La red Echelon es un sistema muy sofisticado de escuchas telefónicas creado durante los años de la «guerra fría» por Estados Unidos, Gran Bretaña, Canadá, Australia y Nueva Zelanda. El Parlamento Europeo lleva años investigando las actividades de esta red cuyas antenas cubren todo el planeta. Nada escapa a las orejas electrónicas de Echelon, aunque es tal el volumen de información que acumulan sus dispositivos de escucha que según diversas fuentes no dispone de personal suficiente para analizarlo.
Ése es el talón de Aquiles de esta red con la que colaboran gentes muy dispares. En Dubrovnik, la bella y muy turística ciudad croata, Echelon no dispone de agentes locales, pero la importancia de su puerto deportivo y la sospecha de que la zona pudiera ser utilizada por traficantes de armas bien relacionados con las altas esferas tanto de Zagreb —la capital croata— como de Belgrado —en Serbia— habían aconsejado a la dirección de la red desplazar a tres de sus agentes en Italia. Dos eran norteamericanos y el tercero, italiano. Su base de operaciones era un yate deportivo anclado junto a la rada artificial que forma uno de los contrafuertes de la muralla de la vieja ciudad medieval.
Las llamadas realizadas el 7 de septiembre desde Villa Cassandra por Milena Tomic al teléfono del jefe de Gabinete del Presidente de la República de Macedonia y la del coronel a su contacto en Skopie fueron interceptadas por las antenas de Echelon. La primera grabación duraba tres minutos y veinte segundos. Las otras dos, treinta y cuarenta segundos, respectivamente. El agente italiano, que era el único que hablaba serbocroata, fue el encargado de revisar las grabaciones. Tras escucharlas dos veces, llamó la atención de sus compañeros.
—Creo que hemos pescado algo gordo —dijo, hablando en inglés.
—¿De qué se trata? —preguntó el más veterano de sus compañeros.
—No estoy seguro, quiero volver a escuchar la grabación, pero, si lo he entendido bien, en esta primera —dijo señalando la grabadora—, una mujer que habla muy rápido menciona un crimen. Un crimen del que dice que no quiere ser cómplice. Se lo cuenta a la persona con la que mantiene la conversación, un hombre que también habla en serbocroata. A la mujer se le nota que está muy nerviosa y asustada, el hombre parecía tranquilo.
—¿Un crimen? ¿De quién? —quiso saber el tercer agente.
—¿Cómo voy a saberlo si ni siquiera sé quién es la persona que habla? —contestó irritado el agente italiano.
—Podemos averiguarlo —replicó el de más edad.
—¿Cómo? —preguntó el otro norteamericano.
—Sabemos el número al que ha llamado, así que podríamos llamar también nosotros, aunque eso nos delataría.
—No será necesario —prosiguió el italiano—. Como decía, la persona que ha hecho la llamada desde la villa es una mujer. No sabemos quién es, pero sí sabemos quién es el hombre con el que se ha comunicado. Lo sabemos porque hay otras dos grabaciones en las que alguien que también llama desde la casa y que se identifica como el «coronel» pregunta a su interlocutor lo mismo que nos estamos preguntando nosotros, le pregunta por la identidad de la persona con la que habla la mujer. Se ve que la tienen controlada y también le han pinchado el teléfono.
—Y ¿quién es? —interrumpió impaciente el segundo norteamericano.
—El jefe de Gabinete del Presidente de Macedonia.
—¡Coño!
—Lo mejor —cortó el veterano del grupo— será llamar a la central de Surrey y que averigüen a quiénes pertenecen los teléfonos móviles con los que han hecho las llamadas desde ahí arriba. El de la mujer asustada y el de ese al que llaman «coronel» —dijo, al tiempo que con un gesto señalaba hacia arriba, hacia el lugar en el que a muchos metros sobre el nivel del mar se erguía la soberbia silueta de Villa Cassandra—. ¿Dice algo en la grabación que indique si tiene intención de hacer algún movimiento en las próximas horas o días?
—Sí, habla de marcharse. Es lo último que dice, eso se entiende perfectamente.
—Bueno, pues manos a la obra. Creo que nos ha pasado lo mismo que le pasó a Cristóbal Colón —dijo el agente más veterano.
—¿A qué te refieres? ¿Qué es lo que le pasó a Colón, aparte de descubrir América, claro?
—Lo que quería decir es que estamos aquí tras una organización de traficantes de armas, pero detrás de todo esto parece que puede haber algo más, algo más gordo. Como sabes, Colón encontró algo diferente a lo que buscaba: arribó al Caribe convencido de que había llegado a la India.