Un agudo lamento cruzó el Bunker. La pantalla parpadeó. Ford estaba petrificado frente el visualizador; no sabía desde cuándo apretaba la mano de Kate.
En respuesta a la pregunta de Hazelius apareció más texto en la pantalla.
«Las grandes religiones monoteístas han sido una etapa necesaria en el desarrollo de la cultura humana. Vuestro trabajo es guiar a la humanidad hacia el siguiente sistema de creencias».
—¿Es decir?
«La ciencia».
—¡Qué ridiculez! ¡La ciencia no puede ser ninguna religión! —reclamó Hazelius.
«Ya habéis creado una nueva religión, aunque os neguéis a reconocerlo. Antes, la religión era una manera de entender el mundo. Ahora ese papel lo desempeña la ciencia».
—La ciencia y la religión son dos cosas distintas —intervino Ford—. Hacen preguntas distintas y requieren tipos de pruebas distintos.
«Tanto la ciencia como la religión buscan lo mismo: la verdad. Es imposible conciliarlas. El choque entre visiones del mundo está en pleno auge, y se agrava constantemente. La ciencia ya ha refutado la mayoría de las principales creencias de las religiones históricas, con lo que las ha sumido en el desconcierto. Vuestro trabajo es ayudar a la humanidad a encontrar un nuevo rumbo para superar la crisis».
—¡Por Dios! —exclamó Edelstein—. ¿Acaso crees que los fanáticos del Medio Este o del Sur, se harán a un lado y aceptarán la ciencia como nueva religión? Es una locura.
«Transmitiréis al mundo mis palabras y contaréis lo que ha pasado aquí. No subestiméis mi poder, ya que es el de la verdad».
—¿Hacia dónde se supone que iremos con la nueva religión? ¿Qué sentido tiene? ¿Quién la necesita? —preguntó Hazelius.
«El objetivo inmediato de la humanidad es traspasar los límites de la bioquímica. Debéis liberar vuestra mente de la carne de vuestros cuerpos».
—¿La carne? No entiendo —dijo Hazelius.
«La carne. Los nervios. Las células. La bioquímica. El soporte de vuestro pensamiento. Debéis liberar de carne vuestro pensamiento».
—¿Cómo?
«Ya habéis empezado a procesar información al margen de vuestra existencia como carne, mediante los ordenadores. Pronto encontraréis la manera de procesarla usando aparatos de computación cuántica, que os llevarán a usar los procesos cuánticos naturales del mundo que os rodea como medio de computación. Ya no necesitaréis construir máquinas para procesar información. Os expandiréis en el universo, literal y figuradamente, como ya se han expandido otras entidades inteligentes antes que vosotros. Saldréis de la cárcel de la inteligencia biológica».
—¿Y luego?
«Con el tiempo enlazaréis con otras inteligencias expandidas, y todas esas inteligencias enlazadas descubrirán una manera de fundirse en un tercer estado mental que entenderá la realidad simple en la que se basa la existencia».
—¿Y ya está? —preguntó Kate.
«No. Eso solo es el prólogo de una tarea mayor».
El visualizador parpadeó y se llenó de rayas de nieve. Dolby, inclinado sobre su terminal, se peleaba en silencio con él. Las palabras temblaban como si se reflejaran en agua turbia.
—¿Qué tarea? —acabó preguntando Hazelius.
«Evitar la muerte por enfriamiento del universo».
Ford notó que la mano de Kate estrechaba crispadamente la suya.