En el dormitorio trasero de su caravana Oakwood, el pastor Russell Eddy cerró su Biblia y la dejó sobre una de las pilas de libros a punto de caerse que llenaban el escritorio. Después las apartó del iMac hibernado para tener espacio para trabajar, y despertó a la máquina; el monitor bañó la habitación de una fría luz azul. Eran las nueve de la noche.
Se sentía más lúcido que nunca. Dios había contestado a sus plegarias. Le había indicado exactamente qué hacer.
Estuvo unos minutos pensativo, mirando la pantalla vacía. Por fuera, su cuerpo estaba quieto, pero por dentro el celo del Espíritu Santo hacía palpitar su corazón. Si había acabado al frente de una misión dejada de la mano de Dios, era por algo. Si Lorenzo había muerto, era por algo. Dios le había designado a él, Russell Eddy, como centinela de aquel lugar; le había elegido para un papel crucial en el Final de los Tiempos que se avecinaba.
Permaneció media hora más casi inmóvil, reflexionando intensamente en la carta que tenía que escribir. Redactó mentalmente hasta la última palabra, con una claridad y una agudeza sobrenaturales.
Ya estaba preparado. Inclinó la cabeza, rezó un poco y apoyó los dedos en el teclado del ordenador.
Amigos míos en Cristo:
Esta noche muchos habréis visto el programa América: mesa redonda, presentado por el reverendo Don T. Spates. Le habréis oído hablar del proyecto Isabella, y habréis oído que el reverendo Spates se refería a una fuente secreta, un «cristiano devoto que está allí», y que es de quien ha obtenido la información.
Esa fuente secreta soy yo. Dios me ha pedido que os revele lo que sé. Cómo lo uséis, es algo entre vosotros y el Señor.
Me llamo Russell Eddy y soy pastor de la misión Reunidos en tu Nombre de la reserva india navajo. Es una misión cristiana muy modesta, perdida en el desierto de Arizona, al pie de Red Mesa, a menos de veinte kilómetros del proyecto Isabella.
Amigos, os traigo una noticia; una noticia extraordinaria, terrorífica y al mismo tiempo jubilosa. En el mismo momento en el que escribo este e-mail, se está produciendo lo que los cristianos esperan desde hace dos mil años.
Ha llegado el Final de los Tiempos. Esta noche será la del Apocalipsis y el Arrobamiento. Lo que leísteis en la serie Left Behind ya no es ficción, sino realidad; realidad inmediata.
Ya sé que a muchos os suenan mis palabras. Más de un falso profeta ha hecho el mismo anuncio, y es normal que seáis escépticos. Lo único que os pido es que me escuchéis hasta el final. «El que tenga oídos para oír que oiga».
No cometáis el error de borrar este e-mail, ya que podríais perder vuestro lugar a la diestra de Jesucristo el día del Juicio Final. Leed lo que tengo que decir, rezad y decidid.
Empezaré por dos anuncios. Este es el primero: El Anticristo está entre nosotros. Yo le he conocido. He hablado con él, y existe de verdad. Después de mucho tiempo, sus planes están llegando a puerto. Dios es testigo de que se quitó la máscara ante mis propios ojos, revelándose.
Mi segundo anuncio todavía es más importante: Ha llegado el Apocalipsis. Empezará esta misma noche.
No os lo creéis, y es natural. ¿Qué dices? ¿Que ha llegado el Apocalipsis? ¿Ahora? ¿Con mis hijos durmiendo en el piso de arriba? ¡Imposible! Pero pensad en lo que dijo el apóstol san Mateo: «En el momento que no penséis, vendrá el Hijo del Hombre». Pues ha llegado ese momento. Aquí está. Es ahora.
Voy a daros una prueba de lo que digo. La clave está en el Apocalipsis, 13,1, y en otros pasajes cercanos.
«Y vi surgir de la arena del mar una Bestia que tenía diez cuernos y siete cabezas, y en sus cuernos diez diademas, y en sus cabezas títulos blasfemos».
La arena es el desierto de Arizona. El Isabella tiene exactamente siete leguas de diámetro. Cuenta con diez detectores, cada uno de los cuales registra diez partículas distintas. Algunos de los detectores incluso se llaman «cuernos». Si creéis que me lo invento, entrad en la página web del Isabella, www.theisabellaproject.org, y lo encontraréis todo ahí.
«El Dragón le dio su poder y su trono y gran poderío».
¿Y quién es el Anticristo que está al frente de todo esto? Se llama Gregory North Hazelius. Es el hombre que presentó el proyecto Isabella, que recibió el dinero para construirlo, y que ahora lo dirige. The New York Times le presentó como «el hombre más inteligente del mundo». El propio Hazelius ha presumido de muchas cosas. Una vez declaró: «Todo el mundo está por debajo de mí intelectualmente», y a los demás seres humanos les dijo: «Sois unos imbéciles». Exacto, amigos míos. Pero ahora se ha revelado su auténtica naturaleza: Gregory North Hazelius es el Anticristo. ¿No me creéis? Pues yo le he conocido; he hablado cara a cara con él, y he oído sus blasfemias. Le he oído vomitar bilis acerca de nuestro Salvador y tachar a los cristianos de «insectos» y «bacterias». Pero no me creáis a mí, sino a la Biblia. Este es otro pasaje del Apocalipsis, 13.
«Y se postraron ante la Bestia diciendo: “¿Quién como la Bestia? ¿Y quién puede luchar contra ella?”. Le fue dada una boca que profería grandezas y blasfemias… y ella abrió su boca para blasfemar contra Dios; para blasfemar de su nombre y de su morada y de los que moran en el cielo».
Tal como habéis oído en América: mesa redonda, la máquina Isabella pretende ser Dios. Pero no están hablando con Dios, amigos míos. Están hablando con Satanás.
«¡Ay de la tierra y del mar! Porque el Diablo ha bajado donde vosotros con gran furor, sabiendo que le queda poco tiempo».
Satanás está arrinconado. Se revuelve por última vez, y nunca ha sido tan peligroso como ahora.
Me preguntaréis: ¿Y las pruebas? Escuchad y las oiréis.
Leed estas palabras, tomadas directamente de la página web del proyecto Isabella: «Al máximo de su potencia, el Isabella recrea en CCero la temperatura del universo tal como era en la primera millonésima de segundo del Big Bang, una temperatura de más de un billón de grados Fahrenheit». Y ahora leed el Apocalipsis, 13,13.
«[La bestia] realiza grandes señales, hasta hacer bajar ante la gente fuego del cielo a la tierra».
Se cumple una vez más la profecía del apóstol san Juan.
He aquí otra cita de la página web del proyecto Isabella: «El superordenador que controla el Isabella es la calculadora más potente del planeta. Alcanza una velocidad de quince penta-flops (quince mil billones de cálculos por segundo), acercándose así a la velocidad estimada del cerebro humano». Y ahora comparadlo con el Apocalipsis:
«Se le concedió [al Anticristo] infundir el aliento a la imagen de la Bestia, de suerte que pudiese incluso hablar la imagen de la Bestia y hacer que fueran exterminados cuantos no adoraran la imagen de la Bestia».
¿Os iréis tranquilos esta noche a la cama sabiendo que os matará el Anticristo?
Para acabar, amigos míos, cito el último pasaje del Apocalipsis, las palabras en torno a las que gira la visión del apóstol san Juan:
«Que el inteligente calcule la cifra de la Bestia: pues es la cifra de un hombre. Su cifra es 666».
Así nos dice la Biblia que reconoceremos al Anticristo, por el número 666. El primer idioma del apóstol san Juan era el hebreo. Sabía que todas las letras hebreas tienen un equivalente numérico. La gematría es la búsqueda de números ocultos en un nombre o texto hebreos. Veamos qué ocurre si aplicamos la gematría al Isabella y a su emplazamiento, Arizona. Si convertimos las letras romanas en sus equivalentes hebreos, y a cada letra hebrea le asignamos su equivalente correcto, el resultado es el siguiente:
¿Aún no me creéis? Pues mirad esto:
Amigos míos, ¿no es la prueba que esperábamos?
Y ahora leed este pasaje del Apocalipsis: «Los convocaron en el lugar llamado en hebreo Armagedón».
Armagedón es donde Satán planta cara por última vez al rey designado por Dios, Jesús. La palabra Armagedón deriva de los términos hebreos Har Megido, cuyo significado es «montaña de Megido»; pero nunca se ha encontrado esta «montaña» en Tierra Santa, y en realidad la palabra «Megido» no es más que una forma antigua de la palabra hebrea que significa tierra de color rojo. Como veis, por lo tanto, en el Apocalipsis la palabra «Armagedón» se refiere a un lugar llamado «Montaña Roja». Amigos míos, el proyecto Isabella está situado en un lugar de Arizona llamado Red Mesa. Los indios navajos lo llaman Dzilth Chíí, que en idioma navajo significa literalmente «Montaña Roja», es decir, Armagedón.
He aquí las pruebas, amigos. Ahora la pelota está en vuestro tejado. ¿Qué haréis con esta información? Acaba de producirse el momento decisivo de vuestra vida como cristianos, AHORA MISMO, mientras leéis este e-mail.
¿AHORA QUÉ HARÉIS?
¿Os quedaréis en casa? ¿Vacilaréis, pensando si no soy un loco de tantos? ¿Os quedaréis sentados delante del ordenador, sin saber dónde está Red Mesa, ni cómo llegar en plena noche? ¿Optaréis por dejarlo para mañana? ¿Esperaréis una prueba, una señal?
¿O bien responderéis ahora mismo al llamamiento, y os convertiréis en soldados de la infantería de Dios? ¿Lo dejaréis todo ahora mismo, os levantaréis del ordenador ahora mismo, saldréis de casa y vendréis a Red Mesa para uniros a mí en «la gran batalla del Gran Día del Dios Todopoderoso»? ¿Combatiréis ahora mismo junto a mí, hombro con hombro, como hermanos en Cristo, en la batalla final contra Satanás y su Anticristo?
DE VOSOTROS DEPENDE.
En Cristo,
Pastor Russ Eddy,
Misión Reunidos en tu Nombre,
Blue Gap, Arizona
El original de este e-mail fue enviado el 14 de septiembre a las 9.37 PM MDT.
MANDAD ESTE E-MAIL A TODOS VUESTROS AMIGOS CRISTIANOS. LUEGO, ID A RED MESA Y UNÍOS A MÍ.
Al terminar, Eddy se apoyó en el respaldo, sudoroso y con las manos temblando. Ni siquiera releyó el texto. Dios había guiado su mano, lo cual significaba que era perfecto.
Rellenó la casilla del asunto:
Red Mesa = Armagedón
Abrió la libreta de direcciones que había ido acumulando con la esperanza de obtener dinero para la misión. Algunas salían de iglesias y listas de mailing de personas cristianas; otras eran contactos de foros, grupos de noticias, chats y grupos de debate Usenet del ámbito cristiano.
Dos mil ciento diecisiete nombres. La mayoría de ellos, por supuesto, no contestarían; ya lo anunciaba la Biblia: «Muchos son llamados, mas pocos escogidos», pero en fin, dos mil ya era un principio. De ellos, tal vez unas docenas reenviarían el e-mail y viajarían hasta Red Mesa. Con el siguiente envío, quizá responderían unos centenares, y con el tercero, unos millares. La carta se colgaría en cientos de webs cristianas, sería recogida por bloggers cristianos, y de ese modo el mensaje iría extendiéndose. Eddy había navegado lo bastante por internet para saber que las matemáticas jugaban a su favor.
Copió toda la libreta de direcciones en el campo «Para» y desplazó el puntero hacia el botón del avioncito de papel. Respiró hondo e hizo clic con el ratón. El e-mail zumbó hacia el éter electrónico a la velocidad de la luz.
«Hecho».
Se incorporó, temblando. Todo estaba en silencio, pero el mundo había cambiado.
Se quedó cinco minutos sentado. Después, controlando la respiración, se levantó y se serenó. Tras un largo titubeo, sacó las llaves del bolsillo, abrió el archivador que tenía al lado de la mesa y sacó el revólver Ruger Blackhawk 44 Magnum que le había regalado su padre para su decimoctavo cumpleaños. Era una reproducción en edición limitada de una pistola del Oeste, pero actualizada y fiable. Hacía muchos años, Eddy había practicado algunos días en un campo de tiro, y desde entonces siempre la conservaba engrasada y en buen estado.
No se hacía ilusiones. Sería una guerra, una guerra de verdad.
Cargó el revólver con Remington semiblindadas de punta blanda de 240 grains y lo metió en una mochila con dos cajas de balas, una botella de agua, una linterna, pilas de repuesto, prismáticos, su Biblia, un cuaderno y un lápiz. Después buscó el bidón de queroseno, que guardaba por si había un apagón, y también lo metió en la mochila.
Con ella al hombro, salió y alzó la vista hacia Red Mesa, una masa oscura recortada en el cielo nocturno. Una luz tenue al borde de la oscura isla de piedra delataba la presencia del proyecto Isabella.
Dejó la mochila en el asiento de la camioneta y se puso al volante. Tenía la gasolina justa para llegar a lo alto de la mesa, pero ¿qué más daba? Si Dios le había guiado hasta allá, le llevaría de nuevo a su casa y le reuniría con sus hijos; si no era en aquella vida terrenal sería en la siguiente.