La historia del asalto a San Marcos se había convertido en un problema político y en culebrón televisivo. Una mina para las cadenas privadas cuyos programas ligeros se estaban llenando de tertulias de periodistas y especialistas —reales o improvisados— en materias tales como historia, biogenética, arqueología y alta política internacional. El share que medía las audiencias de los programas describía el interés sostenido de los telespectadores por todo lo que se relacionaba con el caso, así que la empresa productora del programa que dirigía Tiziana Marchesi había decidido realizar una emisión en directo desde Venecia.
—Pero ¿cómo vamos a aguantar dos horas de noche en la plaza de San Marcos? ¡Es de locos! Nos congelaremos —le decía la periodista al realizador del programa.
—Mira, rica. Te pones pantis y aguantas. El jefe está de acuerdo en que hay que hacerlo desde allí, para que tengas detrás la entrada de la basílica y se vean los caballos. Ya estamos gestionando el permiso con el Ayuntamiento de Venecia.
—Si el sitio me parece ideal, Gino; no te enfades. Lo que digo es que sería perfecto en agosto, pero estamos en septiembre y te recuerdo que Venecia son varias islas, los canales y el agua del mar, y por las noches hace frío, pero en fin, si hay que hacerlo, se hará —añadió con resignación la periodista, sabedora de que cuando a un realizador estrella se le mete en la cabeza un escenario, salvo despedirle o matarlo, no hay nada que hacer para obligarle a cambiar de idea—. ¿Cuándo tendremos los permisos del Ayuntamiento y de la Policía? —preguntó.
—Lo ignoro, guapa. Eso, como sabes, lo llevan los de producción. Les he oído decir que la cosa estaba chunga porque había otras teles que también querían lo mismo, pero, bueno, esto es Canale 5 y supongo que de algo servirá que estemos trabajando para II Cavaliere —contestó el realizador aludiendo a Silvio Berlusconi, el magnate y político italiano propietario de grandes medios de comunicación.
—Eso espero, porque, la verdad, puestos a plantar nuestra carpa en Venecia, lo mejor será hacerlo cuanto antes y por todo lo alto.
Tiziana, que estaba sentada en el borde de la mesa que ocupaba el realizador, buscó en su bolso y extrajo un paquete de tabaco.
—Me voy a fumar; si hay algo nuevo, llámame, Gino, y no seas cascarrabias, que sabes que te quiero —dijo frunciendo los labios hasta cerrar una mueca que simulaba un beso.
—¡Sí, me quieres, me quieres mucho! Y voy yo y me lo creo —replicó el realizador con aire displicente llevándose la mano a la frente para acomodar un rizo de su teñida cabellera.
Tiziana se incorporó de un salto y salió del despacho para dirigirse a una terraza que la redacción había convertido en lo que Gino Gambetta, el realizador cascarrabias, había bautizado como el «fumadero de opio». Tras encender un cigarrillo, la periodista buscó en su agenda electrónica el número de la redacción del Canale 5 en la delegación de Venecia. Preguntó por el editor local de noticias y cuando le tuvo al aparato, le pidió el teléfono del comisario que llevaba el caso del robo en San Marcos.
—Se llama Marco Sforza, y es un duro; un lobo solitario que tiene fama de duro. No es veneciano, creo que es de Verona, pero lleva aquí muchos años y ha resuelto casos muy difíciles —le dijo el colega de Venecia.
—¿Cuántos años tiene, ese tal comisario Sforza? —preguntó Tiziana Marchesi.
—Pues exactamente no lo sé; si quieres lo pregunto, pero así a ojo yo le echaría unos cuarenta, puede que alguno más, aunque la verdad es que se conserva muy bien y está en forma. Recuerdo que hace cosa de un año se enfrentó solo a dos tipos que estaban molestando a unas turistas, y eso que uno de ellos le sacó una navaja.
—¿Qué pasó?
—Pues creo que los redujo, no sé, con alguna llave japonesa, algo de artes marciales. Se publicó en la prensa de aquí; si quieres voy al archivo, lo busco y te lo envío.
—Te lo agradecería, Flavio. Toma nota de mi correo —respondió Tiziana—. Ah, por cierto, si tenéis alguna foto suya, mándala también.
—Descuida, lo haré. ¿Sabéis ya cuándo va a ser el programa?
—Bueno, la fecha está todavía en el aire, porque los de producción aún no tienen los permisos del Ayuntamiento de Venecia, pero creo que está al caer. No te preocupes, que en cuanto esté, os avisamos.
—No, si avisados estamos. De hecho, producción ha llamado a nuestro director para pedirle que haga gestiones con el alcalde, que, por cierto, es un buen tipo, pero que, como gobierna en coalición con los de la Liga Norte, que ya sabes lo susceptibles que son para con todo lo que viene de Roma, pues parece que todavía no ha resuelto lo de autorizar a emitir desde la plaza de San Marcos. De todas formas, Tiziana, si quieres saber mi opinión, estoy seguro de que acabará dando el permiso. A lo mejor está esperando a que le invites al programa.
—Bueno, es una posibilidad que no hay que descartar. Gracias, Flavio, cariño. ¡Mándame lo antes que puedas lo del poliziotto!
Una hora más tarde, al abrir su correo electrónico, Tiziana Marchesi se encontró con la imagen de un hombre de rasgos firmes, pelo corto encanecido por los aladares y mirada directa. La fotografía era en blanco y negro y estaba fechada el año anterior.
«Es guapo y parece que se lo monta de duro», pensó la periodista. «Veremos cómo es al natural».