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¿QUÉ NOS FALTA?

Víctor no había visto Match Point, de Woody Allen, así que una tarde que Bruno salió a hacer cosas aproveché para presentarme en su casa con la película en la mano. Me recibió con una sonrisa y con un «me encanta» y en menos de lo que canta un gallo el salón estaba a oscuras, la película puesta y nosotros compartíamos unas cervezas recostados en la alfombra, con el sofá como respaldo.

En lo que duró la película me tumbé bocabajo apoyada en mis codos, me volví a sentar a lo indio, me recosté en el sofá y terminé apoyándome en él, primero en su hombro y más tarde en su pecho. Víctor, con el ceño ligeramente fruncido, muy concentrado en la película, comenzó acariciando distraídamente un mechón de mi pelo que caía sobre su abdomen para terminar dejando su mano internarse en mi melena.

No me dormí, pero me quedé en un estado de duermevela en el que todo empezó a desdibujarse alrededor. Las sensaciones comenzaron a hacerse un poco lejanas, como si la capa exterior de mi piel, mis oídos y mis ojos estuvieran cubiertos de corcho. Sentía el vaivén de los dedos de Víctor revolviendo mi pelo, su respiración bajo mi cabeza y el sonido amortiguado de sus latidos, pero nada más.

Después de un rato largo me di cuenta de que ya no llegaba el sonido de diálogos ni bandas sonoras desde la televisión y levanté la vista para mirar a Víctor, que seguía concentrado en los trazos de sus dedos dibujando aire entre mi pelo.

—Ya ha terminado.

—Hace rato —susurró.

—¿Te ha gustado?

—Mucho.

Por un momento me sentí inquieta, a pesar de la tranquilidad del ambiente. ¿Y por qué? Pues porque parecía irremediablemente que faltaba algo y yo no sabía muy bien qué era. Me asusté porque ignoraba si tenía que decir algo o irme o quedarme o…

Entonces Víctor se removió y se levantó de la alfombra. Se llevó una mano a los riñones con una mueca de fastidio y los dos estallamos en carcajadas.

—Estás mayor. —Me reí, removiéndome tumbada en la alfombra.

—Y que lo digas. Si me paso en el gimnasio un día, el resto de la semana se convierte en un infierno.

—Ya querrían muchos de veinte tener tu forma física —le dije en un exagerado tono de adulación jocosa.

—¿Te ríes de mí? —Se puso en cuclillas a mi lado.

—Un poquito solo.

—Pues ¿sabes qué?

—¿Qué?

—Que eres preciosa.

Lancé una risita y seguí moviéndome en la alfombra. Víctor se puso en pie y fue a la cocina, desde donde me preguntó si quería otra cerveza.

—No, gracias, tengo que irme.

—¿Ya? —Se asomó.

—Sí. Bruno no tardará.

—¿Tienes miedo de que te pregunte dónde has estado? —dijo acercándose con paso lento.

—No. —Negué—. Porque aquí no hay nada perverso que debamos esconder. —Víctor dibujó una sonrisa—. ¿Por qué sonríes de esa manera? —le dije contagiándome.

—Val, si no tenemos que esconderlo, ¿por qué lo hacemos?

—No nos escondemos.

Se mordió los labios y volvió hacia la cocina. Me puse en pie y lo seguí.

—¿Piensas que nos escondemos? —le pregunté.

—Sí —dijo con seguridad.

—¿De qué?

—No lo sé. Pero escondemos cosas constantemente.

—No sé si escondemos o no, pero no deberíamos hacerlo.

—A veces me siento…, me siento como si fuera tu amante. Tu amante pero sin sexo.

—¿Es eso lo que estás pidiendo? —Me reí.

—No. Claro que no.

Me acerqué con la intención de despedirme, cogí la cartera de mano de encima de la barra y me encaramé a él en un abrazo.

—Me voy. Dame un beso.

Víctor me apretó un poco sobre su pecho y me besó en la mejilla escuetamente.

Miré a mi alrededor y me palpé los bolsillos, donde seguían las llaves de casa y unas cuantas monedas sueltas.

—Lo llevo todo, ¿verdad?

—Creo que sí.

—Me da la sensación de que me dejo algo.

—A mí también.

Víctor me sonrió y nos mantuvimos la mirada, dándole significado a esa frase que parecía tan casual. Respiré hondo, agarré el bolso y fui hacia la puerta.

—Adiós —susurré.

—Valeria… —me llamó cuando ya estaba en el descansillo, a punto de bajar las escaleras.

—Dime…

—Solo te pido una cosa: piensa por qué te vas con esa sensación, por qué me quedo yo con esa sensación.

—No te entiendo.

—Solo piensa… ¿Qué nos falta?

Un beso. Nos faltaba un beso.