Dien Bien Fu es la mayor victoria del Ejército Popular vietnamita en nuestra larga guerra de liberación nacional contra los imperialistas franceses y norteamericanos. Por su inmensa repercusión, ha provocado un gran cambio en la situación militar y política de Indochina; ha contribuido decisivamente al éxito de la Conferencia de Ginebra, que debía restablecer la paz en Indochina sobre la base del respeto a la soberanía, a la independencia, a la unidad y a la integridad territorial de Vietnam y de los dos vecinos países amigos, Camboya y Laos.
Con motivo del aniversario de la victoria de Dien Bien Fu, quisiera destacar algunas experiencias de nuestro partido en la dirección de la guerra. Quisiera evocar en primer lugar la firme decisión del ejército y del pueblo de lograr la victoria. El factor decisivo fue la solidaridad del ejército y el pueblo en el combate, bajo la dirección del partido. Para nosotros ésa es la lección más importante. Dien Bien Fu nos ha enseñado que una nación débil y un ejército popular que se lanzan unidos y resueltos a la lucha por la independencia y la paz, son capaces de vencer a todas las fuerzas de agresión, cualesquiera que sean, aunque se trate de las de una potencia imperialista como Francia respaldada por los Estados Unidos.
A comienzos del invierno de 1953, la guerra patriótica entraba en su octavo año.
Después de la liberación de la zona fronteriza (1950), nuestras tropas habían obtenido constantes victorias en diversas campañas y habían conservado constantemente la iniciativa de las operaciones en todos los frentes del norte de Vietnam. Después de la liberación de Hoa Binh, las bases guerrilleras del delta del Río Rojo se habían ampliado; además habíamos recuperado una tras otra vastas regiones del noroeste. Obligado a la defensiva, el enemigo se encontraba en una situación que empeoraba continuamente. Los franceses y norteamericanos comprendían que, para salvar la situación, tenían que traer refuerzos, cambiar de mando, revisar el plan militar. El fin reciente de la guerra de Corea había impulsado a los norteamericanos a empeñarse más aún en su intento de prolongar y extender la guerra de Indochina. En esas circunstancias, el plan Navarre —plan de prolongación y extensión de la guerra— fue elaborado y cuidadosamente preparado en París y en Washington.
En resumen, el plan Navarre era un plan estratégico de gran envergadura que pretendía aniquilar en dieciocho meses la mayor parte de nuestras fuerzas regulares, ocupar nuestro territorio y transformar definitivamente a Vietnam en colonia y base militar de los franceses y norteamericanos.
Preveía en una primera etapa un importante reagrupamiento de unidades móviles para atacar y agotar a nuestras fuerzas regulares en el delta, y la ocupación de Dien Bien Fu con el fin de transformar la zona ocupada del noroeste en una sólida base de operaciones.
En una segunda fase, el enemigo pensaba aprovecharse de la estación de las lluvias y de la fatiga, que impedirían a nuestras fuerzas toda acción de alguna importancia, para concentrar sus fuerzas en el sur y ocupar allí todas nuestras zonas libres y todas nuestras bases guerrilleras desde la V interzona hasta el Nam Bo.
En fin, durante el otoño y el invierno de 1954-1955, realizada ya la «pacificación» del sur, reagrupando masivamente sus fuerzas móviles en el frente norte, desencadenaría una gran ofensiva contra nuestra retaguardia. Partiendo simultáneamente del delta del Río Rojo y de Dien Bien Fu, la poderosa masa de maniobra del Cuerpo Expedicionario atacaría a nuestras fuerzas regulares para aniquilarlas y ocupar nuestra zona libre, poniendo así fin victorioso a la guerra. La realización de ese plan hubiera hecho de nuestro país una colonia de los franceses y norteamericanos, una base militar que les permitiría lanzarse a nuevos planes de agresión.
En el otoño de 1953, el general Navarre comienza a poner en marcha ese ambicioso plan estratégico. Aplicando consignas apropiadas a los objetivos: «Conservar siempre la iniciativa», «Atacar sin descanso», el alto mando del Cuerpo Expedicionario Francés, después de haber concentrado 44 batallones móviles, se lanza a violentas operaciones de limpieza en las regiones de Ninh Binh y Nho Quan, amenaza a Thanh Hoa y Fu Tho y arroja tropas paracaidistas en Lang Son. Al mismo tiempo crea perturbaciones en el noroeste por medio de piraterías y saqueos. Finalmente, el 20 de noviembre envía tropas aerotransportadas a Dien Bien Fu con la intención de reocupar Na San, consolidar sus posiciones en Lai Chau y ampliar su zona de ocupación en el noroeste.
En el mismo mes de noviembre, después de haber aniquilado a una parte de las fuerzas enemigas en el frente de Ninh Binh, nuestras tropas comienzan la campaña de invierno-primavera para deshacer el plan Navarre.
En diciembre marchan hacia el noroeste, aniquilan una parte importante de las fuerzas vitales del enemigo, liberan Lai Chau y cercan a Dien Bien Fu.
En el curso del mismo mes, el Ejército de Liberación del Pathet Lao y las unidades voluntarias vietnamitas desatan una ofensiva en el Medio Laos, aniquilando fuerzas importantes del enemigo. Tras liberar Thakhet, las tropas de Lao Viet llegan a la orilla izquierda del Mekong.
En enero de 1954, en la V interzona, nuestras tropas lanzan una poderosa ofensiva en los altiplanos del oeste, donde infligen grandes pérdidas al Cuerpo Expedicionario. Liberan la ciudad de Kontum y establecen contacto con el Bajo Laos, donde la llanura de Bolovens acaba de ser liberada.
En el propio mes de enero, el Ejército de Liberación del Pathet Lao y las unidades voluntarias vietnamitas toman la ofensiva en el frente del Alto Laos, donde hacen sufrir a las fuerzas francesas serias pérdidas. Liberan la cuenca del río Nam Hou y amenazan a Luang Prabang.
En la retaguardia del enemigo, tanto en el delta del Río Rojo y en el Binh Tri Thien[17] como en el extremo sur del Trung Bo[18] y en el Nam Bo, la guerrilla ocupa una gran extensión.
A principios de marzo, estimando terminado el periodo de las actividades ofensivas de nuestras fuerzas, el alto mando francés reagrupa una parte de sus fuerzas para lanzar la operación Atlante en la parte meridional del centro de Vietnam y se apodera de Qui Nhon el 12 de marzo.
Al día siguiente, 13 de marzo, nuestras tropas inician la ofensiva contra el campo fortificado de Dien Bien Fu.
En ese frente se batirán durante 55 días y 55 noches hasta el aniquilamiento total del campo fortificado, el 7 de mayo de 1954, coronando su campaña de invierno y primavera con una victoria histórica.
Tal era, a grandes rasgos, la situación de los diversos frentes en el curso del otoño y el invierno de 1953 y a comienzos de la primavera de 1954.
La dirección estratégica de la campaña de Dien Bien Fu y, de manera más general, de la campaña del invierno de 1953 y la primavera de 1954, fue un éxito típico de la línea militar revolucionaria marxista-leninista aplicada a la realidad concreta de la guerra revolucionaria en Vietnam.
Con el plan Navarre, la estrategia del enemigo intentaba resolver las grandes dificultades creadas por la guerra de agresión, con la esperanza de salvar la situación y obtener una victoria decisiva.
Nuestra estrategia, en el curso de esta campaña de invierno y primavera, fue la de un ejército revolucionario en una guerra popular. Partiendo de un análisis profundo de las contradicciones del enemigo y llevando al máximo el espíritu ofensivo de un ejército todavía materialmente débil, pero extraordinariamente heroico, al concentrar nuestras tropas en los sectores más vulnerables del enemigo, intentaba a la vez la destrucción de sus fuerzas vitales y la liberación de una parte del territorio, obligándole a dispersarse y creando así las condiciones para que lográsemos una victoria decisiva. La guerra librada por los imperialistas era una guerra de agresión, una guerra injusta. Por su carácter de guerra colonial, no podía tener otros fines que la ocupación y la esclavización de nuestro país. Ese carácter y los propios objetivos del combate que llevaba a cabo le obligaban a diseminar sus fuerzas para poder ocupar las regiones invadidas. La continuación de la guerra fue para el Cuerpo Expedicionario Francés un proceso continuo de dispersión de fuerzas. Articulado al principio en divisiones, se fraccionó en regimientos, luego en batallones, más tarde en compañías y finalmente en secciones acantonadas en millares de puntos de apoyo y de puestos, dispersos por los cuatro rincones del teatro de operaciones indochino. Se encontraba así frente a una contradicción: sin dispersar sus tropas le era imposible ocupar los territorios invadidos; al dispersarlas se colocaba por sí mismo en difícil situación. Sus unidades divididas así eran presa fácil de nuestras tropas, sus fuerzas móviles cada vez eran más reducidas y su penuria de efectivos se acentuaba. Si concentraba tropas para poder hacer frente a nuestra acción y recobrar la iniciativa, sus fuerzas de ocupación disminuían en la misma medida y le era difícil, imposible, conservar el terreno conquistado; ahora bien, si abandonaba así los territorios, no podría lograr su propio objetivo de guerra de reconquista.
Durante toda la resistencia, mientras las tropas del enemigo se dispersaban cada vez más, nuestra estrategia consistió en desatar por todas partes la lucha guerrillera y escoger, en cada teatro de operaciones, los puntos en que el enemigo era relativamente débil para aniquilarlo mediante una poderosa concentración de fuerzas, lo que permitía a nuestras tropas reforzarse combatiendo y a nuestro ejército crecer en las batallas. Mientras que las fuerzas francesas iban dispersándose cada vez más, las fuerzas armadas revolucionarias de nuestro pueblo intensificaban y extendían las guerrillas incesantemente, a la vez que continuaban sin tregua el trabajo de concentración y formación de unidades regulares. En el combate, durante la organización de nuestras fuerzas, pasamos progresivamente de las compañías autónomas a los batallones móviles y luego de los batallones a los regimientos y las divisiones. La primera aparición de nuestras brigadas en los combates de la zona fronteriza marcó nuestra primera gran victoria, que acrecentó la desmoralización del enemigo.
Después de esta campaña se envió al general De Lattre de Tassigny a Indochina en un esfuerzo por salvar la situación. De Lattre había comprendido el problema, había comprobado la excesiva dispersión de las tropas francesas y calculado el peligro que constituían las guerrillas. Por ello, resolvió concentrar sus fuerzas e iniciar operaciones de limpieza extremadamente violentas a fin de «pacificar» su retaguardia en el delta del Río Rojo. Pero se encontró bien pronto frente a la misma contradicción insoluble. Al concentrar sus tropas, estaba en la imposibilidad de extender la zona de ocupación. Finalmente tuvo que decidirse a dispersar sus efectivos: organizó el famoso ataque contra Hoa Binh. Y el resultado fue que sufrió graves pérdidas de fuerzas vitales en Hoa Binh, mientras nuestras bases guerrilleras del delta del Río Rojo se restablecían y se ampliaban considerablemente.
Cuando elaboró el plan Navarre, en 1953, el enemigo se encontraba ante el mismo dilema. Falto de efectivos para recuperar la iniciativa y aniquilar a nuestras unidades regulares, se fijó como objetivo reconstituir a toda costa su cuerpo de batalla y de hecho concentrar unidades móviles bastante importantes en el delta del Río Rojo. Con esta concentración pensaba desangrar poco a poco a nuestras unidades regulares, obligarlas a dispersarse entre el delta y la región alta, lo que le permitiría realizar progresivamente su plan de operaciones y preparar una gran ofensiva decisiva.
Esta situación no escapó a la atención del Comité Central de nuestro partido, que hizo un análisis profundo de las intenciones del enemigo y de la situación de los teatros de operaciones. El perfecto conocimiento de las contradicciones y de las leyes de la guerra de agresión nos permitió descubrir los enormes puntos débiles que el enemigo había creado en su dispositivo al concentrar sus tropas. Convencido siempre de que lo esencial era el aniquilamiento de las fuerzas vitales del enemigo, el Comité Central se apoyó en este análisis científico para formular su plan de acción: concentrar nuestras fuerzas para pasar a la ofensiva en sectores estratégicos importantes en que el enemigo se encontraba relativamente al descubierto, aniquilar así una parte de sus fuerzas vitales, obligándole a dispersar sus efectivos para contener nuestros golpes en los puntos neurálgicos que debía conservar a toda costa. Nuestras directivas estratégicas eran: dinamismo, iniciativa, movilidad, rapidez de decisión ante las situaciones nuevas.
La dirección estratégica del Comité Central se reveló adecuada y lúcida: mientras el enemigo realizaba fuertes concentraciones de tropas en el delta para amenazar nuestra zona libre, nosotros no habíamos dejado grandes efectivos en el delta ni dispersado nuestras fuerzas en la zona libre para protegerla con una acción defensiva. Por el contrario, habíamos concentrado nuestras tropas para emprender audazmente la ofensiva en dirección noroeste. En efecto, nuestras divisiones se lanzaron al noroeste con un impulso irresistible, limpiaron las regiones de Son La y Thuan Chau de los millares de piratas que las infestaban, liberaron Lai Chau e hicieron pedazos la mayor parte de la guarnición de esta ciudad en el curso de su retirada. Simultáneamente sitiamos a Dien Bien Fu y obligamos al enemigo a enviar allí refuerzos para evitar el peligro de un aniquilamiento. Además del delta, Dien Bien Fu se convirtió en un segundo punto de concentración de fuerzas enemigas.
En el momento en que proseguíamos nuestra ofensiva en el noroeste, las fuerzas aliadas Pathet Lao-Vietnam desencadenaron una segunda ofensiva contra un sector importante: el frente del Medio Laos, donde el enemigo estaba relativamente al descubierto. Avance fulminante: varias unidades móviles enemigas aniquiladas, la ciudad de Thakhet liberada. Las fuerzas Laos-Viet avanzaron en dirección de Seno, importante base aérea en la provincia de Savanakhet. El enemigo debió retirar precipitadamente sus tropas del delta y de los otros frentes para reforzar a Seno. La base de Seno se convirtió así en un tercer punto de concentración de fuerzas del Cuerpo Expedicionario.
Ni la preparación espectacular y el lanzamiento de la operación Atlante, a comienzos de 1954, contra la región libre de la V interzona, modificó nuestro plan: no consagrar más que una pequeña parte de nuestros efectivos a la protección de nuestra retaguardia en esta región y concentrar nuestras fuerzas para una ofensiva contra los altiplanos, sector estratégico importante donde el enemigo estaba relativamente al descubierto. Esta ofensiva victoriosa condujo a la destrucción de importantes elementos enemigos y a la liberación de la ciudad y provincia de Kontum. Nuestras tropas hicieron una incursión al sur de Pleiku, cuya guarnición tuvo que ser reforzada. La ciudad de Pleiku y diversos puntos de apoyo de los altiplanos se transformaron así en un cuarto punto de concentración de fuerzas francesas.
Por la misma época, las fuerzas aliadas del Pathet Lao y Vietnam abrían, a partir de Dien Bien Fu, una ofensiva en el Alto Laos para realizar una operación de diversión y crear condiciones favorables a los preparativos del ataque al campo atrincherado. Diversas unidades enemigas fueron aniquiladas y liberada la vasta cuenca del Nam Hou. El enemigo tuvo que reforzar la guarnición de Luang Prabang. Y Luang Prabang se convirtió así en un quinto punto de concentración de fuerzas francesas.
En la primera fase de la campaña de invierno y primavera, después de tres meses de actividad, nuestras tropas habían infligido al enemigo grandes pérdidas en todos los frentes, vastas regiones de importancia estratégica habían sido liberadas, y el plan de reagrupamiento de las fuerzas del general Navarre, trastornado completamente. El enemigo fue obligado a modificar su plan inicial, pasando de una gran concentración de unidades móviles en el frente del delta del Río Rojo, realizada a costa de grandes esfuerzos, a efectuar concentraciones de tropas de menor importancia en varios puntos diferentes; o mejor dicho, el general Navarre, que en su plan para recuperar la iniciativa había preconizado el reagrupamiento de sus fuerzas móviles, se veía obligado, en un corto espacio de tiempo, a dispersarlas. Los efectivos del famoso cuerpo de batalla reunido en el delta del Río Rojo habían descendido de 44 a 20 batallones. Fue el comienzo del fracaso del plan Navarre.
Para nosotros, la primera fase de la campaña de invierno-primavera fue una serie de ofensivas lanzadas en diversos sectores importantes, pero relativamente desguarnecidos, del enemigo. Aniquilamos varias unidades selectas y liberamos vastos territorios mientras obligábamos al enemigo a dispersar sus efectivos; conservamos continuamente la iniciativa de las operaciones y redujimos al adversario a la defensiva. En este periodo nuestras fuerzas regulares inmovilizaron al enemigo en Dien Bien Fu —el teatro de operaciones principal—, creando así condiciones favorables para nuestras tropas en los otros frentes. En todo el país la coordinación entre los frentes «de primera línea»[19] y los de la retaguardia enemiga se realizaba en gran escala. Lo mismo ocurría en cada teatro de operaciones. Dien Bien Fu había llegado a ser la más fuerte concentración de fuerzas enemigas en todo el campo de batalla indochino y por este hecho, el frente «de primera línea» más importante. El prolongado cerco del campo atrincherado facilitaba un poderoso desarrollo de la guerrilla, que obtenía importantes éxitos en el extremo sur del Trung Bo y en el Nam Bo, donde el enemigo, falto de efectivos, no podía ya desatar operaciones de limpieza de alguna importancia. Al mismo tiempo se descartaba la amenaza que pesaba sobre nuestras zonas libres. La población podía entregarse libremente a sus trabajos incluso durante el día sin ser inquietada por la aviación.
Igualmente durante la primera fase de la campaña de invierno-primavera, proseguimos los preparativos para el ataque a Dien Bien Fu. Durante este periodo la fisonomía del campo atrincherado se había modificado profundamente. De una parte habían aumentado los efectivos de la guarnición y reforzado las obras de defensa; de otra, después de la liberación sucesiva de Lai Chau, Fong Saly y la cuenca del Nam Hou, Dien Bien Fu se hallaba completamente aislado, a centenares de kilómetros de Hanoi y de la llanura de los Jarros,[20] sus más próximas bases de aprovisionamiento.
El 13 de marzo de 1954 señaló el comienzo de la segunda fase de la campaña de invierno-primavera. Desencadenamos la gran ofensiva contra el campo fortificado de Dien Bien Fu. Fue algo nuevo en el aspecto de la guerra. Firmemente compenetrados de las consignas: dinamismo, iniciativa, movilidad, rapidez de decisión en las situaciones nuevas, explotando al máximo nuestras ventajas en el frente de Dien Bien Fu, modificamos nuestra táctica y dirigimos nuestro ataque principal contra el campo fortificado más poderoso del Cuerpo Expedicionario. En el frente principal nuestras unidades regulares no tenían ya la misión de sitiar e inmovilizar a la guarnición, sino la de pasar al ataque y concentrar nuestras fuerzas para aniquilar al enemigo. Los otros frentes del sur, del centro y del norte debían mantener una actividad constante en coordinación con Dien Bien Fu para infligir nuevas pérdidas al adversario, obligarle a dispersarse y a inmovilizar sus fuerzas y estorbar sus envíos de refuerzos al campo fortificado. En el frente de Dien Bien Fu nuestras tropas se batieron con una tenacidad y un heroísmo notables. En todos los otros frentes, a costa de esfuerzos considerables, superaron dificultades muy grandes para proseguir la acción militar, mientras se reorganizaban y ejecutaban magníficamente la orden de coordinación.
Tal era, en lo esencial nuestra dirección estratégica durante la campaña de Dien Bien Fu y de una manera más general durante la campaña de invierno-primavera. En su estrategia, el Comité Central preconizó sin desfallecimiento el principio: dinamismo, iniciativa, movilidad, rapidez de decisión en las situaciones nuevas, conservando siempre como idea fundamental la destrucción de las fuerzas vitales del adversario, aprovechando a fondo sus contradicciones y desarrollando al máximo el espíritu ofensivo de un ejército revolucionario. La justeza y clarividencia de esta dirección nos permitieron hacer perder al enemigo toda posibilidad de recuperar la iniciativa y creamos la posibilidad de una batalla decisiva en un teatro de operaciones que nosotros habíamos escogido y preparado. Esta dirección estratégica decidió la victoria de toda la campaña de invierno-primavera, que culminó en Dien Bien Fu.
Hemos expuesto el contenido esencial de la dirección estratégica durante la campaña de invierno-primavera de 1953-1954. Teniendo en cuenta el espíritu y la línea de esta dirección estratégica, la realización de las operaciones en el frente de Dien Bien Fu planteaba dos problemas:
1. ¿Atacar o no atacar a Dien Bien Fu?
2. En caso afirmativo, ¿cómo hacerlo?
El hecho de que el enemigo hubiera ocupado Dien Bien Fu por medio de una acción paracaidista no nos obligaba necesariamente a atacarle en ese punto. Dien Bien Fu era un campo fortificado, muy poderoso, y contra él no podíamos lanzar una ofensiva sin haber calculado cuidadosamente el pro y el contra. Los campos atrincherados eran un nuevo dispositivo de defensa aplicado por el enemigo ante la fuerza creciente de nuestro ejército. Lo había adoptado ya en Hoa Binh y en Na San. En el curso de la campaña de invierno-primavera, nuevos campos fortificados hicieron su aparición no solamente en Dien Bien Fu, sino también en Seno, Muong Sai y Luang Prabang, en el frente de Laos, y en Pleiku en el de los altiplanos.
Frente a esta nueva táctica defensiva del enemigo, ¿debíamos atacar o no los campos atrincherados? Cuando nuestro potencial era todavía claramente inferior al suyo, ateniéndonos al principio de la destrucción de sus fuerzas vitales por una concentración propia allí donde fuese relativamente débil, ya habíamos preconizado inmovilizar a sus unidades selectas en los campos atrincherados y escoger otras direcciones más favorables para nuestras ofensivas. En la primavera de 1952, cuando el enemigo se atrincheró en Hoa Binh, atacamos con éxito a lo largo del Río Negro y en su retaguardia del delta. En la primavera de 1953, cuando se atrincheró en Na San, nuestro plan no fue atacar esta posición, sino reforzar nuestras actividades en el delta y abrir una ofensiva hacia el oeste. En los últimos meses de 1953 y a comienzos de 1954, cuando se instaló en campos atrincherados en diversos lugares, nuestras tropas lanzaron varias ofensivas victoriosas en sectores relativamente descubiertos de su dispositivo, mientras nuestros guerrilleros redoblaban su actividad en su retaguardia.
Esta orientación, que consistía en no atacar directamente los campos fortificados, nos había proporcionado múltiples éxitos. No era ésa nuestra única manera de proceder. Podíamos atacar estos campos para aniquilar al enemigo en el propio interior de su nuevo dispositivo de defensa. Y sólo la destrucción de los campos fortificados podía modificar la fisonomía de la guerra y abrir la vía a nuevas victorias para nuestro ejército y nuestro pueblo.
Por eso se planteaba en el frente de Dien Bien Fu el problema de saber si íbamos a pasar al ataque o no. Teníamos que vérnoslas con el campo fortificado más poderoso de todo el teatro de operaciones indochino, mientras que hasta entonces no habíamos atacado más que puestos de una o dos compañías o al máximo de un batallón.
Según nuestra apreciación, Dien Bien Fu era la clave del plan Navarre. Sólo con el aniquilamiento de Dien Bien Fu podríamos destruir el plan franconorteamericano de prolongación y extensión de la guerra. Sin embargo, la importancia de esta posición no podía ser considerada como factor determinante para la decisión que debíamos tomar. Dada la correlación de fuerzas en ese momento, ¿teníamos la posibilidad de destruir el campo fortificado de Dien Bien Fu?, ¿teníamos la certidumbre de obtener la victoria si lo atacábamos? Nuestra decisión debía basarse en esta única consideración.
Dien Bien Fu era un campo fortificado extraordinariamente potente. Pero desde otro punto de vista era una posición instalada en el fondo de una región montañosa y boscosa, en un terreno que nos era favorable y claramente desfavorable para el enemigo. Como consecuencia de su aislamiento y su alejamiento de las bases de retaguardia, todo su aprovisionamiento dependía de la aviación. Esas circunstancias podrían privar al enemigo de toda iniciativa y reducirle a la defensiva en caso de que fuera atacado.
Por nuestra parte, disponíamos de selectas unidades regulares que podíamos concentrar para conseguir la superioridad. Teníamos la posibilidad de superar las dificultades para resolver los problemas tácticos necesarios: disponíamos, además, de una amplia retaguardia, y los problemas de abastecimiento, aunque difíciles, no eran sin embargo insolubles; estábamos pues en condiciones de conservar la iniciativa en el curso de las operaciones.
En este análisis de los puntos fuertes y los puntos débiles de las dos partes nos basamos para responder al problema: ¿atacar o no a Dien Bien Fu? Habíamos decidido el aniquilamiento a toda costa de la totalidad de los efectivos de la guarnición después de haber creado las condiciones para una serie de ofensivas en diferentes frentes, lanzadas al mismo tiempo que los intensos preparativos en el propio Dien Bien Fu. Con esta determinación, una vez más nuestro Comité Central dio pruebas de dinamismo, iniciativa, movilidad y rapidez de decisión ante situaciones nuevas en la dirección de la guerra. Nuestro plan preveía ofensivas en sectores bastante desguarnecidos para aniquilar al enemigo durante sus desplazamientos. Pero si las condiciones lo permitían y si llegásemos a estar seguros de la victoria, estábamos resueltos a no dejar escapar la ocasión de librar una batalla de posición para aplastar al enemigo en un lugar en el que había realizado una gran concentración de tropas. La firme decisión de atacar Dien Bien Fu señaló un nuevo paso adelante en el desarrollo de la campaña de invierno-primavera, así como en la historia de nuestro ejército y de la resistencia de nuestro pueblo.
Una vez tomada esta decisión, quedaba aún una cuestión por resolver: ¿Cómo aniquilar al enemigo? ¿Con un ataque y asalto rápidos, o con un ataque y avances más lentos pero más seguros? Este era el problema planteado a la dirección de operaciones de la campaña.
En los primeros tiempos, cuando nuestras tropas acababan de cercar Dien Bien Fu y el enemigo, recientemente lanzado en paracaídas, aún no había terminado las fortificaciones ni reforzado sus efectivos, se planteó la conveniencia de un ataque rápido. Lograr la superioridad con una concentración de fuerzas, penetrar en varias direcciones en el dispositivo enemigo, cortar el campo atrincherado en múltiples porciones y luego aniquilarlas una tras otra. Esta solución rápida ofrecía numerosas ventajas: lanzábamos nuestra gran ofensiva con fuerzas frescas, no teníamos que temer la fatiga ni las pérdidas de una campaña prolongada y estábamos seguros en ese caso de aprovisionar el frente sin dificultad.
Sin embargo, en un análisis más atento, un ataque rápido presentaba una desventaja muy grande, una desventaja fundamental: para una decisión rápida, como a nuestras fuerzas les faltaba experiencia en el ataque a campos fortificados, no se podía garantizar el éxito. Precisamente por eso, mientras proseguíamos nuestros preparativos, continuamos observando la situación y revaluando nuestras posibilidades. Estimamos que al desencadenar un ataque rápido no podíamos estar seguros de la victoria. En consecuencia escogimos el principio táctico de un ataque y un avance más lentos pero más seguros. Esa elección prudente se inspiraba en el principio fundamental de la dirección de una guerra revolucionaria: atacar para vencer, no atacar sino cuando se tiene la certeza de la victoria; en caso contrario, abstenerse.
En la campaña de Dien Bien Fu, adoptar el principio de un ataque y avances más lentos pero más seguros exigió mucha firmeza y decisión. La duración de los preparativos iba a prolongarse, así como la campaña. Pero con esa prolongación surgirían nuevas y serias dificultades. Los problemas de aprovisionamiento tomarían proporciones enormes. Nuestras tropas correrían el riesgo de cansarse y de desgastarse poco a poco, mientras el dispositivo enemigo se consolidaría y podría recibir nuevos refuerzos. Pero, sobre todo, al prolongarse la campaña, nos acercaríamos a la estación de las lluvias, con todas las consecuencias desastrosas que podría acarrear para operaciones efectuadas en la montaña y en el bosque. Por ello, en los primeros días muchos no estaban convencidos de la justeza de esta táctica. Fue necesario un trabajo paciente de explicación, mostrar que nuestro deber era superar las indiscutibles dificultades que podían presentarse para crear las condiciones de la gran victoria que queríamos alcanzar.
En ese principio operativo se jasó nuestro plan de ataques progresivos. No concebíamos la campaña de Dien Bien Fu como un ataque de envergadura contra una plaza fortificada, ejecutado en poco tiempo, sino como una campaña de envergadura realizada durante un periodo bastante largo, y comprendiendo toda una serie de ataques contra puntos fortificados, que se sucederían hasta el aniquilamiento del enemigo. En conjunto, teníamos superioridad en cuanto a efectivos, pero además en cada combate y en cada fase de la batalla teníamos la posibilidad de lograr una superioridad absoluta que asegurase el éxito de cada operación y finalmente la victoria total de la campaña. Este plan correspondía perfectamente al nivel táctico y técnico de nuestras tropas. Permitía a éstas instruirse mientras combatían y cumplir certeramente su decisión de aniquilar a la guarnición de Dien Bien Fu. Nos ajustamos firmemente al principio de un ataque y avances más lentos pero más seguros durante todo el desarrollo de la campaña. Sitiamos al enemigo y realizamos nuestros preparativos durante tres meses sin aliviar el cerco y luego, tras el inicio de nuestra ofensiva, nuestras tropas combatieron sin tregua durante 55 días y 55 noches. Estos preparativos minuciosos y estos combates ininterrumpidos lograron que la campaña de Dien Bien Fu obtuviese una brillante victoria.
El campo fortificado de Dien Bien Fu disponía de fuerzas bastante poderosas: 17 batallones de infantería, 3 grupos de artillería, y además las unidades de ingenieros, los tanques, la aviación, transporte, etc… en su mayor parte, las unidades más aguerridas del Cuerpo Expedicionario Francés de Indochina. El campo comprendía 49 puntos de apoyo, organizados en centros de resistencia sólidos, agrupados en tres sectores que se apoyaban mutuamente. En medio del sector central eficazmente protegido por los centros de resistencia establecidos en las colinas del este, se encontraban los grupos móviles, las baterías de artillería y las unidades de tanques, así como el puesto de mando. El principal campo de aviación de Dien Bien Fu estaba en las proximidades. Todo ese vasto sistema defensivo se hallaba instalado en obras y atrincheramientos subterráneos.
Las autoridades militares francesas y norteamericanas consideraban que el campo fortificado de Dien Bien Fu era una fortaleza de primer orden capaz de resistir victoriosamente todos los asaltos: estimaban que un ataque sería para nosotros un suicidio, una derrota cierta, inevitable. Así, en las primeras semanas, el alto mando francés consideraba improbable ese ataque. Fue su punto de vista hasta el último minuto. Nuestra ofensiva fue para él una sorpresa.
El general Navarre había sobrestimado el dispositivo defensivo de Dien Bien Fu. En su opinión, cada uno de los centros de resistencia era en sí inexpugnable. No eran simples puntos de apoyo como los de Na San o Hoa Binh, sino centros de resistencia cuyo dispositivo era mucho más complejo y mejor fortificado.
Con más razón, consideraba el campo en su conjunto como invulnerable a nuestros medios. Estimaba que la potencia de fuego de su artillería y su aviación bastaría para aniquilar a todas las fuerzas ofensivas aun antes de que hubieran podido desplegarse en el valle y sobre todo antes de que pudiesen aproximarse. No le preocupaba lo mas mínimo nuestra artillería, no solamente porque la estimaba todavía débil, sino porque pensaba que no podríamos acercarla a Dien Bien Fu. No se inquietaba tampoco por su propio aprovisionamiento, pues los dos campos de aviación, situados en el corazón mismo del sistema defensivo, le parecían fuera de todo peligro. Jamás le vino a la mente que pudiéramos aniquilar todo el campo fortificado.
Esta apreciación del enemigo era innegablemente subjetiva, pero no dejaba de tener fundamento. Los numerosos puntos fortificados de Dien Bien Fu plantearon, en efecto, a nuestro ejército múltiples problemas tácticos que fue necesario resolver a toda costa para lograr aplastar al enemigo.
El campo fortificado formaba un sistema de defensa guarnecido por fuertes efectivos; los centros de resistencia estrechamente unidos entre sí estaban eficazmente protegidos por la artillería, los tanques y la aviación, y fácilmente reforzados por agrupaciones móviles. Era ésta una ventaja para el enemigo y una dificultad para nosotros. La resolvimos aplicando la táctica de ataques progresivos, concentrando en cada ocasión nuestras fuerzas a fin de obtener la superioridad en un punto, neutralizando en lo posible la acción de la artillería y de las agrupaciones móviles enemigas. Creamos así las condiciones para copar uno a uno los centros de resistencia o para aniquilar con un solo ataque una parte del sistema defensivo que comprendiese varios centros a la vez. Obteniendo la supremacía absoluta en un punto con la concentración de tropas, estábamos seguros de poder aplastar al enemigo, sobre todo al comienzo de la campaña, cuando teníamos que enfrentamos con las posiciones avanzadas.
El campo fortificado disponía de artillería, tanques y aviación bastante potentes. Era otra ventaja del enemigo y una dificultad seria para nosotros, sobre todo porque la potencia de fuego de nuestra artillería era muy limitada y no teníamos ni tanques ni aviones. Superamos esta dificultad estableciendo una red de trincheras, un sistema de obras para el ataque y el cerco que permitió a nuestras tropas desplazarse bajo el fuego enemigo. Nuestros combatientes abrieron centenares de kilómetros de trincheras, en una magnífica red que resolvió el problema de nuestro despliegue en el mismo valle y facilitó los movimientos bajo el martilleo de la artillería y los bombardeos de napalm. Pero no bastaba atenuar los efectos de la artillería enemiga: teníamos también que aumentar nuestra propia potencia de fuego. Nuestros combatientes abrieron nuevos caminos en los flancos de las montañas para llevar la artillería hasta las proximidades de Dien Bien Fu. Allí donde fue imposible abrir caminos, arrastraron los cañones con la sola fuerza de sus brazos. Nuestra artillería, instalada en excelentes abrigos, sorprendió completamente al adversario. Pese a su debilidad numérica, desempeñó un gran papel en la batalla.
Mientras neutralizábamos las ventajas del enemigo, debíamos explotar sus lados vulnerables. Su mayor debilidad era el aprovisionamiento, que descansaba exclusivamente en la aviación. Desde el comienzo de la campaña nuestra táctica consistió en inhabilitar sus pistas de aterrizaje con nuestra artillería y contener sus actividades aéreas con nuestra DCA.[21] De esta forma, a medida que se desarrollaban las operaciones, utilizamos todos nuestros recursos para estorbar el aprovisionamiento de la guarnición y llegar poco a poco a cortarlo totalmente.
En conjunto nuestro plan operativo se inspiraba en esas consideraciones tácticas. Consistió en construir todo un sistema de lineas de ataque y cerco que permitió a nuestras tropas lanzar incesantes asaltos en oleadas sucesivas. Ese sistema, con sus innumerables trincheras, sus fortificaciones, sus bases de artillería, sus puestos de mando, se perfeccionó a medida que se producían nuestras victorias. Desde los bosques y montañas circundantes llegaba a la llanura y cada punto de apoyo conquistado se transformaba enseguida en una nueva posición de nuestras tropas. Como consecuencia de nuestro asedio, el campo atrincherado enemigo estaba en cierta manera rodeado de otro campo atrincherado, el de nuestras propias fuerzas, con un dispositivo extremadamente móvil que cerraba cada día más su cerco, reduciendo y restringiendo las posiciones enemigas.
En la primera fase de la campaña, partiendo de la red de trincheras de ataque y cerco nuevamente establecida, nos apoderamos de los centros de resistencia de Him Lam y Doc Lap, y luego de todo el sector norte. El enemigo trataba desesperadamente de destruir nuestras baterías. Su aviación arrojó un diluvio de napalm sobre las alturas que rodean a Dien Bien Fu y su artillería concentraba sus tiros para tratar de destruir nuestras bocas de fuego. Pero nuestras líneas resistieron.
En la segunda fase, la trinchera «eje» y sus innumerables ramificaciones progresaron hasta el valle, cortando el sector central del frente sur. Los encarnizados y victoriosos combates por la toma de las colinas del este permitieron a nuestro sistema de fuego estrechar su anillo. El enemigo se encontró entonces bajo la amenaza de nuestras piezas de diversos calibres instaladas en las posiciones recién conquistadas. El campo de aviación quedó enteramente bajo nuestro fuego. En ese momento el enemigo redobló su actividad: recibió refuerzos, lanzó contraataques, bombardeó furiosamente nuestras líneas con la esperanza de salvar la situación. Se desarrollaron encarnizados combates de posiciones. Algunas colinas cambiaron de mano varias veces; algunos puntos de apoyo estuvieron ocupados a medias por nosotros y por el enemigo. Nuestra táctica consistió en avanzar paso a paso, hostigar, luchar por la menor pulgada de terreno, cortar el aeródromo y reducir el espacio aéreo del enemigo.
La tercera fase fue la del ataque general.
El enemigo, acorralado en una faja de kilómetro y medio a dos kilómetros cuadrados, había sufrido ya graves pérdidas. Cuando la colína A-l cayó enteramente en nuestras manos, perdió toda esperanza de continuar la resistencia y su moral se desplomó. El 7 de mayo nuestras tropas atacaron simultáneamente por todos lados, se apoderaron del puesto de mando e hicieron prisionero a todo el Estado Mayor. A la noche siguiente conquistamos el sector sur.
La batalla de Dien Bien Fu terminó con nuestra victoria completa.
El Comité Central del partido y el gobierno habían confiado al ejército y a la población una misión importante: concentrar las fuerzas, reunir las energías, «impulsar al extremo el heroísmo en el combate, el espíritu de resistencia y de sacrificio ante las privaciones para asegurar el éxito completo de la campaña». La campaña de Dien Bien Fu, como destacaran el presidente Ho Chi Minh y el Buró Político del Comité Central del Partido de los Trabajadores de Vietnam, fue una campaña histórica, de una importancia excepcional para la situación militar y política de nuestro país, para el desarrollo de nuestro ejército, así como para garantizar la paz en el sudeste asiático.
Nuestro ejército cumplió esta misión con una decisión inquebrantable. Su voluntad de vencer fue uno de los factores decisivos que dieron como resultado que la campaña de Dien Bien Fu, y de manera más general la campaña de invierno-primavera, terminase victoriosamente en todos los frentes.
En la historia de la lucha armada de nuestro pueblo, jamás nuestros combatientes habían recibido una misión tan importante y tan difícil. El enemigo que había que derrotar era poderoso; las fuerzas que nosotros le oponíamos, importantes. Los teatros de operaciones se extendían por vastos territorios, los combates debían durar casi seis meses. En Dien Bien Fu, lo mismo que en los frentes a él coordinados, nuestro ejército dio constantemente pruebas de heroísmo y resistencia, venció enormes dificultades y superó obstáculos sin número a fin de aniquilar al enemigo y realizar con éxito su misión. Este heroísmo y esta resistencia se habían forjado en el curso de largos años de lucha. Durante el otoño y el invierno de 1953-1954 en particular, los cursos políticos sobre la movilización de las masas para la reforma agraria habían incrementado el ardor revolucionario de nuestro ejército. No es posible destacar bastante el considerable papel que desempeñó esta política agraria en las victorias del invierno y la primavera, principalmente en la de Dien Bien Fu.
En el frente de Dien Bien Fu, durante el periodo de preparación, nuestro ejército, con la potencia de su trabajo creador, construyó la ruta para el aprovisionamiento de Tuan Giao a Dien Bien Fu; y también otros caminos para llevar la artillería al campo de batalla a través de montañas y bosques; construyó abrigos para nuestras baterías, abrió trincheras que partían de las alturas para descender hasta el valle; transformó la configuración natural del terreno, superó enormes obstáculos y creó todas las condiciones favorables para el aniquilamiento del enemigo. Las dificultades, la fatiga y los bombardeos no pudieron mellar su voluntad.
Desde el comienzo de la ofensiva y durante la duración de la batalla, nuestro ejército combatió con un heroísmo extraordinario. Bajo el diluvio de metralla que arrojaba la aviación, bajo el martilleo de la artillería, tomó por asalto las posiciones enemigas y se apoderó de las colinas de Him Lam y Doc Lap; sumergió los puntos de apoyo de las colinas del este, extendió sus líneas, cortó el terreno de aviación, rechazó todos los contraataques y estrechó sin cesar el cerco. Durante este periodo, el enemigo quemó con napalm toda la vegetación de las colinas y su artillería devastó profundamente los arrozales en nuestras líneas. Pero nuestro ejército, pese a las pérdidas sufridas, avanzaba siempre, como una oleada que nadie podría detener. Se estaba en presencia de un fenómeno de heroísmo colectivo, del que fueron ejemplos admirables To Vinh Dien, que se arrojó bajo las ruedas de un cañón para impedir que resbalara, o Fan Dinh Giot, que taponó un mortero con su cuerpo, o el grupo de asalto que plantó la bandera de la victoria en la colina de Him Lam, o el que se apoderó del puesto de mando enemigo.
En los otros frentes que actuaban coordinadamente, nuestro ejército dio igualmente pruebas de un heroísmo y una resistencia notables. Obtuvo grandes victorias en los altiplanos del oeste, en Kontum, en An Khe. En el delta del Río Rojo lanzó incursiones a los aeródromos de Gia Lam y Cat Bi, conquistó numerosas posiciones fortificadas, cortó la carretera número 5. En el frente de Nam Bo tomó o forzó la retirada de más de un millar de puestos, destruyó depósitos de bombas y atacó los convoyes fluviales. En los frentes de Laos y Camboya las unidades de voluntarios vietnamitas combatieron al lado del ejército y el pueblo de esos países amigos, diezmando al invasor y realizando brillantes hechos de armas.
Jamás nuestras tropas combatieron tan duramente y durante un periodo tan largo como en esta campaña del invierno de 1953 y la primavera de 1954.
Algunas unidades, en su marcha y en la persecución del enemigo, cubrieron a pie más de tres mil kilómetros. Otras se desplazaron en secreto recorriendo más de mil kilómetros a través de la selva de la Gran Cordillera para coordinar operaciones en frentes lejanos. Para subir a Dien Bien Fu, nuestras unidades, procedentes del delta, atravesaron montañas y bosques; una vez llegadas se pusieron a construir obras de defensa mientras combatían para proteger los preparativos de la ofensiva; cuando iniciaron las operaciones, vivieron y combatieron durante dos meses en las trincheras, después de haber pasado tres meses en la manigua; en el curso de la batalla, algunas fueron desplazadas a doscientos o trescientos kilómetros para lanzar ataques por sorpresa volviendo después para participar en la liquidación del campo fortificado de Dien Bien Fu. En el combate se forjó y fortaleció el espíritu de cooperación entre las diferentes unidades y las diferentes armas, así como entre los diversos frentes.
Esta voluntad de vencer, inherente a un ejército revolucionario, forjada por el partido, fue templada por los combates y por un paciente trabajo de educación política. Por ello, en los momentos críticos no hubo síntomas de debilidad o de cansancio. La gran misión de las organizaciones del partido, de las células y los cuadros fue mantener y desarrollar esa decisión de vencer a toda costa, mediante un perseverante trabajo de educación y una lucha ininterrumpida. Después de una serie de brillantes victorias, surgió en nuestras filas cierta subestimación del enemigo. Fue necesario analizar, criticar y cambiar este estado de ánimo. La prolongación de los preparativos, principalmente después de la segunda fase de la campaña, cuando se realizaba la más encarnizada lucha de posiciones, provocó un momento de vacilaciones de carácter derechista, con lo que se resintió la ejecución de las tareas. De acuerdo con las directivas del Buró Político, emprendimos en todo el frente un amplio movimiento de lucha contra las debilidades y las tergiversaciones para fortalecer el entusiasmo revolucionario y el sentido de la disciplina a fin de asegurar el éxito total de la campaña. Esta lucha ideológica, con sus brillantes resultados, fue una de las más grandes realizaciones del trabajo político en la historia de nuestro ejército, e indiscutiblemente decidió la victoria de Dien Bien Fu.
En Dien Bien Fu y en los diversos frentes coordinados, la voluntad de victoria fue una firme expresión de la fidelidad sin límites del Ejército Popular vietnamita a la causa revolucionaria de la nación y del partido. Una expresión característica de la ideología proletaria y de la conciencia de clase. Esa es la auténtica tradición de heroísmo, de resistencia y tenacidad de nuestro ejército, que ha hecho del soldado vietnamita un combatiente de acero. Dien Bien Fu será eternamente su símbolo. La bandera de nuestro ejército es la bandera de «la voluntad de vencer a toda costa».
El Comité Central del partido y el gobierno habían decidido que todo el pueblo y todo el partido concentraran sus fuerzas al servicio del frente, a fin de asegurar el éxito de la campaña de Dien Bien Fu. En el curso de esta campaña y de manera general en el curso de toda la campaña de invierno-primavera, obreros, campesinos, jóvenes intelectuales, el pueblo entero, respondió al llamamiento para la liberación nacional y lo dio todo para cumplir la consigna: «Todo para el frente, todo para la victoria». En ello puso la voluntad de hacer esfuerzos sobrehumanos.
Jamás durante nuestra larga guerra de liberación fue tan gigantesca la aportación de nuestro pueblo al frente como durante el invierno de 1953 y la primavera de 1954. En el frente principal, en Dien Bien Fu, había que suministrar víveres y municiones a importantes efectivos que operaban a 500 o 700 kilómetros de nuestra retaguardia, en las condiciones más difíciles. Las rutas eran malas, los medios de transporte insuficientes, las líneas de aprovisionamiento constantemente destruidas por el enemigo. A esto se añadía la amenaza de las grandes lluvias, que podían crear más obstáculos que un bombardeo aéreo.
En el frente de Dien Bien Fu el aprovisionamiento de víveres y municiones era un factor tan importante como la solución de las cuestiones tácticas. La logística planteaba a cada instante problemas tan arduos como los del combate. Esas eran precisamente las dificultades que el enemigo estimaba insuperables para nosotros.
Los imperialistas y los reaccionarios no son capaces de estimar en su justo valor la fuerza de una nación, la fuerza de un pueblo, una fuerza que no tiene límites, y que puede vencer cualquier dificultad y triunfar contra cualquier enemigo.
El pueblo vietnamita, bajo la dirección de los comités de aprovisionamiento del frente, se mostró tan sufrido como heroico.
Convoyes de camiones franquearon valientemente corrientes de agua, atravesaron montañas y bosques; los choferes pasaron decenas de noches consecutivas sin dormir, despreciando dificultades y peligros a fin de llevar víveres y municiones al frente.
Convoyes de millares de bicicletas fueron desde los centros urbanos a los frentes, llevando también víveres y municiones.
Convoyes de centenares de sampanes de todo tonelaje y convoyes de decenas de millares de balsas franquearon torrentes y cascadas.
Convoyes de caballos con albardas procedentes de las llanuras de Meo, viniendo de todas las provincias marcharon hacia el frente.
Decenas de millares de cargadores populares, de jóvenes voluntarias, con la carga a la espalda, franquearon las gargantas de las montañas y vadearon los ríos, marchando día y noche pese a los ametrallamientos aéreos y las bombas de acción retardada.
Junto a la línea de fuego, las operaciones de aprovisionamiento debían realizarse sin interrupción y en muy escaso tiempo. La cocina, el avituallamiento, la atención sanitaria, los transportes, etc., todo se hacía en las zanjas y en las trincheras bajo las bombas enemigas y el tronar de los cañones.
Todo esto ocurría en Dien Bien Fu. Pero en los otros frentes coordinados, importantes fuerzas estaban igualmente en movimiento, especialmente en los altiplanos y en ciertos teatros de operaciones todavía más alejados. En esos frentes, como en Dien Bien Fu, nuestro pueblo cumplió con su deber; resolvió admirablemente el problema del aprovisionamiento, facilitando al ejército obtener nuevas victorias sobre el enemigo.
Jamás tantos ciudadanos vietnamitas habían marchado hacia el frente. Nunca nuestros jóvenes habían recorrido tantos lugares y conocido tantas lejanas regiones de su país. Del llano a la montaña, en las grandes carreteras y en las pequeñas pistas, a lo largo de los ríos y de los arroyos, por todas partes la misma animación: la retaguardia enviaba sus hombres y sus bienes hacia el frente para participar junto al ejército en el aniquilamiento del enemigo y en la liberación del territorio.
La retaguardia llevaba hasta el combatiente de primera línea su voluntad de vencer al enemigo, su espíritu de unidad en la resistencia y el entusiasmo revolucionario que había despertado la reforma agraria. Millares de cartas y telegramas de todos los rincones del país llegaban cada día al frente de Dien Bien Fu. Jamás nuestro pueblo se había preocupado tanto por sus hijos combatientes, jamás las relaciones entre la retaguardia y el frente habían sido tan estrechas y fraternales como durante esta campaña de invierno-primavera.
Verdaderamente, una retaguardia sólida es un factor permanente que decide la victoria en una guerra revolucionaria. En la campaña de Dien Bien Fu y, en general, en toda la campaña de invierno-primavera, nuestro pueblo contribuyó dignamente a la victoria común de la nación.
No podríamos pasar en silencio la simpatía y el apoyo caluroso de los pueblos hermanos del mundo entero, entre ellos el pueblo francés. Cada día llegaban hasta el frente noticias de todos los rincones del mundo: de la Unión Soviética, China, Corea del Norte, Alemania Oriental, Argelia, India, Birmania, Indonesia y otros numerosos países, expresando la adhesión sin reservas de la humanidad progresista al justo combate del pueblo y el ejército de Vietnam. Era un formidable estímulo para los combatientes del Ejército Popular vietnamita en Dien Bien Fu y en los otros frentes.
La victoria de Dien Bien Fu y, de manera general, las victorias del invierno de 1953 y la primavera de 1954 son las más grandes alcanzadas por nuestro ejército y nuestro pueblo en su larga resistencia a la agresión imperialista.
En Dien Bien Fu nuestro ejército aniquiló el campo fortificado más poderoso del enemigo en Indochina y puso fuera de combate a 16 000 hombres de sus tropas más aguerridas. En el curso de esta campaña del invierno de 1953 y la primavera de 1954, en el conjunto de los frentes que actuaban en coordinación con Dien Bien Fu, las pérdidas del enemigo se elevaron a un total de 110 000 hombres.
El plan Navarre se saldaba con una catástrofe. Los imperialistas franceses y norteamericanos habían fracasado en su tentativa de prolongar y extender la guerra en Indochina. Dien Bien Fu tuvo inmensa importancia. Esta victoria, junto a nuestros triunfos en los otros frentes, logró la liberación de Hanoi, la capital, y de todo el norte del país. Se conquisto la paz.
Con el plan Navarre los franceses y norteamericanos pretendían librar una batalla decisiva. Y efectivamente Dien Bien Fu fue decisivo. Esa gran victoria de nuestro pueblo y nuestro ejército constituyó una aplastante derrota de los imperialistas.
Dien Bien Fu fue una prueba de fuerza que enfrentó a nuestro pueblo y su ejército con el Cuerpo Expedicionario de los agresores franceses ayudados por los Estados Unidos. Nosotros fuimos los vencedores. Dien Bien Fu perpetuará para siempre el espíritu indomable de nuestro pueblo que opuso al poderoso ejército de un país imperialista la fuerza de su unidad combativa, el heroísmo de un pequeño pueblo muy débil y de un ejército popular muy joven. Este heroísmo estimuló a nuestro pueblo y a nuestro ejército durante toda la resistencia. Y podemos afirmar que cada uno de nuestros combatientes tenía el «espíritu de Dien Bien Fu», que la guerra de liberación de nuestro pueblo fue toda ella una larga y prodigiosa batalla de Dien Bien Fu.
En Dien Bien Fu nuestra guerra nacional obtuvo una brillante victoria. Este éxito, que demuestra la lucidez y la firmeza de nuestro partido en su papel dirigente, fue un triunfo del marxismo-leninismo, en la guerra de liberación de una nación débil y heroica. Nuestra nación puede estar orgullosa de ello. Bajo la dirección de nuestro partido, con el presidente Ho Chi Minh a la cabeza, hemos demostrado esta gran verdad histórica: un pueblo colonizado, débil pero unido en la lucha, que se alza para defender con decisión su independencia y la paz, es perfectamente capaz de vencer a las fuerzas agresivas de una potencia imperialista.
Por ello, Dien Bien Fu no es solamente una victoria para nuestro pueblo; es también una victoria para todos los pueblos débiles en lucha por desembarazarse del yugo de los imperialistas y los colonialistas. Esta es su profunda significación. Y ese día, que se ha convertido en día de fiesta para todo el pueblo vietnamita, es también un gran día de alegría para los pueblos de los países hermanos, para los pueblos que acaban de reconquistar su independencia o combaten todavía por su liberación.
Dien Bien Fu ha entrado para siempre en los anales de la lucha por la liberación nacional de nuestro pueblo y de los pueblos débiles del mundo. Históricamente figurará como uno de los acontecimientos cruciales de la lucha de los pueblos de Asia, África y América Latina que se alzan para liberarse y hacerse dueños de su país y de su destino.
La unión en la lucha bajo la dirección de nuestro partido fue la vía que condujo a nuestro pueblo a la victoria de Dien Bien Fu. Esa unidad nos conducirá indiscutiblemente a nuevas victorias aún mayores en la construcción del socialismo en el norte de Vietnam y en la lucha por la reunificación del país por medios pacíficos.