Era ya de noche. El industrial se había olvidado por completo de la cena.
—¿Cree que la astronave podrá elevarse?
—Si ellos lo dicen —repuso el astrónomo—, habrá que creerlo. No creo que tarden mucho en volver.
—Y cuando vuelvan —dijo el industrial con energía— yo mantendré puntualmente mi parte del acuerdo. Es más, usaré todas mis influencias para que el mundo los acepte. Me equi voqué del todo, doctor. Unos seres que no hacen daño a unos niños a pesar del trato que recibieron son admirables. Aunque… casi siento tener que decirlo…
—¿Decir qué?
—Pienso en nuestros hijos. Casi me siento orgulloso. ¿Se imagina? Se apoderaron de esos seres, intentaron darles de comer y los mantuvieron ocultos: ¡Se necesita valor para hacer eso! Rojo me dijo que pensaban ganarse la vida en un circo, exhibiéndolos.
—¡Juventud! —exclamó el astrónomo.