CAPÍTULO XXII

MOMENTO CUMBRE DE LA AVENTURA

Los dos niños subieron de puntillas los escasos peldaños que quedaban y llegaron a otra puerta que, como la anterior, aparecía entreabierta. Fuera de esta puerta había una pequeña plataforma y de ésta arrancaba una escalera más estrecha, que conducía hacia arriba.

Jack aplicó su boca al oído de Mike.

—Si sale alguien, nos encaramaremos por estas escaleras. No creo que piensen que puede haber alguien aquí arriba a estas horas de la noche. Me imagino que esta escalera debe de conducir al tejado de la torre.

Mike asintió. Fijó sus ojos en la rendija de la puerta y lo mismo hizo Jack. La abertura era bastante ancha y permitía a los chicos ver bien toda la habitación. Quedaron extrañados al descubrir a tantos hombres.

La mitad de ellos llevaban el extraño equipo que los chicos habían visto a los hombres que estaban en la mina. Sus cabezas quedaban ocultas por unas caperuzas, con agujeros a la altura de los ojos, los cuales, a su vez, iban protegidos por un material duro y transparente. Jack pensó que quizá fuera una especie de mica resistente al calor.

Los demás llevaban trajes corrientes, pero iban recubiertos por unos monos. Jack dio un empujón a Mike cuando reconoció a Guy entre los que vestían mono. No cabía duda, aquélla era su fea cara, con sus feroces ojos.

Se veía claramente que todos estaban enfadados con Guy. Le gritaban en idiomas extraños. Movían los brazos y le amenazaban. Él se encontraba en medio, muy sofocado.

—Nos has dicho que estábamos seguros aquí, ya que podíamos hacer nuestro trabajo en secreto. Nos has dicho que nunca venía nadie a este castillo, ni a las minas. Y ahora, antes de que hayamos acabado el trabajo, nos dices que debemos abandonar esta torre.

Otro hombre añadió algo, gritando en un idioma extraño, y Guy protestó.

—Ya os he dicho que no es culpa mía —se defendió—. Hemos permanecido aquí sin ser vistos durante casi dos años, gracias a la ayuda que mi madre y mis tías me han proporcionado desde que yo descubrí por primera vez el valioso metal que existe en la vieja mina. ¿Es cierto o no que os he dejado participar en ello? Yo os he ayudado con mis conocimientos. Pero os aseguro que si continuamos en esta torre todo se descubrirá. Han alquilado el castillo y la torre ha de quedar abierta.

De nuevo todos comenzaron a gritar. Luego, un hombre, que parecía bastante tranquilo, habló:

—¿De manera que tú propones quedarte con el material que está preparado y esconderlo? ¿Y que nosotros abandonemos esta torre y nos vayamos a vivir a las minas, trabajando allí hasta que el castillo esté de nuevo desocupado y podamos regresar y vivir en la torre para acabar nuestro trabajo?

—Sí. Es la única cosa sensata que podemos hacer —asintió Guy—. Bien lo sabéis. El señor de Luna es el propietario del castillo, de las minas y de todo lo que contienen. Tanto si es de valor, como si no. Él cree que se trata solamente de minas de estaño, pero nosotros sabemos más. A causa de aquel extraño incendio ocurrido hace años, que hizo huir a los mineros y les produjo aquella rara enfermedad que produce comezón, se formó un nuevo metal. Lo hemos llamado stellaestefany y será uno de los más poderosos y valiosos del mundo…

Se oyeron de nuevo gritos y alguien dio un puñetazo sobre la mesa.

—Y tú deseas que te dejemos a ti solo para venderlo, mientras nosotros estemos viviendo en las minas —gritó uno de los hombres que iba encapuchado—. No confiamos en ti, Guy Brimming. Nunca hemos confiado. No eres de fiar.

Guy les miró con expresión de amargura.

—¿Que no soy de fiar? ¿Y quién de vosotros es de fiar? ¡Ninguno! Está bien; o confiáis en mí y salvamos algo de todo esto, o no confiáis en mí y todo nuestro esfuerzo se pierde.

A esto siguió una acalorada discusión en varios idiomas. Por fin, el hombre que hablaba con tranquilidad dio su veredicto.

—Está bien. Hemos de confiar en ti. Acabemos de preparar la última partida de material y puedes llevártelo con el restante. Luego iremos por el pasadizo secreto hasta las minas y permaneceremos allí trabajando hasta que nos enteres de que hay seguridad. Allí tenemos mucho alimento.

—Eres prudente —dijo Guy con amargura y desagrado—. Seguid trabajando, pues. Quiero irme esta noche. Por un momento tuve la esperanza de asustar a los locos que querían el castillo, pero no he podido lograrlo. No me atrevo a permanecer aquí por más tiempo.

—Está bien —replicó el hombre tranquilo—. Acabaremos esta partida de material y podrás llevártelo. Mañana trasladaremos todas las camas a las bodegas que hay bajo la torre, de manera que nadie sospeche nada cuando vean la habitación. El resto de los muebles no importa. Luego nos iremos. Pero esta noche debemos ir a las minas. Todos hemos visto aquella luz sobre el pueblo en ruinas después de habernos marchado la noche pasada. Hay varias cosas que habrán de hacerse allí inmediatamente.

Se oyó refunfuñar a muchos, pero se veía claramente que ahora estaban ya todos de acuerdo. Jack y Mike contemplaron maravillados las escenas siguientes:

Uno de los hombres colocó lo que parecía un cilindro de cristal en medio del suelo, lo fijó y empalmó con él unos tubos de cristal. A continuación, los hombres encapuchados trajeron dos o tres palas estrechas, que venían guardadas en unas bolsas.

—Apartaos —dijeron a los hombres que llevaban mono— y cubríos la cara.

Todos se apresuraron a retirarse. Algunos hombres se pusieron de cara a la pared y se agacharon. Jack y Mike tenían mucho miedo, pero no podían dejar de mirar.

Los hombres encapuchados descubrieron las estrechas palas y vaciaron sobre ellas un raro material reluciente, que introdujeron por una amplia abertura que había en lo alto del cilindro de cristal. Otro hombre vertió un líquido incoloro en los tubos de cristal mientras el reluciente material se deslizaba por el interior del cilindro.

¡Entonces toda la habitación pareció desvanecerse! En su lugar, apareció un brillo centelleante, que envolvió todas las cosas, un brillo que era del mismo extraño color desconocido que los chicos habían visto extenderse por el cielo, por encima del pueblo en ruinas, la noche anterior.

Mike y Jack miraban por la abertura fascinados y como si estuvieran en trance. ¿Qué era aquello? En la habitación no podían ver nada más que aquella luz sobrenatural. Los hombres, las sillas, el suelo, las paredes… todo había desaparecido.

Los ojos de Jack empezaron a dolerle y también los de Mike. Se los taparon con las manos y se apartaron de la puerta un poco, subiendo por los peldaños de piedra. Se sentaron. Durante un rato se quedaron completamente ciegos. ¡No era extraño que hubieran recomendado a los hombres que se taparan los ojos!

—Si este material irradiante se convierte en stellaestefany, o como lo llamen, es algo verdaderamente maravilloso —susurró Jack por fin—. Nunca en mi vida he visto algo parecido.

—Escucha, alguien se acerca a la puerta —dijo Mike apretando el brazo de Jack—. Debe de ser Guy, con el material que quiere llevarse esta noche.

Alguien salió por la puerta abierta y descendió las escaleras. Los chicos vislumbraron vagamente que llevaba debajo del brazo una caja de metal. ¿Estaría en ella el precioso stellaestefany? Seguramente.

—Sigámosle y veamos si sale por la puerta de abajo de la torre —murmuró Jack.

Así lo hicieron y, cuando llegaron al dormitorio, vieron que había luz. Sin duda, Guy había entrado en aquella habitación. ¿Iría a recoger algunas de sus ropas?

Y de pronto Jack hizo algo con tal velocidad que Mike, al principio, no pudo darse cuenta de lo que se proponía. Corrió por las escaleras abajo hasta la puerta, la cerró con llave y retiró ésta del cerrojo. Se oyó un grito de espanto desde la parte de dentro y una voz enojada gritó:

—¿Quién es? ¿Qué estáis haciendo?

Luego se oyeron pasos que corrían hacia la puerta. El hombre que estaba dentro la sacudió con violencia y empezó de nuevo a gritar cuando la encontró cerrada con llave.

—¡Oh, Jack, lo has atrapado! ¡Le has hecho prisionero! —exclamó Mike con gran alegría y admiración—. No podrá salir de este cuarto. Ni siquiera le oirán desde arriba.

—No importaría si le oyesen —dijo Jack—. ¡Yo me llevo la llave! —Y se la metió en el bolsillo.

—¿Qué haremos ahora? —susurró Mike con voz temblorosa por la emoción.

—¿Seguimos a los hombres hasta la mina? —propuso Jack.

—No. Encerrémosles en la habitación de arriba, como has hecho con Guy en ésta —dijo Mike, que casi se sentía atolondrado por la brillantez de su propia idea.

—¡Pues vamos allá! —dijo Jack, que estaba fuera de sí por todas estas súbitas emociones. Corrieron escaleras arriba y llegaron de nuevo a la otra habitación. Con precaución miraron por la abertura.

Allí continuaban los hombres, que, con toda evidencia, se preparaban para marcharse, porque ahora todos llevaban aquellos amplios ropajes y las capuchas. Jack se dio cuenta de que debían encerrarlos inmediatamente, porque, en caso contrario, empezarían a salir. Dio un portazo y buscó la llave.

¡No había ninguna! Desde dentro se oyeron gritos de enfado y Jack cogió del brazo a Mike.

—¡Tenemos que escondernos! ¡No hay llave! Empujó a Mike por las escaleras que subían hacia el tejado, en el justo momento en que la puerta se abría de par en par y salía un hombre que parecía un fantasma con su extraña vestimenta.

—¿Quién ha sido? —gritó el hombre—. ¿Quién está haciendo el asno con la puerta? ¿Eres tú, Guy?

Un murmullo brotó a sus espaldas y fue transmitido hacia delante.

—Claro que fue Guy. ¿Quién más podía ser? ¿Por qué continúa aquí todavía? Venid, sigámosle y veamos qué está haciendo.

Todos aquellos hombres descendieron por las escaleras, incapaces de sospechar siquiera que dos niños muy asustados se encontraban en ellas tan sólo un poco más arriba que ellos.

Hicieron mucho ruido al descender por las escaleras, tanto ruido que, cuando Guy les gritó al pasar por la puerta cerrada del dormitorio, ninguno le oyó. Los chicos, que seguían a los hombres con un poco de retraso, le oyeron gritar claramente y sonrieron.

Los hombres descendieron hasta el pie de la torre y allí se detuvieron.

—Se ha ido. Ha abierto la torre y se ha ido por fin —dijo uno de ellos—. ¡El viento debe de haber cerrado la puerta allí arriba! ¡Somos unos cobardes, que nos asustamos por nada!

Otro de los hombres sacó una gran llave, que colocó en el cerrojo de la puerta de la torre. La abrió y salió a la pequeña habitación cuadrada en la que desembocaba la escalera. Los otros le siguieron.

Uno de aquellos individuos lanzó una súbita exclamación:

—Se me ha olvidado coger mis notas, que están en la salita. Voy por ellas y ya os alcanzaré. Dadme la llave y yo cerraré la puerta de la torre detrás de mí cuando haya recuperado mis apuntes.

Le entregaron la llave. Jack y Mike volvieron a subir las escaleras a toda prisa, tan silenciosamente como les fue posible. Si aquel hombre volvía a buscar algo a la habitación de arriba, los atraparía sin remedio si antes no se apresuraban a quitarse de en medio.

El hombre subió las escaleras lenta y pesadamente. No había oído a los niños. Éstos habían corrido hasta más allá de la puerta de la salita y permanecían en los peldaños de más arriba, temblando de emoción. El hombre entró en la habitación y encendió una linterna. Le oyeron abrir un cajón.

—Ven, descendamos —dijo Jack de pronto en voz muy baja—. Es la única posibilidad que tenemos de salir de la torre antes de que la cierre. Al mismo tiempo, podremos ver adónde se dirige. Tal como creíamos, debe de haber un pasadizo secreto que conduce a las minas.

Corrieron hacia abajo en silencio, hasta llegar a la planta baja, salieron por la puerta de la alta y estrecha torre y se escondieron detrás de uno de los cofres, esperando. Pronto oyeron pasos y el hombre apareció de nuevo. Salió por la puerta, iluminando su camino con la linterna. Luego cerró la puerta y pasó el cerrojo cuidadosamente. Los niños le miraban sin atreverse a respirar. ¿Qué haría luego?

Se dirigió a un lado de la habitación cuadrada, revolvió detrás de un cofre y sacó algo de allí. En medio de la habitación, una gran piedra se movió tan silenciosamente como si hubiese estado engrasada. Los niños miraban el boquete que se había abierto en el suelo y que quedaba iluminado por la luz de la linterna del hombre. Se sentían atónitos. ¡Tantas y tantas veces como habían pisado aquella piedra!

El hombre se dirigió al boquete, se sentó en su borde y con cuidado se deslizó hacia su interior y desapareció por él. Al cabo de unos segundos, los chicos salieron de su escondrijo e iluminaron con su linterna. En el momento de encenderla, vieron cómo la piedra subía lentamente y, en silencio, se colocaba de nuevo en su sitio.

—¡Mira esto! —exclamó Jack—. ¡No estoy seguro de que no estemos teniendo un sueño muy raro, Mike! ¿Qué haremos ahora?

—¡Seguiremos a ese hombre! —respondió Mike con vivacidad.

Jack denegó con la cabeza.

—Es demasiado peligroso —dijo—. También a mí me gustaría, pero es posible que nos perdiésemos bajo tierra intentando hallar dónde se había metido este hombre. Nos lleva demasiada ventaja. ¡Ya sé lo que haremos!

—¿Qué? —preguntó Mike.

—Ayúdame a colocar uno de estos pesados cofres sobre la piedra que sube y baja —dijo Jack—. Así ninguno de los hombres podrá salir. ¡Les habremos atrapado! Si hacen descender la piedra, esto no les proporcionará una salida, porque se encontrarán con el cofre encima. ¡Les habremos atrapado limpiamente!

Así, pues, los dos niños arrastraron el mayor de los cofres hasta colocarlo sobre la piedra movediza y luego se miraron uno a otro con gran regocijo.

—Tenemos a Guy encerrado en el dormitorio de la torre y hemos interceptado la salida de los otros, a menos que puedan salir a través del muro de escombros que hemos descubierto en las minas y subir por el pozo. ¡Pero estoy seguro de que no lo harán! —Mike se frotaba las manos con regocijo.

—¿Y qué hacemos ahora? —preguntó Jack—. ¿Nos metemos en la cama? Todos los bandidos están encerrados, así es que podemos hacerlo. Mañana por la mañana se lo diremos a Dimmy y a Ranni. ¡Qué gran sorpresa para ellos y también para los demás! ¡Vámonos!

—Espero que no nos despertemos de pronto para darnos cuenta de que hemos soñado —dijo Mike—. ¡Con franqueza, ésta ha sido una de las noches más emocionantes que hemos tenido en la vida!