CAPÍTULO XIII

JACK OYE MUCHAS COSAS

A la mañana siguiente, los dos chicos contaron a los otros todo lo referente a las ventanas iluminadas de la torre. Las niñas se rieron cuando oyeron lo de la alfombra que los chicos habían colocado delante de la puerta.

—Iremos inmediatamente después del desayuno a la habitación cuadrada —decidieron—, y veremos si sigue allí.

¡Pero la alfombra había desaparecido! La puerta seguía cerrada. Mike escudriñó por toda la habitación.

Al salir de la torre, Guy ha descubierto la alfombra y la ha guardado en algún sitio. No se ha molestado en volver a colocarla. No le preocupa que sospechemos de él…

Jack estaba abriendo los armarios y miraba en su interior.

—¡Aquí está! —gritó por fin—. La han metido aquí, pero sigue arrollada a lo largo.

—Por lo menos ahora sabe que seguimos sus pasos —dijo Nora, emocionada.

—Eso quisiéramos —dijo Jack—. Mientras siga entrando y saliendo de la torre sin que nadie lo vea y mientras mantenga la puerta cerrada, no podremos saber nada.

—Podemos preguntárselo a Brimmy —propuso Nora—. Está fregando y limpiando las habitaciones de abajo. La he visto cuando veníamos hacia aquí. Vayamos a preguntárselo.

Se encaminaron hacia donde se encontraba Brimmy.

Estaba de rodillas y frotaba vigorosamente el suelo. Su cara aparecía enrojecida.

—Oye, Brimmy —empezó a decir Mike—, la puerta de la torre sigue cerrada. ¿Dónde está la llave?

Brimmy, que aparentaba un gran nerviosismo, se apartó unas greñas que caían sobre su cara.

—¿La llave? —repitió—. Me parece que sigue perdida.

—No es cierto —rechazó Jack—. Alguien ha entrado y salido por la puerta de la torre. Así es que estamos seguros de que tiene que haber una llave.

—Bueno, es posible que haya aparecido —dijo Brimmy, poniéndose de nuevo a frotar el suelo vigorosamente—. Hay… hay cosas en la torre que se han de retirar antes de que venga la reina.

—¿Qué cosas? —preguntó Jack, decidido a averiguar algo—. ¿Son cosas que pertenecen al señor de Luna? ¿Objetos de mucho valor? ¿A eso obedece el que estén cerradas?

—Quizá —contestó Brimmy, que parecía preocupada, al mismo tiempo que nerviosa—. Hay cosas de las cuales no quiero hablar, así es que, por favor, no me pregunten tanto. Ustedes sólo alquilan el castillo. ¡No lo han comprado! Todo estará abierto, limpio y a punto para cuando venga la reina la semana que viene. Ustedes no necesitan la torre y es un lugar peligroso para los niños.

—¿Por qué? —preguntó Nora.

—¡Oh, cuántas preguntas! —se lamentó Brimmy. Apartó de nuevo los mechones que la molestaban. Semejaba realmente estar muy cansada—. ¿Me dejarán ustedes seguir con mi trabajo o debo quejarme a la señorita Dimmity? Estoy segura de que ella no les permitiría subir a la torre por temor a que pudieran caerse de alguna de esas ventanas. Son muy peligrosas.

En aquel momento apareció Ranni en la puerta.

—La señorita Dimmity va a ir en coche a Bolingblow para hacer unos recados —dijo—. ¿Les gustaría venir también?

—¡Sí! —contestaron todos a la vez. Y salieron de la habitación, lo cual alivió mucho a la señora Brimming.

—Oye, yo no pienso acompañaros —comunicó Jack a Mike tan pronto como se vieron fuera del alcance del oído de la señora Brimming—. Cuando todos os hayáis ido, yo me esconderé por aquí. Me imagino que Brimmy irá a prevenir a Guy en cuanto crea que estamos fuera. Acaso entonces me entere de algo.

—Está bien —asintió Mike—. Pensaremos en ti mientras estemos comiendo grandes helados.

Jack se ocultó en su habitación mientras los otros partían. Cuando todos se hubieron marchado, salió cautelosamente al largo corredor al que daba su habitación. No había nadie. Decidió bajar por una de las escaleras de detrás. Era posible que oyese a Brimmy comunicar alguna cosa a las dos señoritas Lots.

La escalera conducía a lo que parecían ser dormitorios de servicio en la planta baja. No se oía nada. Jack pasó por delante de las puertas abiertas de los dormitorios y descendió por un pasillo que no estaba alfombrado. Se sentía satisfecho de llevar suelas de goma.

Dobló una esquina y llegó a la entrada de una de las cocinas. ¡Y entonces oyó voces! Se detuvo junto a la puerta entreabierta, intentando reconocer si aquellas voces pertenecían a las mujeres.

Sí, con toda seguridad se trataba de voces femeninas, preocupadas y llenas de ansiedad. De pronto, se oyó una voz de hombre fuerte y como enfadada.

—¡Pues no puedo! No estará acabado hasta dentro de unos días. No hay más remedio. Tendrán que inventar las excusas que quieran. Ha sido culpa de usted por haber desobedecido las órdenes y haber dejado entrar a la gente a visitar este lugar. La torre seguirá cerrada. Eso se lo aseguro yo. Así es que ya puede ir inventando el pretexto que quiera. ¡Usted no sabe lo que ha hecho dejando entrar en el castillo a esa gente precisamente en este momento…! Luego Jack oyó pasos furiosos sobre el suelo de la cocina, pasos que sonaban tan violentos y firmes como la propia voz. El niño se deslizó rápidamente detrás de un armario.

Un hombre subió por las escaleras traseras por las que había venido Jack. Éste lo examinó con precaución. ¿Sería aquél Guy? Sí, lo era, estaba seguro. Jack deliberaba consigo mismo. ¿Debía seguirle y ver si volvía a la torre? En este caso quizás incluso pudiera ver dónde guardaba la llave… No, sin duda la guardaba en un lugar seguro, como por ejemplo su bolsillo. Aquello no serviría de nada.

Además, Jack decidió que sería una locura seguir a aquel hombre, dado lo furioso que estaba. Permaneció donde se encontraba durante un par de minutos y luego salió de su escondite. Entró en la gran cocina. Brimmy estaba en un extremo, barriendo. Y las dos señoritas Lots habían quedado de pie, muy pensativas. Brimmy se sobresaltó cuando descubrió a Jack.

—¡Creí que se había ido! ¿O es que ya han regresado?

—Yo no me he ido —respondió Jack—. Pero ¿qué le pasa, señora Brimming? ¿Por qué llora usted?

—¡Oh! Tengo dolor de cabeza, eso es todo —dijo la señora Brimming secándose los ojos—. ¿Quiere usted algo con que distraerse? ¿Por qué no va a escuchar la caja de música que toca cien tonadas diferentes? ¿O por qué no va a escudriñar la librería?

Jack comprendió que querían librarse de él. Quizás ella temía que le hiciera preguntas indiscretas. El muchacho cambió de tema.

—¿Sabe usted algo acerca del pueblo en ruinas? —preguntó—. Hemos pensado ir algún día hasta allí y explorarlo. ¿Por qué lo abandonó todo el mundo?

Siguió un silencio mortal. Jack observó con sorpresa a las tres mujeres. ¡Parecía que no fuesen capaces de contestar nada a aquello!

—¿Qué ocurre? —preguntó Jack—. ¿Hay algún misterio con respecto a ese pueblo?

—No, claro que no —repuso la señorita Edie Lots de repente con voz muy segura—. En otro tiempo había minas en él, minas de estaño, creo. Luego algo ocurrió y las abandonaron y sus habitantes se refugiaron en Bolingblow. Ésa es la causa de que esté tan abandonado, completamente en ruinas. Es un lugar horrible y solitario, un lugar al cual nadie que estuviese cuerdo se acercaría, sobre todo por la noche.

—Ya veo —dijo Jack—. ¡Todo eso parece muy interesante! Bueno, será necesario que vayamos a explorarlo.

—Esas minas abandonadas son peligrosas —intervino Brimmy de pronto haciendo oír su temblorosa voz—. Si os caéis por un pozo, sería vuestra muerte.

—No seremos tan tontos —rechazó Jack, que no podía comprender por qué las tres mujeres estaban tan preocupadas. ¿Qué estaba ocurriendo allí? ¿Qué estaba haciendo aquel individuo, Guy? ¡Si al menos pudiese entrar en aquella torre…!

—Voy a buscar la caja de música —resolvió Jack, pensando que sería divertido cogerla y tenerla preparada para cuando regresaran los otros—. ¿Dónde está?

—Se la enseñaré —dijo la señorita Edie Lots con su áspera y fuerte voz. Le guió y pronto Jack se encontró en el vestíbulo. Luego descendieron por uno de los pasillos que conducían a las habitaciones próximas a su cuarto de estar.

—Ayer ocurrió una cosa extraña —dijo mientras seguía a la señorita Lots—. Ya sabe usted que hay una colección de instrumentos de música colgados de las paredes de la habitación que hemos elegido como cuarto de estar. Bien, pues de repente se pusieron a tocar. ¡Tuang!

¡Dong! ¡Así mismo! Qué raro, ¿verdad? ¿Los ha oído usted alguna vez?

La señorita Edie se volvió hacia él y Jack se sorprendió al ver la expresión de terror de su rostro.

—¿Los han oído? —dijo en un susurro—. ¡No! ¡No! ¿Qué cosas horribles ocurrirán ahora?

—¡Qué sé yo! —replicó Jack cortésmente—. ¿Qué es lo que pasa? ¿Por qué han de ocurrir cosas terribles cuando se ha oído tuang y dong?

—Eso dice la leyenda —explicó la señorita Edie mirando por encima de su espalda, como si estuviese esperando oír un tuang o un dong en cualquier momento—. Cuando suenan esos instrumentos siempre ocurre algo terrible.

—¿Qué quiere usted decir? —preguntó Jack con gran interés—. ¿Espera usted acaso que el castillo caiga en ruinas o que la torre haga explosión?

—Hay una leyenda escrita en uno de los viejos libros que se encuentran en la librería. Según ella, nadie, excepto la familia de Luna, puede vivir aquí en paz —dijo la señorita Edie—. Asegura que el espíritu del viejo castillo se enfada y se inquieta cuando hay aquí gente extraña y que entonces ocurren cosas raras.

—Yo no creo una palabra —afirmó Jack—. ¡Las creencias de ese tipo pertenecen a otros tiempos, no a nuestros días! ¡No podrá usted asustarme de este modo, señorita Lots!

—No intento asustarle —replicó la señorita Edie, olvidándose de hablar en voz baja a causa de la preocupación que le causaba aquel muchacho descreído—. Yo he vivido aquí toda mi vida. Sé que lo que estoy diciendo es cierto. He visto cómo ocurrían cosas horribles a los que venían aquí y desafiaban la vieja leyenda. Podría contarle muchas historias de gente que…

—Guárdelas para cuando regresen los otros y entonces podrá contárnoslas —dijo Jack—. Nos gustará mucho oír esas viejas historias absurdas. Nos gusta reírnos.

La señorita Edie le miró con enfado. No podía soportar a aquel niño sonriente, que no creía en nada de lo que ella afirmaba. La mayor parte de las personas se atemorizaban. Bajó el tono de su voz.

—El espíritu del viejo castillo vuelve a mostrarse inquieto —dijo con un tono que sonaba verdaderamente misterioso—. ¡Lo noto! No me extraña que se vuelvan a oír ruidos. Ahora ocurrirán otras cosas. Siempre sucede así,

—¡Esto es aplastante! —exclamó Jack, que aparentaba sentirse muy divertido—. ¿Qué clase de cosas? Estoy seguro de que los demás se emocionarán cuando oigan todo esto.

La señorita Edie ya estaba harta de Jack.

—No voy a contarles cosas para que ustedes se burlen —dijo en tono desagradable—. Mejor será que esperen y vean lo que ocurre. ¡Pero pueden estar seguros de que mis palabras se realizarán! Siempre se inician con estos ruidos, que son una advertencia, no cabe duda.

—No cabe duda —asintió Jack muy animado—. Es muy amable por parte de los espíritus de este viejo castillo el advertirnos de un modo tan emocionante. ¿Dónde está, pues, la caja de música? Me gustará ponerla en marcha, si no tiene reparo en ello el espíritu del castillo.