Los vampiros, cuando mueren, se desintegran. Sus restos pasan a ser polvo y fragmentos diseminados en un amplio perímetro. Ello es debido a que, al morir por cualquiera de los procedimientos por los que se llega a matar a un vampiro, toda posible sangre, todo posible sustento orgánico, desaparece de inmediato. Son cadáveres no-muertos, pero sí envueltos de una fina capa de polvo que se puede desvanecer como por un golpe de aire. Un vampiro, y esto nunca mejor dicho, es pura nada cuando va a morir para siempre.
Veamos a continuación una serie de métodos y procedimientos característicos relativos a la muerte y anulación de los vampiros:
- A.– Los vampiros mueren por tres causas:
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- 1) son anulados —eufemismo de asesinados o rematados— por la acción de un humano vivo, no siempre ni necesariamente un cazavampiros, pero siempre —y esto es fundamental subrayarlo— siguiendo unos mismos procedimientos y no otros, como veremos.
- 2) son eliminados por la acción de otro vampiro, pero esto es extremadamente inusual, casi contra natura, ya que un vampiro no puede violentar a otro vampiro, salvo excepciones muy anómalas; en todo caso, si eso sucediera, el vampiro agresor ha de llevar a cabo los mismos procedimientos que ejecutaría un humano vivo.
- 3) se autodestruyen en una situación de ausencia extrema de sangre nutricia y siempre que ningún otro vampiro, como hizo el vampiro Arthur Knight, pueda ofrecer su corazón.
- B.– A los vampiros solo se les puede matar cuando están inmóviles y en letargo en su nido, por tanto siempre durante el día y con plena luz solar.
- C.– A los vampiros se les puede matar si se les deseca, atraviesa, arranca, desintegra o elimina la única parte de su cuerpo que no deja de tener sangre durante todo el letargo: su corazón.
- D.– Un vampiro puede morir si se le clava un estilete agudísimo de plata en tres partes del cuerpo a la vez. Es fundamental que sea al unísono. Para ello, si se emplea este procedimiento, han de estar presentes tres personas: la primera ha de clavar el estilete en el pecho a la altura del corazón, la segunda en ese preciso momento ha de hacerlo en uno de los ojos, y la tercera lo clavará en la boca hasta la garganta.
- E.– Un vampiro puede ser espantado, pero no muerto, si se aplican determinadas sustancias entorno a la posible víctima. Tradicionalmente se ha hablado de rudimentos un tanto ridículos, como las ristras de ajos, las cruces en el cabecero de la cama, los cuencos con agua bendita repartidos por los vanos de la casa, como puertas y ventanas, el rezo de oraciones en latín, etcétera. Ninguno de estos métodos es, en sí mismo, eficaz. Los vampiros ni siquiera los consideran. Pero, como cuando el río suena agua lleva, es cierto que sirven para algo.
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Por ejemplo, el ajo no espanta a un vampiro por ser ajo, pero está comprobado que esta hortaliza de las liliáceas se compone de dos sustancias, la aliina y el disolfuro de alilo, que poseen unas propiedades altamente coagulantes.
Lo del crucifijo es mera superstición, pero los crucifijos de plata pueden ser empleados como repelentes de vampiros, ya que la plata es uno de los metales que bipolariza la hemoglobina de la sangre del vampiro, produciendo un entumecimiento con síntomas de quemazón abrasiva. Arden por dentro.
Lo del agua bendita es una auténtica falacia cristiana, aunque ha habido casos, perfectamente documentados en Serbia y Croacia, de un tipo de vampiros llamados «seminocturnos», es decir, servidores de vampiros, que no son vampiros reales del todo y que huían del agua al ser su piel excesivamente polvorosa y acartonada.
- F.– Uno de los métodos más seguros es el del empalamiento por el ano, pero es un método desagradable. A algunos les horrorizaría. Para ello se precisa, de nuevo, el concurso de más de una persona, ya que requiere manipular el cuerpo del vampiro en su nido para darle la vuelta, de manera que el empalamiento se lleve a cabo limpiamente. Es un procedimiento que se emplea en regiones del norte de Grecia y en Moldavia. Una vez empalados, suelen erigir el cadáver atravesado y dejarlo así a la intemperie durante dos días y dos noches, tiempo suficiente para comprobar si realmente el empalamiento ha alcanzado su objetivo.
- G.– Lo más frecuente y pragmático es la eliminación por decapitación. Pero conviene advertir que ha de hacerse rápidamente y con sequedad, de un solo tajo, ya que en caso contrario los músculos del cuello del vampiro pueden tener una contracción tal que los endurezca como una piedra. Es el procedimiento más seguro, arrancarles la cabeza.
- H.– Los que se dedican a cazar vampiros proceden, a veces, a desangrar al vampiro. Se les llama «extractores» o «sacasangres», en el argot de los introducidos en el tema. Esto solo funciona si la acción contra el vampiro se ejecuta dentro de la primera hora del letargo. Para disecar a un vampiro hay que colgarlo por los pies y darle varios tajos en cuello, costado, ingle y muslos. Cuando la mayor parte de la sangre ya se ha vertido, es necesario que se proceda a la decapitación.
- I.– Otros, como los conocidos spongers o «esponjadores» (también engroseders), son matavampiros que los desangran antes de meterles una estaca en el pecho.
- J.– Ni las armas de fuego ni las de descarga eléctrica son eficaces frente a un vampiro. No deben emplearse jamás, ni debe confiarse a ellas toda la seguridad ante el ataque de un no-muerto.
- K.– Para las decapitaciones, las armas han de ser:
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- – la catana o espadas similares. Pueden valer, aunque son un tanto sofisticadas e incluso anticuadas;
- – es preferible la utilización de un hacha bien afilada;
- – no emplear cuchillos, ya que hacen el corte lento;
- – lo mejor: simultanear el hacha con la ballesta de arpón de acero o con la estaca metálica, siempre y cuando estas atraviesen el cuerpo a la altura del corazón;
- – la sierra eléctrica es muy recomendable;
- – recientemente, el más sofisticado sistema empleado es el láser hipersaturado de dióxido de carbono y haz ultravioleta de espectro gamma.
- L.– La estaca en el corazón es el procedimiento que ha transcendido a la cultura popular. Junto con la decapitación, es el modo más eficaz de eliminación e, históricamente, respondía a una razón simbólica, que era la de sujetar el alma del vampiro a la tierra, de manera que no pudiera escapar de la putrefacción y refugiarse en el cielo.
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No todas las estacas son válidas, obviamente. Las leyendas hablan de estacas de abeto o de otras maderas duras, pero lo cierto es que las estacas vegetales no surten efecto (salvo que se combinen con la decapitación o con el empalamiento anal).
Las estacas han de ser de hierro o de acero; de plata o de aluminio, preferiblemente; hoy en día cualquier metal blanco vale. Pero, ojo, nunca ha de aplicarse una madera de ciprés ni de cedro. Esas maderas, tal como descubrió la historiadora y apasionada de los upires Patrizia Scianfini, fortalecen al vampiro.
- M.– Desencajar o desquiciar la mandíbula. Este método, unido al hecho de verter centenares de pétalos de flores en los ataúdes o tumbas, es muy común en Europa del Este.
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Dicen algunas leyendas de esos países que un vampiro sin mandíbula ha de contar todos los pétalos que le rodean, lo que puede llegar a enloquecerlos. Lo cierto es que, según Sarah, esto no pasa de ser una broma ingeniosa y un tanto arbitraria, ya que los vampiros reales no enloquecen (sí, tal vez, los «seminocturnos» o servidores de vampiros, ya que son personas vivas aún). No obstante, según Sarah, si los pétalos de flores se mezclan con una mixtura de incienso y de «aqua vitae», el resultado es que el vampiro se cuece, por así decir, en su propia sangre, y se produce una extraña variante de autodestrucción.
El «aqua vitae», también conocida como agua divina, fue un invento macabro del doctor Edward Ascot en 1700, que consistía en tratar de dar con una pócima que aportara beneficios a los vivos sacados de los muertos. Se inventó una receta sui generis: hay que partir de un cadáver sano que haya fallecido de muerte violenta (no valen, por tanto, los que lo hayan hecho por enfermedad); trocearlo todo él en pedacitos muy menudos, carne, huesos, vísceras… Luego, el picadillo resultante ha de mezclarse y licuarse en un alambique. Pero lo básico de su receta era añadir al final una buena cantidad de sangre de un ser humano vivo. Todo ello se agita y se lleva a ebullición. El resultado es una sustancia viscosa y repugnante que, mezclada con el incienso, podía ser corrosiva. Actúa como un ácido en el vampiro y lo destruye.
- N.– Sin ninguna duda, en los tiempos actuales la química se ha revelado la clave, como tal vez en el pasado, pero entonces se desconocía su eficacia. El ácido hidroclórico es muy corrosivo. Si se rocía con él el cuerpo del vampiro, a la vez que se acompaña con una estaca metálica en el corazón, el vampiro se desintegra en segundos. Otros ácidos que se han utilizado, con el mismo efecto, son el ácido fluorhídrico, el ácido nítrico, el ácido selénico y el ácido crómico. El ácido sulfúrico, en cambio, no produce una reacción conveniente; por el contrario, potencia la resistencia del vampiro.
- Ñ.– La Comisión Napolitano, creyendo que sería una investigación valiosa, recomendó estudiar durante un tiempo el efecto de la talidomida, una sustancia que fue letal en la deformación de muchas personas en los años cincuenta y sesenta. No hay informes al respecto de su éxito o su fracaso.
- O.– La presencia de determinados metales preciosos, como la plata o el oro. Este es un mito, y es muy dudoso que el metal en sí, sin una acción de las anteriormente descritas, llegue a matarlos. Lo cierto es que la plata y los metales blancos —no así el oro ni los metales dorados—, aunque sean de poco valor, producen quemaduras en los vampiros; es más, los cuerpos de los vampiros suelen tener cicatrices por diversas partes debido a los roces inevitables con anillos, pulseras u otros objetos de metal de las víctimas. Son quemaduras, o cicatrices de viejísimas quemaduras, que no llegan a matarlos, tan solo los debilitan.
- P.– Llenarles la boca de harina hasta resecar y drenar todo su cuerpo. Dreyer, el cineasta, en su película Vampyr, lo empleó como método para matar no al vampiro propiamente dicho, sino a uno de sus servidores. No obstante, acertó al utilizarlo en el filme, ya que tenía la información adecuada. Se debió, según Sarah, a que, como poca gente supo —pero mucha intuía—, el productor, el barón Nicolás de Gunzburg, protagonista de la película con el falso nombre de Julián West, era un vampiro. «Y muy parecido a Nemus», añadió Sarah. Quizá por eso toda la película se rodó de noche o a horas crepusculares.
- Q.– Obviamente, lo más letal para un vampiro, lo que produce su desintegración fulminante, como hemos visto en otras partes, es someterlos a la exposición de la luz diurna.
Sin embargo, esto que parece tan elemental y archiconocido, es bastante difícil de ejecutar como sistema de eliminación, ya que, para que sea realmente eficaz, se precisa que el vampiro esté activo con todas sus facultades, y no en su letargo. Exponer al sol un vampiro dentro de su ataúd con la tapa abierta o sacarlo a la luz desde un húmedo sótano mientras es un cadáver enjuto y polvoriento no sirve para matarlo. Ha de ser mientras está vivo, antes de que acuda a su nido y después del amanecer. La dificultad estriba en retener al vampiro hasta ese momento. Solo el amor (o el sexo) lo logran, pero siempre en casos muy contados. Una vez que eso sucede, hay un inesperado olor a carne quemada, fruto de la explosión y posterior desintegración: un olor fosfórico, acre, similar al que se produce cuando se queman las tostadas con un buen trozo de rosbif encima.