Sarah volvió a sacar el asunto de la Comisión Napolitano. Reiteró que seguía abierta y proseguía sus investigaciones con fondos del Parlamento, aunque de modo casi secreto; Hacía años que nadie hablaba de sus trabajos. Por alguna razón que a ella se le escapaba, el nombre de Nemus había salido más de una vez en los dossieres de la Comisión a los que había tenido acceso. Podía achacárselo a filtraciones habidas desde su propio círculo y desde los investigadores que habían consultado sus archivos.
—Usted, Thea, no es la primera persona que visita esta casa, y nunca se sabe dónde acabará la información que hay aquí depositada —me dijo.
Sarah no le concedía gran credibilidad a la Comisión, pero la miraba como de soslayo, sin perderla de vista, «por si acaso». El hecho de que muchas cosas que sabía la Comisión fuesen ciertas, le hizo creer a Sarah que un vampiro real se había manifestado a alguno de sus miembros en cualquier momento, desde su creación por Andreotti hasta el día de hoy.
No descartaba tampoco la posibilidad de que el informante fuese el propio Nemus. Y en ese caso no podría reprochárselo, aunque Sarah, al incubar sospechas, le había advertido de que la información que le suministrase al gobierno podría ser mortal para él y para los de su especie, la de los solitarios (los vampiros del jefe Patel o de la Segunda Esfera). La utilizarían para destruirlos. Los gobiernos son carroñeros, le dijo. Pero Nemus guardaba silencio siempre que Sarah le interrogaba al respecto. Quizá todo eso le importara muy poco a él.
La Comisión insistía mucho en centrar sus trabajos y consultas en el origen vírico del vampirismo. Al final de la cadena primigenia del vampiro, aquellos expertos solo concebían como causante la existencia de uno o varios virus en inexplicables mutaciones.
En mi propia investigación, tras no pocos esfuerzos por llegar hasta el núcleo de esa Comisión, teóricamente pública pero blindada por un decreto del Ministerio de Defensa italiano, pude comprobar que las conclusiones sobre la naturaleza viral de los vampiros coincidían con las del programa PYP del Pentágono.
¿Sería verdad o una gran cortina de humo para otros fines más inconfesables?
Todo el estado de no-muerte, o, como lo describían los expertos científicos, de «muerte suspendida», se debía única y exclusivamente a un virus. Hasta aquí podía ser cierto. Se activa un virus que muta y muta. No sé el grado de investigación avanzada que se ha aplicado a este o a estos virus. Virus que, según la Comisión Napolitano (al igual que el propio PYP), tiene un efecto transformador de las enzimas y agresivo hasta la subversión total del metabolismo. Por eso los no-muertos no se descomponen, sino que algo nuevo se activa en ellos.
Existe el problema ineludible de que, para experimentar en serio y saber de los efectos del virus con toda certeza, se requiere, entre otras cosas, pasar a ser un no-muerto, con el consiguiente riesgo de acabar siendo un vampiro «in vitro». Obviamente, estaba en juego la propia vida.
Ridículo.
El virus, según los estudios conocidos, devora la sangre y crea en el paciente una necesidad perenne de alimentación sanguínea para compensar.
—Digamos —matizó Sarah— que convierte al cuerpo en un elemento unidireccional y unifuncional, destruyendo la viabilidad del resto de los órganos, salvo las funciones del cerebro vinculadas a la venalidad: violencia, sexo, supervivencia. De ahí el que sean muertos, pero también que sean, de facto, vivos.
En ambos casos, los afectados por el virus nunca están del todo vivos ni del todo muertos. Parecen suspendidos en un estado de catatonía temporal, seguido de accesos agresivos de inusitada fuerza. Por otra parte, se trata de un virus que solo actúa en los humanos, sin que haya pasado aún a otras especies. Al menos, que se sepa. Por tanto, nada de lobos ni de murciélagos ni de otra fauna similar, como suele pensarse. Es falso.
Pero ¿cómo se ha llegado a saber tanto sobre ese posible virus, si es que en realidad existe?
Sarah dudaba de su existencia en tanto que causante del vampirismo. Se reía de esa posibilidad. Para ella todo el asunto no era más que fruto de la guerra bacteriológica, un derivado de las armas químicas. En resumen: el plan gubernamental para realizar un tipo de vampiro-robot de fabricación genética no era más que una excusa para crear virus destructores masivos. Una especie de ántrax a la enésima potencia.
No la creí del todo, mantuve mis recelos sobre eso. Tal vez, fuera ella la que desviaba la atención.
Aunque no era mala idea aquel gran cambiazo, pensé yo, por mucho que con ello jugasen con fuego; abrían la caja de Pandora.
Bien mirado, lo de los virus vampíricos es bastante ridículo. Nos mienten los gobiernos, tanto el italiano como el estadounidense y cuantos demás países haya asociados a ese plan camuflado. No tienen nada, no han logrado nada positivo por esa vía. Lo del virus extraordinario como causa del vampirismo es, más que nada, una leyenda. Al menos para los vampirólogos, como afirmaban Sarah y otros a quienes conocí durante mi investigación para Factory. Pero, con ello como coartada, los gobiernos mantienen un programa que les permite experimentar con otras cosas, como la clonación, por ejemplo.
Los biboristas
—No le he contado nada aún acerca de los biboristas —añadió más tarde Sarah—. Tienen mucho que ver con la Comisión Napolitano. ¿Sabe lo que son los biboristas?
—No —contesté—, no he oído nunca hablar de ellos.
—Se les empezó a llamar así a los voluntarios reclutados por la Comisión para prestarse como conejillos de Indias con los virus mutantes que podían ser la causa del vampirismo. ¡Y qué mejor sitio que la cárcel para encontrar voluntarios para todo! Al final se creó un grupo reducido de presos con largas condenas. Si aceptaban participar en la investigación, la recompensa sería una reducción considerable de la pena carcelaria, incluso la remisión de la pena entera. Los resultados fueron increíbles y nefastos.
Por lo visto, al principio se creyó haber aislado un tipo de virus, y empezó a ser inoculado en animales sin que diera el más mínimo de los resultados esperados. Solo se podía intentar una inoculación en humanos.
Los voluntarios no fueron informados del todo, solo a medias, ya que ninguno de los consultados posteriormente declaró conocer en su totalidad el objetivo final de la experimentación. No es de extrañar que nunca se supiera el número exacto de voluntarios ni cuántos de ellos murieron por causa del virus, pero lo que Sarah tenía muy claro es que en absoluto se debió a su conversión en vampiro. Murieron por los experimentos. Murieron para siempre. No pasaron a ser vampiros bajo ningún concepto.
A esos voluntarios se los llamó así en recuerdo de otros, los auténticos biboristas. Estos, los verdaderos, eran unos vampiros bastante singulares, llamados con ese nombre por el color púrpura de sus ropas, derivado a su vez del color de sus ojos y de sus encendidos labios carnosos. Esos rasgos físicos fueron los primeros cambios de apariencia que sufrieron los voluntarios de la Comisión. De ahí su nombre.
«Bibor» es «púrpura» en el magiar del siglo XIII. Estos vampiros pertenecen a la Tercera Esfera o de Pasgán. Para muchos son meras sanguijuelas, y así se les denominaba con desprecio en su tiempo, pero ellos hicieron de ese desprecio una virtud. Son los genuinos chupasangres, los vampiros más osados, los más sexuales también, los de mordedura más intensa.
En cuanto a su modo de actuación, esta no se diferencia apenas de la de cualquier otro vampiro, salvo en una característica más desarrollada: su estado alucinatorio en el momento de la mordedura.
Lo curioso es que los voluntarios tratados con el virus manifestaron también tener visiones que los sumían en estados de terror que fueron cambiándose en momentos de placer.
Entre los vampiros biboristas la excitación es máxima. Es como la cocaína. De hecho, la cocaína es la única droga real que puede asimilar un vampiro, de la esfera que sea; les rompe el cerebro, literalmente, durante unas horas. Eso vuelve excesivamente venal su proceder. Sienten en ese lapso una atracción enfermiza por la sangre. Es su única obsesión. El ruaj en ellos es una auténtica droga, que mezclada con la cocaína produce el éxtasis alucinatorio más salvaje.
Pero conviene aclarar que el vampirismo en general produce alucinaciones. Es un poderoso viaje a sensaciones físicas y mentales inexploradas. Nemus lo sabía muy bien. Y también Sarah. La condición de droga que supone el hecho vampírico afecta por igual a la víctima, sobre todo si es vampirizada en varias fases o sesiones, o sencillamente utilizada como «alimento» sin que se le deje morir, como le había ocurrido a Sarah, quien se prestó a Nemus cuando él lo requirió.
Durante mucho tiempo, se atribuyó a ese estado alucinatorio el poder de ver el futuro, pero no se trataba de eso. De hecho, los vampiros no ven el futuro, no lo intuyen siquiera, debido a su estado de presentismo permanente. Para ellos, el tiempo es lo que viven en ese momento, y en cuanto al pasado, una suma de nebulosas que rodean al único hecho que recuerdan con total nitidez: su conversión y todo lo que pertenece a su vida vampírica. Otros recuerdos, como los de sus padres o la vida que tuvieron en tanto que humanos vivos, se les han borrado y solo queda de aquellos la cicatriz de la memoria.
El periodista que investigó las muertes de los voluntarios para el experimento Napolitano, Gianni Cazzale, falleció también, al parecer en extrañas circunstancias. Su periódico, el Corriere della Sera, nunca pudo avanzar mucho sobre su muerte, porque siempre se topaba con la lógica de los servicios secretos. Todo parecía normal, un lamentable accidente: su cadáver se halló lleno de heridas en el interior de un coche aplastado al fondo de un barranco, en los Dolomitas. Eso dijeron.
—Nunca se sabrá quién estuvo detrás, ni si fue un accidente o no. Lo más llamativo del asunto es que Cazzale, hasta donde sus amigos íntimos sabían, no había conducido un auto en su vida. No se permitió acceder a los resultados de la autopsia, si es que se le practicó una. El cuerpo se remitió a Estados Unidos aduciendo una ambigua última voluntad del periodista de ser enterrado junto a unos parientes de Boston. Pero su cuerpo nunca llegó a Boston. De hecho su cuerpo nunca llegó a ninguna parte.
—¿Se podría decir que fue vampirizado? —pregunté ingenuamente.
—Nemus lo sabe. Pero Nemus nunca me lo ha dicho.
—Entonces, ¿el virus es eficaz? ¿Produce vampiros reales?
—No creo que fuera el virus lo que mató a Cazzale. Ni tampoco lo que lo convirtió en un no-muerto. Pero si la Comisión tiene un informante vampiro, tal vez le regalaran a Cazzale como alimento. En la voluntad del vampiro estaría luego matarlo del todo o convertirlo. Si le enseño una foto de Cazzale, verá que era bastante atractivo. Y joven. Ate usted los cabos, amiga mía.
Lo que Cazzale llegó a averiguar era que los voluntarios conocidos como biboristas empezaron a experimentar cambios en su aspecto: muchos cadáveres aparecían clonados, repetidos unos en otros. El propio Gianni, por lo visto, llegó a ver algunos de aquellos cuerpos en la morgue y conservaban tantas similitudes entre sí que le hicieron sospechar de inmediato.
Otros de los voluntarios habían perdido cualidades humanas, morían de otras enfermedades. Lo que estaba claro era que sus cuerpos no resucitaban. Sencillamente, muchos pasaron a ser despojos vaciados, es decir, sin órganos. ¿Qué habían hecho con ellos, para qué clase de experimentos habían sido utilizados realmente, con la excusa de ser posibles vampiros?
Cazzale murió antes de saberlo. Prefirieron que fuese vampiro. Tal vez. O tal vez sus restos sigan aún en un vertedero.
Y sin embargo, lo que a Sarah le preocupaba era que los miembros de la Comisión Napolitano sabían cada vez mejor cómo era y cómo actuaba un vampiro de verdad. ¿Acaso Nemus u otro vampiro seguían informándoles? ¿Y por qué lo hacían, qué ganaban con ello? ¿Liberarse de algo? ¿Puede que Nemus fuera —salvando las distancias— una especie de espía doble, un vampiro arrepentido, un «garganta profunda» del vampirismo?
Sin perder la seriedad ante la suma de mis desvaríos, Sarah dijo:
—Demasiada fantasía la suya, Thea.
Quizá. Quién sabe. Pero Sarah no me lo negó.