trozo de papel.
—No sé si le sigo —avisa Villanueva.
—No se trata de que nuestro hombre tenga algo que ver con algún sitio o empresa que se llame Erpet, que por cierto, Google solo nos ha dado como resultado una fábrica de cristalería de Praga, no. Se trata de que nuestro asesino tenía un papel en casa de un sitio con dos características: que tiene horarios y que tiene el conjunto de letras Erpet en algunas de las palabras de su nombre.
Villanueva de repente propone:
—«¿pERPETuo?».
Jiménez y el comisario rematan al unísono.
—Perpetua. Capilla de adoración pERPETua.
Villanueva tuerce el gesto.
—Creo que necesito más datos.
—Son pocos los que conocen la historia de la capilla de San Onofre en Sevilla, y eso que está situada en pleno corazón de la ciudad, en la Plaza Nueva, a 25 metros de la puerta del Ayuntamiento. Solo la anuncia un pequeño cartel y pasa absolutamente desapercibida al lado de la inmensa tienda de teléfonos que hay en la esquina. Verá, se trata de un templo pequeño, al que acude el verdadero poder económico de la ciudad, al menos la parte cristiana que aquí es prácticamente el 100%. Entre todo el tráfico de gente de la plaza casi nadie le presta atención, pero, si uno se fija, ve cómo llegan taxis con señoras de abrigos de pieles muy bien peinadas a todas horas, tanto del día, como de la noche.
—¿Y qué hacen allí?
—Simplemente van y rezan. El Santísimo que hay en la capilla no puede quedarse solo ni un momento. Por eso hay una especie de horario en el que uno se inscribe, de tal hora a tal hora y está allí, rezando o haciendo lo que sea, evitando que la imagen esté sola ni un segundo.
—¿Y si en algún momento no hay nadie? ¿Si hay huecos en ese horario?
—Suele pasar poco, porque ya le digo que entre la gente más poderosa de la ciudad es una especie de lugar de reunión, allí, de alguna manera lavan sus conciencias por un lado y, por qué no decirlo, establecen relaciones, no se hacen negocios pero se acercan los que los hacen. Pero en el caso de que haya huecos en el papel, como usted pregunta… para eso está el capellán. Aun así, está bastante mayor y hace poco me contaron que tenía algunos ayudantes, más jóvenes, no ordenados, pero muy religiosos claro. La letra de la carta del asesino está impresa en un papel que por el otro lado llevaba ese horario. Villanueva, creo que nuestro asesino frecuenta ese sitio.