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Nevile Fawkes, el botánico, era un bello ejemplar masculino que se peinaba al estilo que exhiben los bustos tradicionales de Alejandro Magno, a fin de realzar su belleza, si bien ésta quedaba un tanto disminuida a causa de su nariz. Se hallaba ausente desde hacía dos días, según la cronología de Júnior, en una de las naves exploradoras atmosféricas de la Triple G. Sabía pilotar aquellas navecillas perfectamente y como era el único que podía hacerlo con excepción de los tripulantes, era natural que lo eligiesen para aquella misión, que no parecía producirle a Fawkes una alegría particular.

Regresó indemne e incapaz de ocultar una sonrisa de alivio. Se sometió a la irradiación para esterilizar el exterior de su flexible traje atmosférico, destinado a proteger a los hombres del efecto deletéreo del medio ambiente cuando no existiesen diferencias de presión, ya que el pesado y engorroso traje del espacio no era necesario en una atmósfera tan densa como la de Júnior. La navecilla fue sometida a una irradiación más extensa y luego fue tapada con una cubierta de plástico.

Fawkes tomó gran número de fotografías en color. El valle central del continente era de una fertilidad que sobrepasaba todos los sueños terrestres. Los ríos eran caudalosos, las montarías abruptas y cubiertas de nieve con los acostumbrados efectos solares pirotécnicos. Solamente bajo los rayos de Lagrange II la vegetación tenía un aspecto algo repelente… hubiérase dicho sangre seca y ennegrecida. Bajo los rayos de Lagrange I, en cambio, o bajo los de ambos soles combinados, la vegetación de un verde vivo y lujuriante y el brillo de los numerosos lagos —particularmente al norte y al sur, junto al borde inicial de los glaciares—, despertaron la nostalgia en el corazón de muchos.

—Mirad éstas —les dijo Fawkes.

Había descendido en vuelo rasante para tomar un fotocromo de un campo de enormes flores escarlata. Bajo la elevada radiación ultravioleta de Lagrange I, los tiempos de exposición habían de ser necesariamente muy cortos, y a pesar del movimiento de la navecilla, las flores se destacaban como manchas de color estridente.

—Juraría que cada una de esas flores tiene casi dos metros de diámetro.

Admiraron las flores embelesados. Entonces Fawkes añadió:

—Por supuesto, no he encontrado señales de vida inteligente.

Sheffield apartó la vista de las fotografías con un rápido movimiento. La vida y la inteligencia, después de todo, catan dentro de su jurisdicción.

—¿Cómo lo sabe?

—Mírelo usted mismo —repuso el botánico—. Aquí tiene las fotografías. No se ven carreteras, ni ciudades, ni cursos de agua artificiales, ni nada que pueda ser obra del hombre.

—No se ve nada que delate una civilización maquinista —observó Sheffield—. Esto es todo.

—Incluso los pitecántropos construían abrigos y empleaban el fuego —dijo Fawkes, ofendido.

—Ese continente es diez veces mayor que África y usted sólo lo ha explorado durante dos días. Ha dejado de ver extensiones inmensas de terreno.

—No tantas como usted se figura —respondió el botánico con acaloramiento—. Seguí el curso de todos los ríos importantes y examiné ambas costas. Las poblaciones debieran estar allí.

—Setenta y dos horas para recorrer dos costas de más de doce mil kilómetros de extensión separadas por dieciséis mil kilómetros de tierras interiores, sin contar con varios miles de kilómetros de curso fluvial, eso me parece muy apresurado.

Cimon le interrumpió:

—¿A qué discutir? El Homo sapiens es la única inteligencia que ha sido descubierta en la Galaxia en más de cien mil planetas explorados. La posibilidad de que Troas posea seres racionales es prácticamente nula.

—¿Ah, sí? —dijo Sheffield—. Podría usted utilizar el mismo argumento para demostrar que no hay inteligencia en la Tierra.

—En su informe —repuso Cimon— Makoyama no mencionaba vida inteligente.

—¿Y cuánto tiempo tuvo para hacerlo? Fue otro caso parecido. Metió rápidamente el dedo en el pajar y comunicó que no había ninguna aguja.

—¡Por el eterno Universo! —exclamó Rodríguez ásperamente—. Estamos discutiendo como locos. Digamos que la hipótesis de inteligencia indígena no está demostrada, y dejémoslo así. Aún no hemos acabado de investigar, imagino.