El invierno de 1950 señaló una nueva evolución en la situación militar de Vietnam.
Después de su gran victoria en la batalla de la frontera, nuestras fuerzas emprendieron una serie de importantes campañas en la región media, sucesivamente en la ruta número 18 y en Ha Nam-Dinh-Minh Binh en 1951, en Hoa Binh durante el invierno de 1951 y la primavera de 1952 y en el noroeste en el invierno de 1952.
En el curso de esas campañas, todas victoriosas, el enemigo perdió decenas de millares de hombres y liberamos amplios territorios en la región montañosa del norte de Vietnam. Las importantes provincias de la frontera chinovietnamita: Cao Bang, Lang Son, Lao Cai, la provincia de Hoa Binh, que une el Viet Bac a la IV interzona, la mayor parte de la región al noroeste del Río Rojo hasta la frontera vietnamita-laosiana fueron sucesivamente liberadas. Nuestra retaguardia se extendió considerablemente. En la región montañosa del norte de Vietnam, el enemigo no ocupaba ya más que la provincia de Hai Ninh al noreste, la ciudad de Lai Chau y el campo fortificado de Na San en el noroeste.
Mientras el grueso de nuestro ejército iba de victoria en victoria en el frente principal, la lucha guerrillera se intensificó considerablemente en toda la retaguardia enemiga en el norte. Especialmente en el curso de la campaña de Hoa Binh, nuestras unidades regulares penetraron profundamente en la zona ocupada del delta del Río Rojo. En coordinación con las tropas locales y las formaciones paramilitares, ensancharon nuestras bases y zonas guerrilleras y liberaron a millones de compatriotas. El enemigo no controlaba más que un tercio de las aldeas que ocupaba en los alrededores inmediatos de las carreteras y las ciudades importantes.[22]
En los otros frentes situados en la retaguardia enemiga, en el Binh-Tri-Thien, en el sur del centro de Vietnam y en el sur de Vietnam, las guerrillas continuaban actuando y ampliándose, causando serias pérdidas al adversario.
Durante el verano de 1953 las fuerzas del Pathet Lao, cooperando estrechamente con las unidades de voluntarios vietnamitas, lanzaron un ataque contra la ciudad de San Neua, aniquilando a la mayor parte de la guarnición. La liberación de toda la provincia de San Neua y de vastas zonas del Alto Laos constituyeron una nueva amenaza para el enemigo.
Si se considera la fisonomía del teatro de operaciones en el frente norte de Vietnam, se comprueba que a partir de 1950 nuestras fuerzas conservaron constantemente la iniciativa, reduciendo cada vez más al enemigo a la defensiva. Para salir de este callejón sin salida, aquél apeló cada vez más a los norteamericanos, cuya intervención en la guerra de agresión en Indochina no cesó de intensificarse. Durante ese tiempo el gobierno francés relevó muchas veces el mando de su Cuerpo Expedicionario. Después de la batalla de la frontera, envió a Indochina a su mejor general, De Lattre de Tassigny. Todos sabemos que desde el reagrupamiento de las fuerzas y la creación de una línea de fortines hasta la ofensiva de Hoa Binh, todas las tentativas del general De Lattre de Tassigny para recuperar la iniciativa de las operaciones fracasaron totalmente. Su sucesor, el general Salan, asistió impotente a las aplastantes derrotas del Cuerpo Expedicionario Francés en los frentes del noroeste y del Alto Laos.
En esas críticas circunstancias, los norteamericanos aprovecharon el armisticio de Corea para intervenir más activamente en Indochina. El plan Navarre marcó una nueva tentativa franconorteamericana para prolongar y extender la guerra de agresión.
Hacia mediados del verano de 1953, de acuerdo con Washington, el gobierno francés designó al general Navarre como comandante en jefe de las fuerzas francesas en Indochina.
El general Navarre y los Estados Mayores francés y norteamericano estimaron que el Cuerpo Expedicionario Francés se encontraba en una situación cada vez más crítica a consecuencia de que, para hacer frente a la actividad de nuestros guerrilleros, había diseminado extraordinariamente sus efectivos en millares de puestos y guarniciones esparcidas por todos los frentes. De hecho no quedó ninguna fuerza móvil bastante poderosa para resistir a los ataques de nuestro ejército regular. Durante este tiempo nuestras fuerzas crecían sin cesar, los efectivos de nuestras unidades móviles aumentaban de día en día, nuestras campanas tomaban cada vez más amplitud.
Partiendo de esta comprobación, el general Navarre y el Pentágono elaboraron un plan con la esperanza de mejorar la situación y obtener en breve plazo un éxito estratégico decisivo.
El plan Navarre preconizaba la organización de una fuerza móvil estratégica muy poderosa, capaz de destruir rápidamente todas nuestras ofensivas y aniquilar después al grueso de nuestras fuerzas. El general Navarre ordenó retirar de ciertos puestos sus mejores unidades europeas y africanas para reagruparlas. Al mismo tiempo recibió refuerzos de Francia, Alemania occidental, África del Norte y Corea.
En la ejecución de su plan el enemigo tropezó ya con una seria contradicción, con una grave dificultad: si mantenía la dispersión de sus efectivos para ocupar el terreno, le era imposible constituir una fuerza móvil poderosa; en cambio, si retiraba sus tropas de ocupación para reagruparlas, nuestros guerrilleros se aprovecharían para intensificar sus actividades, sus puestos serían amenazados o aniquilados, las autoridades títeres locales derribadas, y se restringirían las zonas ocupadas por el Cuerpo Expedicionario Francés. El general Navarre creyó resolver esta dificultad desarrollando en amplia escala las formaciones complementarias vietnamitas destinadas a relevar a las unidades europeas y africanas que se transferían a los puntos de reagrupamiento. En realidad este procedimiento no era nuevo: fue ya sistemáticamente aplicado por el general De Lattre de Tassigny. Ante una nueva situación cargada de amenazas, el general Navarre, de acuerdo con el plan franconorteamericano, decidió organizar 54 batallones vietnamitas y duplicar esa cifra al año siguiente. Posteriormente el enemigo tuvo que reconocer que con ese plan no pudo resolver el problema, pues el aumento de fuerzas complementarias vietnamitas no hizo sino aumentar cuantitativamente los efectivos a expensas de su calidad.
Los franceses y los norteamericanos pretendieron emplear esta importante fuerza móvil para un plan bastante audaz: aniquilar nuestro ejército regular y terminar la guerra en dieciocho meses.
Concentrando sus fuerzas en el delta del Río Rojo durante el otoño e invierno de 1953, pensaban emprender violentas operaciones de limpieza para destruir nuestras bases guerrilleras mientras lanzaban ataques contra nuestra zona libre a fin de inmovilizar, desgastar y agotar a nuestras fuerzas regulares. Simultáneamente continuaban creando activamente nuevas unidades complementarias y reagrupando a sus fuerzas.
Después del invierno, que es la época de las grandes operaciones en el norte de Vietnam, aprovechando un descanso tomado por nuestras tropas, trasladaron, a comienzos de 1954, la mayor parte de sus unidades móviles al sur, donde las condiciones climatológicas eran más favorables en esa estación. Intentaban lanzar grandes operaciones para ocupar todas las zonas libres que nos quedaban en la V y la IX interzonas. El dominio de estas regiones les permitiría eliminar la grave amenaza que constituían estas zonas libres. Aprovechándose del entusiasmo provocado por estas victorias, reclutarían nuevas unidades complementarias, activando al mismo tiempo el reagrupamiento de sus fuerzas móviles para preparar una ofensiva decisiva en el frente del norte.
Si ese plan pudiese realizarse con éxito, en el otoño e invierno de 1954, trasladarían al norte todas sus fuerzas, considerablemente aumentadas y, además, fortalecidas por sus recientes combates victoriosos, para lanzar una gran ofensiva contra nuestras bases que les permitiría ocupar nuevos territorios, aniquilar la mayor parte de nuestras unidades regulares, terminar la guerra y transformar definitivamente a Vietnam en colonia y en base militar de los imperialistas franconorteamericanos.
Poniendo en obra este plan, el enemigo concentró sus fuerzas durante el verano de 1953. A comienzos del otoño, sus agrupaciones móviles ascendían a 84 batallones en toda Indochina.
Para realizar la primera fase táctica de su plan, el general Navarre reunió en el delta del Río Rojo más del 50% de las fuerzas móviles de toda Indochina y proclamó su intención de pasar a la ofensiva para recuperar la iniciativa de las operaciones. Empleó decenas de batallones en violentos peinados del delta a fin de consolidar su retaguardia. Un raid paracaidista sobre Lang Son se consideró como un golpe muy duro asestado a nuestra retaguardia, aunque en realidad no sufrimos más que daños insignificantes. El enemigo lanzó contra Nho Quan y la región limítrofe de las provincias de Ninh Binh y Thanli Hoa un ataque de envergadura que presentó como el preludio de una ocupación inminente de esta última provincia, pero sus tropas tuvieron que replegarse después de haber sufrido graves pérdidas.
En el noroeste evacuó la guarnición de Na San para llevarla al delta. Esta posición, que había sido considerada hasta entonces como un «segundo Verdún» que debería cerrar el camino «al avance comunista hacia el sur», perdió súbitamente todo interés militar al menos en su propaganda. Sus agentes organizaron bandas de piratas que continuaban operando en amplias zonas al norte de esta localidad después de su evacuación.
El 20 de noviembre de 1953, fuerzas bastante importantes fueron aerolanzadas en el valle de Dien Bien Fu. La intención del Cuerpo Expedicionario Francés era reforzar esta posición para marchar después sobre Tuan Giao y Son La, reocupar Na San y enlazar con Lai Chau. Dien Bien Fu se convertiría así en un sólido punto de apoyo que amenazaría el flanco de nuestra base del Viet Bac. El alto mando francés esperaba con ello obligarnos a distribuir nuestras tropas entre el delta y la montaña, mientras protegía el Alto Laos y creaba una base para la gran ofensiva que proyectaba, con un ala subiendo de la llanura y otra descendiendo de Dien Bien Fu. Dien Bien Fu se convirtió así poco a poco en una posición clave del plan Navarre.
Está claro que durante ese otoño e invierno todas las actividades del enemigo tendían a un mismo fin: reagrupar sus tropas, consolidar su retaguardia, diezmar y dispersar nuestras fuerzas y preparar las condiciones favorables para grandes operaciones futuras. Estimaba que la primera fase de su plan había sido un éxito precisamente cuando se inició nuestra campaña de otoño-invierno.
Desde el alto al fuego en Corea habíamos previsto que franceses y norteamericanos trasladarían sus esfuerzos a Indochina, reforzando su potencia para extender las hostilidades. A comienzos del verano de 1953 la situación del Cuerpo Expedicionario Francés se agravó visiblemente. Aprovechando las dificultades que encontró después de sus derrotas sucesivas a partir de 1950, los Estados Unidos intervinieron más a fondo en la dirección de la guerra.
Mientras tanto, nuestro ejército y nuestro pueblo estaban en condiciones de lanzarse a sus grandes campañas victoriosas. Las guerrillas intensificaban sus actividades en todas las regiones ocupadas. Nuestro ejército había adquirido más experiencia táctica; las experiencias de las campañas así como la instrucción militar contribuyeron a elevar sensiblemente su nivel táctico y técnico. Además, apareció un factor nuevo: la política de reducción de las rentas sobre las tierras y de realización de la reforma agraria decidida por el partido y el gobierno. Después de los cursos de educación política sobre la movilización de las masas campesinas para la reforma agraria, nuestros cuadros y combatientes comprendieron el objetivo de nuestra lucha: el ejército se batía por la independencia nacional y se batía también para que la tierra fuese de los campesinos. Su combatividad aumentó con ello considerablemente. Nunca, anteriormente, nuestro ejército, pleno de entusiasmo, estuvo tan dispuesto a marchar al frente para aniquilar al enemigo.
Debíamos destruir a toda costa el plan Navarre y los nuevos propósitos de los imperialistas. ¿Pero cuál debía ser nuestro plan de operaciones? Frente a las nuevas dificultades que surgían, ¿cómo analizar la situación para determinar una justa línea de acción que garantizase la victoria?
Concretamente, el problema era el siguiente: el enemigo estaba tratando de concentrar fuerzas en el delta para lanzar ofensivas contra nuestra zona libre. ¿Debíamos concentrar nuestras fuerzas para hacerle frente o llevarlas en otra dirección para realizar nuestra propia ofensiva en otros sectores? Era un problema verdaderamente difícil. Al reunir nuestras fuerzas para combatir al enemigo en el delta, podíamos defender nuestra zona libre. Pero el Cuerpo Expedicionario era aún poderoso y nuestras unidades podrían sufrir pérdidas. En cambio, atacando en otros sectores con el grueso de nuestras fuerzas, podíamos explotar los puntos vulnerables del adversario para asestarle golpes más mortíferos aunque se mantuviese la amenaza sobre nuestra zona libre.
Después de un examen profundo de la situación, el Comité Central del partido lanzó, para destrozar el plan Navarre, la consigna siguiente: «Dinamismo, iniciativa, movilidad, rapidez de decisión ante las situaciones nuevas». Conservando la iniciativa, debíamos concentrar nuestras fuerzas para atacar los sectores estratégicos que el enemigo había dejado relativamente al descubierto. Si lográbamos conservar la iniciativa, podríamos obtener triunfos que obligarían al adversario a dispersar de nuevo sus fuerzas y finalmente le impediríamos realizar su plan de ataque contra nuestra zona libre. En cambio, manteniéndonos a la defensiva, no solamente nos colocábamos en la imposibilidad de infligir pérdidas al enemigo, sino que corríamos el riesgo de sufrirlas nosotros mismos y finalmente no podríamos descartar la amenaza que pesaba sobre nosotros.
En todos los frentes el plan de nuestra campaña de invierno-primavera materializó esta concepción estratégica. En octubre decenas de millares de trabajadores civiles fueron movilizados para activar los preparativos. Hacia mediados de noviembre nuestras unidades regulares se pusieron en marcha hacia el frente. Comenzaba la campaña de invierno-primavera.
El 10 de diciembre de 1953 abrimos el fuego en el frente de Lai Chau después de haber liquidado o forzado a rendirse a millares de piratas en las regiones de Muong La y Chau Thuan. En la noche misma del 10, tomamos el puesto avanzado de Pa Ham, a unos treinta kilómetros de Lai Chau. Desde que comprobó la llegada de nuestras unidades regulares, el enemigo, lleno de pánico, ordenó a la guarnición evacuar Lai Chau y retirarse a Dien Bien Fu por las pistas de la montaña.
Nuestras tropas marcharon sobre Lai Chau mientras una de nuestras columnas atacó en dirección al oeste para cortar la retirada del enemigo, cercarle y aniquilarle. El 12 de diciembre Lai Chau fue liberado.
El 13, en Muong Pon, aniquilamos a la columna enemiga que se batía en retirada. Después de diez días y diez noches de combate, de persecución y cerco en una región montañosa muy accidentada, liberamos todo lo que restaba de la zona ocupada por el Cuerpo Expedicionario en la provincia de Lai Chau. El adversario perdió 24 compañías.
Fue la primera gran victoria de nuestra campaña de invierno-primavera. Reafirmó la confianza de nuestro ejército y nuestro pueblo. Este triunfo obligó, además, al alto mando francés a enviar refuerzos a Dien Bien Fu, y fue el primer fracaso del plan de reagrupamiento de las fuerzas de Navarre.
Nuestras fuerzas comenzaron a cercar el campo fortificado de Dien Bien Fu.
Mientras proseguían los preparativos para la toma de Lai Chau, las unidades de voluntarios vietnamitas recibieron la orden de cooperar con las tropas del Pathet Lao para romper el frente del Medio Laos donde el enemigo estaba relativamente al descubierto. A primeros de diciembre el enemigo descubrió nuestros planes y envió urgentes refuerzos a dicho sector. El 22 de diciembre unidades vietnamitas y laosianas se apoderaron del puesto fortificado de Ban Nafao, que controlaba la frontera. Otras unidades penetraron hasta la retaguardia enemiga. Después de una serie de victorias, las fuerzas vietnamitas y laosianas marcharon rápidamente hacia Thakhet persiguiendo a la columna enemiga que se batía en retirada por la ruta número 9.
El enemigo, derrotado, evacuó Thakhet y se replegó hacia Seno, cerca de Savannakhet, después de haber perdido tres batallones de infantería y una unidad de artillería. El 27 de diciembre las unidades del Pathet Lao y los cuerpos de voluntarios vietnamitas, entraron en Thakhet, alcanzando la orilla izquierda del Mekong. Las zonas liberadas se extendieron hasta la ruta número 9. Esta fue nuestra segunda victoria importante en la campaña de invierno-primavera. Para detener a tiempo nuestra acción, el alto mando francés tuvo que retirar fuerzas móviles del delta del Río Rojo y del sur de Vietnam, y enviarlas a Seno, que fue transformado en un gran dispositivo fortificado para impedir la penetración de las unidades vietnamitas y laosianas en el Bajo Laos. El general Navarre se vio obligado a seguir dispersando sus tropas en varias direcciones.
Mientras se desarrolla nuestra ofensiva en el frente del Medio Laos, un destacamento de las fuerzas laosianas y vietnamitas, avanzando por las pistas de las montañas, se infiltró en el Bajo Laos, enlazando con las unidades regionales.
Los días 30 y 31 de diciembre las fuerzas laosianas y vietnamitas destruyeron un batallón enemigo en la región de Attopeu y liberaron la ciudad. Explotando su victoria, avanzaron en dirección de Saravane y liberaron toda la meseta de Bolovens hasta el sur de la ruta número 9.
El enemigo tuvo que enviar refuerzos a Paksé.
Pese a sus derrotas en diversos sectores, el enemigo seguía sobrestimando sus posibilidades. Como había ocupado sin dificultades Dien Bien Fu, pensó que no estábamos en condiciones de atacar. Estimó que el campo fortificado era demasiado poderoso para nuestras tropas y que su alejamiento de nuestra retaguardia planteaba a nuestro ejército, en caso de ataque, dificultades de aprovisionamiento insuperables. Consideró que si habíamos pasado a la ofensiva en varias direcciones era porque no sabíamos qué hacer ante Dien Bien Fu. Creía que en poco tiempo nos veríamos obligados a evacuar el noroeste a causa de dificultades logísticas. Entonces sería la ocasión de infligir grandes pérdidas a nuestras unidades regulares y continuar la ejecución de su plan ocupando Tuan Giao y Son La, y hasta volviendo a Na Sam.
Esta persistente sobrestimación de sus fuerzas le llevó a lanzarse a la operación Atlante contra el sur de Fu Yen, en la V interzona. Este ataque, preparado durante largo tiempo, debía ser, según las previsiones del plan Navarre, el primer paso para la ocupación de toda nuestra zona libre en el sur de Vietnam Central.
De acuerdo con nuestro principio estratégico: «dinamismo, iniciativa», nuestras tropas de la V interzona recibieron la orden de dejar sólo una pequeña parte de sus efectivos para contener al enemigo, y que el grueso de nuestras fuerzas pasase a la ofensiva en el norte de los altiplanos. Iniciamos la campaña el 26 de enero de 1954. Inmediatamente nos apoderamos de Mang Den, el más poderoso subsector de la provincia. Poco después, el puesto de Dakto cayó en nuestras manos y liberamos todo el norte de la provincia de Kontum. El 17 de febrero liberamos la capital de la provincia, barriendo al enemigo de todo el norte de los altiplanos. Nuestras tropas alcanzaron la ruta número 19. Simultáneamente efectuamos una incursión hacia Pleiku. El enemigo, derrotado, tuvo que detener su ofensiva en las llanuras costeras de la V interzona y retirar unidades del Medio Laos y de la región de Hue para reforzar su dispositivo de los altiplanos.
Esta nueva victoria de nuestro ejército probó una vez más la justeza de la dirección del Comité Central. La desmoralización del enemigo aumentaba de día en día. Las unidades que había retirado del delta del Río Rojo para reforzar el Medio Laos tuvieron que ser enviadas a los altiplanos. El enemigo, que había concentrado sus fuerzas para una ocupación rápida de nuestra liberada V interzona, se veía obligado a dispersarlas para hacer frente a nuestros golpes.
Nuestra ofensiva en los altiplanos continuó hasta junio de 1964, obteniendo varias victorias, especialmente la de la batalla de An Khe, donde hicimos pedazos la agrupación móvil número 100 llegada de Corea, con lo que liberamos An Khe y recuperamos un gran número de vehículos y una importante cantidad de municiones.
Después de la caída de Lai Chau, Dien Bien Fu se encontró totalmente aislado. Para restablecer la comunicación entre el campo fortificado y el Alto Laos, el alto mando francés envió tropas con el propósito de controlar la cuenca del Nam Hou hasta Muong Khoa.
Para desconcertar al adversario, seguir debilitándolo y obligarle a dispersar todavía más sus tropas, creando así condiciones favorables para el ataque a Dien Bien Fu, nuestras unidades recibieron la orden de cooperar con las del Pathet Lao a fin de liberar el valle de Nam Hou.
El 26 de enero, las fuerzas vietnamitas y laosianas atacaron Muong Khoa, aniquilando a un batallón de tropas europeas. Explotando ese éxito, limpiaron de enemigos el valle de Nam Hou y avanzaron hasta las puertas de Luang Prabang, mientras una columna lanzó una vanguardia hacia el norte y liberó a Fong Sa Ly.
Ante nuestra potente ofensiva el enemigo tuvo que retirar más unidades móviles del delta del Rio Rojo para enviarlas al Alto Laos. Navarre se vio obligado así a acentuar la dispersión de sus fuerzas.
Aprovechando que el enemigo estaba en difícil situación en todos los frentes, nuestras fuerzas armadas locales y nuestras milicias populares guerrilleras intensificaron sus actividades en su retaguardia en coordinación con el frente principal.
En el delta del Río Rojo las posiciones cayeron en serie, la ruta número 5 fue gravemente amenazada y a veces cortada durante semanas. En particular, en el curso de las dos grandes incursiones contra los aeródromos de Cat Bi (7 de marzo de 1954) y de Gia Lam (8 de marzo de 1954), destruimos 78 aparatos enemigos.
En las provincias de Quang Binh, Quang Tri, Thua Thien[23] y en el extremo sur de Vietnam central, nuestras fuerzas estaban activas. Ampliaron nuestras bases guerrilleras y obtuvieron grandes éxitos en el trabajo de propaganda entre el enemigo.
En el Nam Bo, durante toda la campaña de invierno, intensificando sus actividades de coordinación, nuestras fuerzas obtuvieron brillantes triunfos: más de un millar de posiciones y de fortines fueron tomados o forzados a replegarse y numerosas localidades fueron liberadas. Millares de soldados enemigos se pasaron a nuestras filas.
Desde marzo de 1954 el desarrollo de las operaciones indicaba ya el fracaso del plan Navarre. En lo esencial, el reagrupamiento de sus fuerzas se frustró. Las unidades móviles del Cuerpo Expedicionario no estaban concentradas ya en el delta del Río Rojo, sino dispersas en diversas direcciones: en Luang Prabang y Muong Sai, en el Alto Laos; en Seno, en el Medio Laos, al sur de los altiplanos en la V interzona. Importantes efectivos estaban inmovilizados en Dien Bien Fu. En el delta del Río Rojo las fuerzas móviles no contaban ya más que con 20 batallones cuya mayor parte había perdido su movilidad al esparcirse para la defensa de las vías de comunicación, principalmente la ruta número 5.
Las hostilidades tomaron un sesgo no previsto por el enemigo.
Mientras que el general Navarre pretendía reagrupar sus fuerzas en el delta del norte para recuperar la iniciativa de las operaciones, le obligamos a desperdigarlas en diversas direcciones, poniéndole constantemente a la defensiva.
Nuestras fuerzas regulares, lejos de sufrir las pérdidas que Navarre pretendía infligirles, le asestaron golpes muy duros.
Mientras que el general Navarre intentaba pasar a la ofensiva contra nuestra zona libre, atacamos su propia retaguardia, amenazando el conjunto de sus dispositivos.
Sin embargo, los generales franceses y norteamericanos se negaron a reconocer lo trágico de esta situación. Seguían estimando que durante el invierno de 1953 y la primavera de 1954 nuestras tropas habrían agotado toda su capacidad ofensiva, que tendrían que replegarse, que seríamos absolutamente incapaces de proseguir las operaciones y que en ese momento habría llegado su oportunidad.
Por ello, para recuperar la iniciativa, el 12 de marzo el enemigo continuó la operación Atlante momentáneamente interrumpida y desembarcó en Qui Nhom.
No podía imaginarse que al día siguiente, 13 de marzo de 1954, nuestras fuerzas lanzarían su gran ataque contra Dien Bien Fu. Comenzaba la histórica batalla.
El valle de Dien Bien Fu, con 18 kilómetros de ancho, en las montañas del noroeste, es la mayor y más rica de las cuatro llanuras de esta accidentada región, cercana a la frontera vietnamita-laosiana. Domina una importante red de comunicaciones: al norte hacia Lai Chau; al este y el sureste hacia Tuan Giao, Son La y Na Sam; al oeste hacia Luang Prabang, y al sur hacia San Neua. En el teatro de operaciones del Bac Bo y el Alto Laos, Dien Bien Fu constituye una posición estratégica de primera importancia, que puede convertirse en una excelente base aeróterrestre.
La guarnición, que al comienzo sólo contaba con diez batallones, fue reforzada progresivamente durante la batalla. En el momento de nuestro ataque se elevaba a 17 batallones y 10 compañías, en su mayoría unidades selectas integradas por europeos, africanos y paracaidistas. El campo disponía, además, de tres grupos de artillería, un batallón de ingenieros, una compañía de blindados, una unidad de transporte de 200 camiones y una escuadrilla permanente de 12 aviones. En total, 16 200 hombres.
Las fuerzas estaban repartidas en tres subsectores que debían sostenerse mutuamente, englobando 49 puntos de apoyo. Cada uno de ellos tenía su dispositivo de defensa autónoma y varios estaban agrupados en «centros de resistencia complejos», dotados de fuerzas móviles y artillería y rodeados de trincheras y alambradas en centenares de metros de profundidad. Cada subsector incluía numerosos centros de resistencia bien fortificados.
El subsector más importante era el central, situado en el corazón de la aldea de Muong Thanh, capital del distrito de Dien Bien Fu. Cerca de los dos tercios de la guarnición estaban concentrados allí. Se componía de muchos centros de resistencia ligados que protegían el puesto de mando, las bases de artillería y la intendencia, así como el aeródromo. Al este un conjunto de colinas formaba el dispositivo de defensa más importante del subsector. El enemigo había afirmado en diversas ocasiones que Dien Bien Fu era una fortaleza inexpugnable, y que jamás la lograríamos conquistar. En efecto, el subsector central por sí solo disponía de poderosos efectivos y las alturas del este eran difícilmente atacables. Además, la artillería y los blindados de la base eran bastante potentes para destruir toda tentativa de aproximación a través de la llanura; el sistema de trincheras y alambradas bastaba para rechazar nuestros asaltos; las fuerzas móviles formadas por batallones de paracaidistas estaban prestas a apoyar a los centros de resistencia contraatacando nuestras oleadas de asalto.
El subsector norte englobaba los centros de resistencia de Him Lam, Doc Lap y Ban Keo. Las posiciones muy fortificadas de Him Lam y Doc Lap debían detener toda ofensiva de nuestras tropas procedentes de Tuan Giao y Lai Chau.
En cuanto al subsector sur, llamado también subsector de Hong Cum, debía detener toda ofensiva que partiera del sur y proteger la carretera hacia el Alto Laos.
La artillería enemiga estaba repartida en dos bases, una en Muong Thanh y otra en Hong Cum, que podían sostenerse mutuamente y proteger todos los puntos de apoyo circundantes.
Dien Bien Fu poseía dos aeródromos, el principal en Muong Thanh, y un terreno de reserva en Hong Cum. Un puente aéreo directo con Hanoi y Haifong aseguraba un tráfico diario promedio de 70 y 80 transportes de aprovisionamiento.
Los aviones de reconocimiento y de caza de la escuadrilla permanente volaban sin cesar sobre la región. Las misiones de ametrallamiento y bombardeo eran ejecutadas por aviones que llegaban de las bases de Gia Lam y Cat Bi.
El general Navarre afirmaba que, con fuerzas tan poderosas y un dispositivo de defensa tan sólido, Dien Bien Fu era una «fortaleza inexpugnable». El general norteamericano O’Daniel, después de haber visitado el campo, fue de la misma opinión. Partiendo de este punto de vista subjetivo, el enemigo consideró como poco probable que nuestras tropas pudiesen lanzar una ofensiva contra Dien Bien Fu y hasta se alegraría de que le atacásemos, pues ello le daría oportunidad de infligirnos una severa derrota.
Por nuestra parte, inmediatamente después de la liberación de Lai Chau, nos planteamos el ataque a Dien Bien Fu. Considerábamos que la base, por muy bien fortificada que estuviese, tenía sus puntos vulnerables. Un ataque presentaba para nosotros una multitud de dificultades de orden operativo, táctico y logístico, ciertamente enormes pero no insuperables. Después de haber analizado la situación de las dos partes en presencia y pesado bien el pro y el contra, decidimos atacar con la consigna de atacar y avanzar a paso seguro. Nuestra táctica sería atacar separadamente cada centro de resistencia del enemigo, cada parte del campo fortificado, para crear las condiciones de una ofensiva general que aniquilaría completamente el campo.
Entre el día en que fueron lanzadas en Dien Bien Fu tropas paracaidistas y el inicio de nuestra campaña habían transcurrido cerca de tres meses. Durante ese tiempo la guarnición mejoró cuanto pudo su sistema defensivo, recibió refuerzos, abrió nuevas trincheras y consolidó sus atrincheramientos. Pero esos tres meses fueron igualmente para nosotros tres meses de intensos preparativos de nuestro ejército y nuestro pueblo, que, aplicando las directrices del Comité Central del partido y del gobierno, hicieron los mayores esfuerzos para garantizar el éxito de la campaña de invierno-primavera, de la que Dien Bien Fu era la clave. Nuestras tropas lograron liberar los sectores circundantes, aislar completamente el campo atrincherado, obligar al enemigo a diseminar sus fuerzas y reducir asi sus posibilidades de enviar ulteriormente refuerzos a los sitiados. Para allanar todas las dificultades tácticas, abrimos a costa de indecibles esfuerzos los caminos carreteros, los pasos para el transporte de los cañones, construimos casamatas para la artillería, arreglamos el terreno para la ofensiva y el cerco; en resumen, modificamos en nuestro favor el terreno del campo de batalla. Logramos nuestro objetivo con enormes dificultades. Pedimos a la población de la región que suministrase los víveres; se establecieron líneas de abastecimiento de varios centenares de kilómetros, desde Thanh Hoa o Fu Tho hasta el noroeste. Por caminos muy accidentados y elevados puertos montañosos, empleamos todos los medios imaginables para resolver el problema de los transportes. Durante meses un torrente ininterrumpido de tropas y trabajadores voluntarios subió sin cesar al frente a despecho de los bombardeos y ametrallamientos de la aviación enemiga.
Todos los preparativos se terminaron en los primeros días de marzo: la artillería se abrigó en sólidas casamatas, el terreno se acondicionó para servir de base de partida a la ofensiva, los víveres y municiones fueron almacenados en cantidades suficientes. Compenetrados del sentido y del objetivo de la campaña, los cuadros y los combatientes estaban firmemente decididos a aniquilar al enemigo. Estaban persuadidos de que sólo la destrucción del campo fortificado de Dien Bien Fu permitiría destruir el plan Navarre.
El 13 de marzo de 1954 nuestras tropas recibieron la orden de atacar Dien Bien Fu.
La campaña se desarrolló en tres fases: en la primera, nuestras tropas aniquilaron el subsector norte; en la segunda, la más larga y la más encarnizada, tomaron las alturas del este del subsector central y estrecharon el cerco; en la tercera, desataron la ofensiva general y aniquilaron al enemigo.
La primera fase se inició el 13 de marzo y finalizó el 17 de ese mismo mes. En la noche del 13, nuestras tropas tomaron el centro de resistencia de Him Lam, obra defensiva sólidamente fortificada que dominaba la carretera de Tuan Giao a Dien Bien Fu. El combate fue de los más encarnizados. Con un fuego concentrado, todas las baterías enemigas arrojaron sobre nuestras fuerzas de asalto decenas de millares de obuses. Nuestras tropas se apoderaron de la posición por la noche. Esta primera victoria tendría profundas repercusiones en el desarrollo de la campaña.
En la noche siguiente, el 14 de marzo, nuestras tropas se concentraron para asaltar el centro de resistencia de Doc Lap, segunda obra fortificada del subsector norte, que dominaba la carretera de Lai Chau a Dien Bien Fu. La batalla duró hasta el amanecer del día siguiente. El enemigo puso en acción todos sus medios para rechazar nuestros ataques, lanzó miles de obuses y, desde Muong Thanh, envió unidades móviles apoyadas por tanques para mantener la posición. Nuestras tropas combatieron con heroísmo, se apoderaron del punto de apoyo y rechazaron los refuerzos llegados en socorro de la guarnición.
El tercero y último centro de resistencia del subsector norte, el puesto de Ban Keo, se encontró así aislado y directamente amenazado. Ese punto de apoyo poco sólido estaba defendido por una guarnición formada en su mayoría por tiradores de Thai. El 17 de marzo, abandonó el combate y se rindió. Después de la conquista del subsector norte la presión se acentuó en el sector central, ahora al descubierto en sus dos flancos este y norte.
En los combates de la primera fase, la rapidez de nuestras decisiones tácticas, la excelencia de nuestra defensa antiaérea y de nuestros fuegos de contrabatería disminuyeron mucho la eficacia de la aviación y la artillería enemigas. Además, la precisión de nuestros tiros infligió al enemigo grandes pérdidas. Comenzábamos a amenazar el aeródromo principal. Nuestras baterías de DCA, que entraron en acción por primera vez, abatían muchos aviones. Pero, por encima de todo, fue su heroísmo, su espíritu de sacrificio y su voluntad de vencer lo que distinguió a nuestras tropas en el curso de estos combates.
El brillante triunfo que cerró la primera fase de las operaciones entusiasmó a nuestro ejército y a nuestro pueblo y dio a todos la certeza de la victoria final. En cuanto al enemigo, pese a los golpes recibidos, aún tenía confianza en la capacidad de resistencia del subsector central, en el poder de su artillería y de su aviación. Confiaba en haber infligido tan pesadas pérdidas a nuestras tropas, que éstas no podrían ya continuar su ofensiva, y serían obligadas a retirarse a consecuencia de las dificultades logísticas ocasionadas inevitablemente por la prolongación de la campaña y la destrucción de sus comunicaciones.
La segunda fase fue la más importante de la batalla, pues tenía como objetivo el subsector central, el más poderoso de todos. Su posición en el centro de la llanura de Muong Thanh nos obligó a resolver un gran número de nuevas dificultades en cuanto a la realización de las operaciones. Nuestras tropas tuvieron que trabajar hasta el agotamiento para terminar los preparativos. Fue necesario abrir una amplia red de trincheras que, partiendo de las colinas circundantes, surcaran la llanura a fin de bloquear el subsector central y aislarlo totalmente del sector sur. Esta progresión de nuestras líneas que cercaban las posiciones adversarias se hizo a costa de duros combates. El enemigo intentó encarnizadamente impedir nuestros preparativos. En el curso de incesantes acciones, bajo los ametrallamientos y bombardeos de la aviación y el martilleo de la artillería, nuestras tropas se acercaban cada vez más a sus posiciones con una fuerza irresistible.
La segunda fase de la batalla comenzó en la noche del 30 de marzo. Lanzamos un ataque de gran envergadura para conquistar las alturas del este y cierto número de puntos de apoyo del oeste a fin de cerrar nuestro cerco, y dificultar y cortar el aprovisionamiento de la guarnición.
En esa noche del 30 de marzo concentramos efectivos importantes para atacar simultáneamente las cinco alturas fortificadas del este. En la misma noche logramos tomar las colinas E-l, D-l y C-l, pero no llegamos, sin embargo, a adueñamos de la colina A-l, la más importante de todas. La línea defensiva constituida por esas alturas era la clave del sistema defensivo del subsector central. Su pérdida debía acarrear irremediablemente la de Dien Bien Fu. Por eso, los combates fueron de un encarnizamiento inaudito. En la colina A-l, principalmente, la última altura que protegía el puesto de mando del general De Castries, en el curso de combates que duraron desde la noche del 30 de marzo hasta el 4 de abril, nuestras tropas disputaron duramente al enemigo cada pulgada de terreno y ocuparon finalmente la mitad de la posición; sin embargo, enterrado en sus casamatas y trincheras, el adversario resistió todavía en la otra mitad. Cuando no nos habíamos apoderado todavía de la colina A-l, la guarnición recibió refuerzos de tropas paracaidistas. La mañana del 9 de abril desató un contraataque para recuperar la colina C-l. Después de terribles combates cuerpo a cuerpo, que duraron cuatro días y cuatro noches, esta posición fue de nuevo ocupada a medias por el enemigo y a medias por nuestras tropas. Mientras la situación permanecía estacionaria en el este, nuestro cerco se estrechaba todavía más en el norte y en el oeste. Nuestras líneas se acercaban cada vez más a las posiciones del Cuerpo Expedicionario y en ciertos puntos no estaban más que a 10 o 15 metros. A partir de las alturas del este recientemente conquistadas, así como de nuestras líneas avanzadas en el norte y el oeste, nuestra artillería y nuestros morteros no cesaron de machacar las posiciones adversarias. Noche y día los combates continuaron. Tratamos de desgastar al enemigo hostigándole, disparando sin cesar sobre sus líneas, mientras nos esforzábamos por tomar sus puntos de apoyo, uno por uno, mediante una táctica de golpes de mano combinados con ataques masivos.
Hacia mediados de abril, después de la toma de varias posiciones en el norte y el oeste, nuestras líneas llegaron al aeródromo y poco después lo cortaron transversalmente de oeste a este. Habiéndose estrechado todavía más nuestro cerco, los combates se hicieron cada vez más encarnizados. La guarnición lanzó uno tras otro violentos contraataques apoyados por la aviación y los blindados para tratar de arrebatarnos el terreno y obligarnos a aflojar el cerco. El más violento contraataque fue lanzado el 24 de abril para arrojarnos del aeródromo: le costó grandes pérdidas y el aeródromo quedó en nuestras manos.
El sector ocupado por el enemigo se estrechaba de día en día y acabó por reducirse a dos kilómetros cuadrados. Nuestra potencia de fuego era cada vez más efectiva. El aprovisionamiento de la guarnición, ya extremadamente difícil a consecuencia de la pérdida del aeródromo, se hacía ahora por medio de paracaídas. Pero como el terreno que ocupaba era demasiado estrecho y los aviones no se atrevían a descender a poca altura a causa de nuestra DCA, la guarnición no recibía más que una pequeña parte de los víveres y municiones que les lanzaban y el resto caía en nuestras manos. Nuestras tropas recibían así obuses que inmediatamente disparaban contra las posiciones enemigas.
Durante toda la segunda fase, la situación fue siempre muy tensa. Los intervencionistas norteamericanos enviaban bombarderos y aviones de transporte para mantener la base de Dien Bien Fu. Los bombarderos, muy activos, atacaban sin cesar nuestras posiciones y los presuntos emplazamientos de nuestras baterías. Incendiaban con napalm toda la vegetación de las alturas que rodeaban a Dien Bien Fu, machacaban noche y día nuestras líneas de aprovisionamiento, lanzaban bombas de gran potencia, otras de acción retardada y racimos de obuses sobre los caminos. Pero esos desesperados esfuerzos no les dieron los resultados deseados. El enemigo no logró cortar nuestros aprovisionamientos, asegurados por decenas de millares de trabajadores populares e interminables convoyes de caballos y camiones. No pudo impedir la realización de nuestro plan de un cerco cada vez más estrecho, que debía aniquilarlo.
Los generales franceses y norteamericanos comprendieron entonces que el campo fortificado de Dien Bien Fu corría peligro de ser liquidado. El alto mando del Cuerpo Expedicionario pensó en una ocasión en reunir el resto de sus fuerzas para intentar un ataque contra nuestra retaguardia, en dirección del Viet Bac, a fin de cortar nuestras líneas de aprovisionamiento y forzamos a retirarnos por falta de municiones. Pero no tuvo ni fuerza ni posibilidad. Temía, además, que una acción tan temeraria terminase en una catástrofe. En otra ocasión planeó disponer la guarnición de Dien Bien Fu en varias columnas que intentarían romper nuestro cerco y abrirse camino a toda costa hacia el Alto Laos. Tuvo que abandonar igualmente ese proyecto por demasiado arriesgado y se resignó a mantenerse en sus posiciones.
La tercera fase comenzó el 1º de mayo. En el curso de diversos ataques que se sucedieron sin interrupción del 1º al 6, ocupamos sucesivamente la colina C-l, la colina A-l, clave del último sistema defensivo del subsector central, varios puntos ele apoyo que se escalonaban desde la base de las colinas del este hasta la orilla del río Nam Giom y finalmente otros situados al oeste. El enemigo estaba arrinconado en un kilómetro cuadrado, batido desde todas partes por nuestras baterías, sin ninguna altura que le protegiese. El problema del aprovisionamiento se hizo extremadamente grave. La situación de la guarnición era cada vez más precaria y peligrosa: había sonado la hora final del campo fortificado.
En la tarde del 7, partiendo del este y el oeste, nuestras tropas lanzaron un ataque masivo contra el puesto de mando situado en Muong Thanh. En numerosas posiciones el enemigo enarboló bandera blanca y se rindió. A las 7 y 30 nos apoderamos del puesto de mando enemigo. El general De Castries y su Estado Mayor fueron hechos prisioneros. Todo lo que quedaba de la guarnición de Dien Bien Fu se rindió a su vez. Los prisioneros fueron bien tratados por nuestras tropas.
La bandera de nuestro ejército, que lleva en letras de oro la divisa de «Resuelto a combatir, decidido a vencer», ondeó sobre el valle de Dien Bien Fu.
En la noche del 7 atacamos el subsector sur. Toda la guarnición, más de 2000 hombres, fue capturada.
La campaña histórica de Dien Bien Fu terminó con nuestra victoria total. Nuestro ejército había combatido con extraordinario heroísmo durante 55 días y 55 noches.
Durante este tiempo nuestras tropas sé mostraron muy activas en todos los teatros de operaciones para coordinar su acción y la del frente principal.
En la retaguardia del enemigo, en el delta del Río Rojo, aniquilaron una tras otra numerosas posiciones y amenazaron seriamente la ruta número 5.
En la V interzona atacaron la ruta número 19, aniquilando al grupo móvil número 100, liberando An Khe, penetrando profundamente en la región de Cheo Reo y amenazando Pleiku y Banmethuot.
En el Binh-Tri-Thien y en el Nam Bo igualmente nuestras tropas pasaron vigorosamente a la acción.
En el Medio Laos las unidades laosianas y vietnamitas reforzaron sus actividades en la ruta numero 9 y avanzaron hacia el sur.
Nuestras tropas lograron la victoria en todos los frentes.
Tal fue a grandes rasgos la situación militar durante el invierno de 1953 y la primavera de 1954.
En todos los teatros de operaciones hicimos perder al enemigo 112 000 hombres y 177 aviones.
En Dien Bien Fu aniquilamos o hicimos prisioneros a 16 200 hombres, incluido todo el mando del campo fortificado —un general, 16 coroneles, 1749 oficiales y suboficiales—, abatimos o destruimos en tierra 62 aviones de todos los tipos, ocupamos todos los armamentos, municiones y equipos del enemigo, principalmente más de 30 000 paracaídas.
Estas grandes victorias del pueblo vietnamita y de su Ejército Popular, tanto en Dien Bien Fu como en los otros frentes, destrozaron el plan Navarre e impidieron a los imperialistas franceses y norteamericanos prolongar y extender la guerra. Liberaron el norte de nuestro país, contribuyendo al éxito de la Conferencia de Ginebra y al restablecimiento de la paz en Indochina sobre la base del respeto a la soberanía, la independencia, la unidad nacional y la integridad territorial de Vietnam y de los países vecinos, el reino de Khmer[24] y el de Laos.
Son páginas gloriosas en la historia de nuestro Ejército Popular y nuestro pueblo. Ilustran el brillante éxito de nuestro partido en la dirección del movimiento de liberación nacional contra los imperialistas franceses y los intervencionistas norteamericanos.