37. MÉTODOS DE ELIMINACIÓN

Los vampiros, cuando mueren, se desintegran. Sus restos pasan a ser polvo y fragmentos diseminados en un amplio perímetro. Ello es debido a que, al morir por cualquiera de los procedimientos por los que se llega a matar a un vampiro, toda posible sangre, todo posible sustento orgánico, desaparece de inmediato. Son cadáveres no-muertos, pero sí envueltos de una fina capa de polvo que se puede desvanecer como por un golpe de aire. Un vampiro, y esto nunca mejor dicho, es pura nada cuando va a morir para siempre.

Veamos a continuación una serie de métodos y procedimientos característicos relativos a la muerte y anulación de los vampiros:

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Sin embargo, esto que parece tan elemental y archiconocido, es bastante difícil de ejecutar como sistema de eliminación, ya que, para que sea realmente eficaz, se precisa que el vampiro esté activo con todas sus facultades, y no en su letargo. Exponer al sol un vampiro dentro de su ataúd con la tapa abierta o sacarlo a la luz desde un húmedo sótano mientras es un cadáver enjuto y polvoriento no sirve para matarlo. Ha de ser mientras está vivo, antes de que acuda a su nido y después del amanecer. La dificultad estriba en retener al vampiro hasta ese momento. Solo el amor (o el sexo) lo logran, pero siempre en casos muy contados. Una vez que eso sucede, hay un inesperado olor a carne quemada, fruto de la explosión y posterior desintegración: un olor fosfórico, acre, similar al que se produce cuando se queman las tostadas con un buen trozo de rosbif encima.