31

La caja de palisandro dio una forma cuadrada a la mochila de Arthur. Como no pudo cerrar la cremallera, tapó el hueco con un plano de Barcelona desplegado. Con los nervios propios de una pareja que huye de la escena del crimen, tomaron un taxi en la avenida Gaudí y regresaron al hotel.

Hengst los esperaba cerca de la entrada, oculto en el zaguán de un estudio de piercings de la calle de Sant Pau. Se tapaba con un periódico para ocultar sus ojos cansados y la cara de pocos amigos. Había llamado a su habitación varias veces, y se había alegrado de que no hubieran vuelto en toda la noche. De modo que lo único que pudo hacer fue recorrer una y otra vez la calle estrecha y desierta, en una furibunda vigilia nocturna.

Cuando Arthur y Claire bajaron del taxi y entraron en el vestíbulo del hotel, Hengst lanzó un suspiro de alivio e hizo una llamada de teléfono.

En su habitación, Arthur dejó la mochila en el sillón y ambos se la quedaron mirando, sentados en la cama.

—¿Y ahora qué? —preguntó Arthur tras un largo silencio.

Claire no respondió.

Él estaba aturdido. La euforia había durado poco. La búsqueda había llegado a su fin.

«¿Ahora qué?».

Al final Arthur respondió con voz monocorde, cansado, aprovechando un destello de lucidez, sin apartar los ojos del premio.

—Quiero contárselo a Andy y a Tony. Pero están muertos, ¿no? Murieron por culpa del Grial. Ahora también querrán matarnos a nosotros. Claire, deberías volver a casa, alejarte del Grial y alejarte de mí. Deberías irte ahora. ¿Lo harás?

Ella también estaba exhausta.

—No lo sé.

—No creo que nos hayan seguido, pero tal vez lo han hecho. ¿Por qué lo desean con tanto afán? Tiene que haber algún motivo más allá de su valor monetario.

—No lo sé. La piedra con la que está hecho tiene unas propiedades únicas.

—¿De qué tipo?

—Estoy muy cansada. Tengo que pensar, ¿de acuerdo?

Arthur asintió con expresión fatigada.

—No sé qué hacer. Cuanto antes lo anunciemos públicamente, antes estaremos a salvo. ¿Deberíamos devolverlo a la Sagrada Familia? ¿A Montserrat? ¿A España? ¿Al Vaticano? Es ridículo, ¿verdad? Ni siquiera sé cómo convocar una rueda de prensa. He soñado con este momento durante toda mi vida. Con encontrar el Grial. —Su voz se fue apagando—. ¿Qué haces cuando has llegado a lo más alto? ¿Qué haces el resto de tu vida?

Arthur notó que Claire le estrechaba la mano.

—En estos momentos —prosiguió él— lo único que quiero hacer es llevarlo al Bear, pedir una ronda de cervezas y enseñárselo a Sandy Marina, a Aaron Cosgrove y al resto del grupo. Quiero dejarlo en la mesa junto al bastón de Andy. Luego ya decidiré qué hacer, supongo.

—¿Por qué no duermes un poco? —preguntó Claire con ternura, y apartó las sábanas de la cama—. Voy a darme un baño y luego me acuesto contigo. Seguro que después lo veremos todo más claro.

Arthur aceptó la propuesta, se desnudó y se metió bajo las sábanas.

En el baño, Claire se desvistió y, mientras esperaba que se llenara la bañera, encendió el teléfono móvil, que había estado apagado durante toda la noche. Tenía varias llamadas perdidas, todas del número de sus padres.

Alarmada, los llamó.

Salió al cabo de quince minutos con el pelo envuelto en una toalla.

Arthur aún estaba despierto.

—¿Va todo bien? Te he oído hablar con alguien.

Claire parecía preocupada.

—Era mi madre. Mi padre ha tenido una especie de mareo. Lo llevaron al hospital e intentaron llamarme. Pero ahora ya está bien, ya ha vuelto a casa.

—¿Qué le ha pasado?

—Tal vez haya sido un pequeño derrame. Tienen que hacerle más pruebas.

—Lo siento. ¿Quieres volver a casa?

—Mis padres no quieren que vaya.

Se metió en la cama con él y lo abrazó por la cintura.

—En la bañera he estado pensando. Creo que deberíamos intentar comprender el Grial, sus propiedades. El efecto en contacto con la luz, el calor que desprende. Como física, quiero saber más, examinarlo. ¿No crees que, antes de hacer la rueda de prensa, deberíamos estudiarlo para así poder describirlo como es debido?

—¿Qué pruebas quieres hacer?

—Puedo someterlo a análisis en el laboratorio. En Modane. Hoy es viernes. Podríamos salir en coche esta misma tarde, dormir en mi piso e ir al laboratorio mañana. No habrá nadie.

—¿De qué material crees que está compuesto?

—No lo sé. Es extraño.

—Es mejor que durmamos primero —dijo Arthur, que apoyó la cabeza en la almohada—. Luego ya hablaremos.

Poco más de una hora después de salir del hotel, cruzaron la frontera con Francia. Arthur había accedido a pasar el fin de semana en Modane para intentar averiguar algo sobre las propiedades del cuenco antes de mostrarlo al mundo. Además, no quería despedirse de Claire. Aún no.

Claire estaba sentada a su lado, con la caja de palisandro en el interior de una bolsa de lona sobre su regazo. No le pareció buena idea relegarlo al maletero o al asiento trasero del coche. Además, el leve calor que desprendía el Grial le proporcionaba una sensación reconfortante.