—Lo único que podemos hacer es enterrarlos sin llamar la atención —estaba diciendo el astrónomo—. De nada serviría dar publicidad al asunto.
Fue entonces cuando oyeron los chillidos.
Cuando ella se presentó ante ellos, corriendo atropelladamente, todavía no se había repuesto de la impresión. Transcurrieron algunos minutos antes de que su esposo pudiese arrancarle un relato coherente de lo sucedido.
Por último, ella pudo articular:
—Sí… están en el establo. No sé lo que son. No, no… Cerró el paso al industrial, que se disponía a dirigirse inmediatamente hacia allá.
—No vayas —le dijo—. Envía a un mozo con una escopeta. Te repito que nunca he visto nada como eso. Son unos animalillos horribles con… soy incapaz de describirlo. ¡Y pensar que Rojo los ha estado tocando y tratando de darles de comer!
—Yo sólo… —empezó Rojo.
—No era… —añadió Flaco.
El industrial les mandó callar.
—¡Ya habéis causado bastantes desaguisados por hoy! ¡Ahora a casa! Y no digáis ni una palabra a nadie. ¡Ni una palabra! No me interesan vuestros comentarios. Cuando todo esto se haya solucionado, ya los escucharé. En cuanto a ti, Rojo, ya me ocuparé de aplicarte un buen correctivo. —Y volviéndose a su esposa, dijo—:
Sean cuales sean esos animales, haré que los maten. —Y añadió en voz baja, cuando los chicos ya no podían oírle—: Vamos, vamos. A los chicos no les ha pasado nada y, después de todo, lo que han hecho no es tan horrible…
El astrónomo habló como si le costase pronunciar las palabras:
—Perdone, señora, pero…, ¿podría describirme esos animales?
Ella movió negativamente la cabeza. Se había quedado sin habla.
—¿No podría decirme tan sólo si…?
—Disculpe —dijo el industrial, en son de excusa—, pero yo me ocuparé de ella. ¿Me permite?
—Un momento, por favor. Su esposa ha dicho que nunca había visto animales como éstos. ¿No encuentra raro hallar animales tan insólitos en esta región?
—Lo siento, pero no me parece el momento más indicado para discutir eso.
—¿Y si esos animales tan raros… hubiesen aterrizado aquí anoche?
El industrial retrocedió un paso atrás, apartándose de su esposa.
—¿Qué quiere decir?
—¡Lo mejor será ir corriendo al establo, señor!
El industrial le miró con desconfianza, dio media vuelta y de pronto echó a correr. El astrónomo salió detrás de él, y a sus espaldas se alzó un chillido penetrante de la mujer.