Antes de adentrarnos en el análisis de las actividades del grupo de hackers en que se basa el estudio, llevaremos a cabo una breve y nada técnica descripción de la arquitectura tecnológica subyacente, con el objeto de facilitar la comprensión de algunas de las prácticas observadas e introducir la «jerga» que utilizaremos en los próximos capítulos.
La llamada «televisión digital» (TV digital) es un nuevo sistema de transmisión y tratamiento de la señal de televisión que implica un cambio radical con relación a la televisión analógica convencional, tanto en términos tecnológicos como en términos de los modelos de negocio asociados.
A diferencia de la TV analógica, la TV digital proporciona unos altos niveles de calidad de imagen y sonido, un enorme número de canales y un conjunto de servicios interactivos diversos, como el vídeo bajo demanda (el «cine a la carta»), la compra electrónica o los servicios de «banca en casa», utilizando para ello algo tan simple como el mando a distancia de la televisión.
La TV digital utiliza el mismo lenguaje que los ordenadores: el lenguaje binario (cadenas de 0 y 1). La utilización de códigos binarios para representar imagen y sonido permite llevar a cabo operaciones de compresión y codificación de las señales. La compresión permite que en el mismo rango de frecuencia necesario para ubicar tan sólo un canal analógico sea posible ubicar entre seis y ocho canales digitales.
El cifrado o encriptación de señales constituye un elemento distintivo de los sistemas de TV digital, y es la característica tecnológica fundamental a partir de la cual se ha desarrollado el conjunto de prácticas hacker analizadas en este estudio. La señal de televisión, al ser sometida a un proceso de encriptación, es transformada en cadenas binarias que sólo pueden ser visualizadas por aquellos terminales de recepción que dispongan de los códigos de «desencriptación» adecuados. Esto permite poner en marcha nuevos modelos de negocio basados en el concepto de pago por visión: si pago por ver un determinado evento (una película o un partido de fútbol, por ejemplo), recibiré los códigos que me permitirán realizar la «desencriptación» de la señal de televisión. Los sistemas de acceso condicional (CAS) gestionan todo este proceso de pago y acceso a los canales de pago por visión.
En pocos años, toda la emisión y recepción de televisión será realizada utilizando este tipo de tecnología. En el caso de España, el «apagado» de la televisión convencional o analógica ya ha sido planificado para el año 2012. En el resto de países de la Unión Europea y en Estados Unidos la situación es muy similar, con fechas de «apagado» muy parecidas a las de España.
Demos ahora un vistazo a los bloques funcionales básicos de un operador de TV digital. Las señales a emitir, sean éstas de producción propia o contenidos proporcionados por terceros (por ejemplo, películas de distribuidoras de cine), son sometidas a un proceso de compresión y codificación/cifrado en función del programa o canal. Esto permite someter a distintos niveles de protección los diferentes canales de un mismo operador.
Los sistemas de compresión y codificación se relacionan con un bloque fundamental: el sistema de acceso condicional. El CAS dispone de toda la información relativa a los derechos de los abonados (usuarios) del sistema. De manera que si yo he pagado por ver un determinado partido de fútbol, el sistema debe asegurar que mi terminal receptor reciba la clave adecuada para poder realizar la «desencriptación» de la señal.
El sistema CAS también es el responsable de mantener actualizada toda la información relativa al abonado, como el tipo de suscripción que ha contratado (básico, premium, etcétera) o la caducidad de su abono.
Es, en definitiva, el «policía» encargado de controlar el tráfico de señales desde el operador de TV digital hasta los abonados: quién ha pagado, quién tiene derecho a ver qué programa, etcétera.
Una vez comprimida y codificada, la señal es modulada utilizando una determinada tecnología en función del medio de emisión. Existen tres medios de emisión de señales de TV digital.
El más conocido en España es el de satélite, basado en la emisión desde satélites ubicados en órbitas geoestacionarias que cubren grandes áreas geográficas o «huellas».
De inferior desarrollo en España son las redes de cable, que son, sin embargo, el medio más desarrollado en otros países, tales como Alemania, Suiza o Estados Unidos, donde el número de usuarios de cable supera a otros medios de emisión.
Por último, el tercero de los medios de transporte de la señal es el denominado Televisión Digital Terrestre (TDT). Se trata de una infraestructura que permite reutilizar el parque de antenas analógicas existente, al basar su funcionamiento en la emisión de la señal de TV digital desde estaciones terrestres. Es el modelo seleccionado por España para la sustitución de los canales en abierto actuales, de manera que la TV convencional en abierto que en estos momentos recibimos será transformada a TDT durante los próximos años. De hecho, la mayoría de las cadenas de televisión en abierto han iniciado ya, de manera experimental, la emisión en digital utilizando TDT.
Veamos ahora más detalladamente el proceso de encriptación y desencriptación de señales de televisión, puesto que entender tal proceso nos ayudará a entender mejor las actividades del grupo de hackers estudiados.
Antes de nada es necesario introducir el concepto de descodificador. La señal de TV digital emitida por el operador no puede ser directamente visualizada en los televisores analógicos de nuestros hogares. Se hace necesaria la utilización de un dispositivo que se encargue de convertir la información digital (cadenas de 0 y 1) en señales analógicas adecuadas para un receptor de TV analógico. Ésta es la tarea básica realizada por el descodificador o Set-Top-Box (STB).
El STB es un elemento clave del modelo de la TV digital y su elección tiene importantes repercusiones técnicas y de negocio, puesto que, además de utilizar una determinada tecnología para la encriptación de las señales y el control de acceso del usuario, constituye el elemento básico a partir del cual se establece la comunicación con el abonado para tareas tales como la reprogramación de canales o el acceso a servicios interactivos de valor añadido.
El STB dispone habitualmente de una ranura para la inserción de una tarjeta de abonado. Esta tarjeta constituye la esencia del modelo de servicios de acceso condicional, es decir, el sistema por el cual se determinan los canales a los que un abonado tiene derecho y los programas de pago por visión a los que podrá acceder, una vez realizado el correspondiente pago.
La restricción en el acceso a un determinado canal o evento de pago por visión se realiza mediante técnicas de criptografía. El proceso de encriptación crea una señal que tan sólo puede ser desencriptada por medio de un STB que disponga de la clave de desencriptación adecuada. Una clave de desencriptación es un conjunto de bits que al ser aplicado a la señal de televisión mediante un algoritmo permite recuperar la señal de TV original.
Las claves de desencriptación son proporcionadas por el operador de TV digital a través del propio satélite y almacenadas en la tarjeta de abonado. Estas claves son enviadas a través de unos tipos especiales de mensajes, llamados EMM (Entitlement Management Messages) y ECM (Entitlement Control Messages). Estos mensajes son fundamentales para el operador, puesto que gracias a ellos se asegura que cada uno de los abonados tenga acceso únicamente a los programas o eventos de pago por visión por los que ha pagado. El número de EMM que un operador emite es por tanto, proporcional al número de abonados de los que dispone. Una tarjeta de abonado puede almacenar hasta unos cien EMM distintos.
Pese a los esfuerzos por definir un estándar de alcance internacional que permita la utilización de un único sistema de acceso condicional, en estos momentos existen diversas plataformas tecnológicas, en gran medida alineadas con los diferentes grupos de operadores de TV digital del mercado. Los beneficios que una estandarización tendría son enormes, especialmente desde el punto de vista del usuario, puesto que con un mismo STB o descodificador sería posible acceder a diferentes operadores. Además de las restricciones de carácter estrictamente técnico, existen otras razones comerciales que explican los obstáculos encontrados hasta ahora en la definición de unos estándares en esta área. Una de ellas, de hecho la más importante, es la relativa al control de la red de descodificadores, puesto que imponer un determinado modelo, basado en una tecnología propietaria (por oposición a estándar), asegura un suculento parque de abonados cautivos que para cambiar de operador deberían instalar un nuevo descodificador. Los sistemas más conocidos son:
Las actividades del grupo con el que se ha realizado este trabajo de campo están dirigidas fundamentalmente a los sistemas Nagra y MediaGuard, que corresponden a los operadores de TV digital vía satélite implantados en el territorio español.
Para un operador de TV digital, uno de sus objetivos de negocio más importantes consiste en incrementar los abonados a una cuota de tipo premium, es decir, abonados con acceso a aquellos programas (cine, música, deportes, infantiles) de mayor calidad y que implican un coste adicional al precio del paquete básico.
De la misma manera, para hacer atractiva su oferta, el operador necesita cerrar acuerdos con proveedores de contenido para disponer de programas exclusivos (cine, fútbol, boxeo, etcétera) que puedan ser ofertados al abonado con el formato de pago por visión.
Estas líneas de ingreso (abonados premium y eventos de pago por visión) conforman los pilares básicos del modelo de negocio de un operador de TV digital.
La piratería de las señales de TV digital consiste en crear, por mecanismos variados que describiremos más adelante, tarjetas de abonado piratas que, al ser insertadas en lugar de la tarjeta de abonado original en el descodificador, permiten el visionado de todos los canales ofertados por el operador de TV digital, incluyendo tanto los canales del paquete básico como los canales premium y todos los canales de pago por visión, sin tener que pagar por ellos.
Es decir, un abonado puede darse de alta del paquete básico con el precio más bajo, puesto que la tarjeta pirata le permitirá acceder a toda la programación adicional de manera gratuita.
El mítico modelo piccard2 constituye uno de los ejemplos más paradigmáticos de estos artilugios. Esta tarjeta pirata alcanzó una enorme popularidad entre los años 2000 y 2002, ya que disponía de funcionalidades avanzadas como la superencriptación y supuso un importante avance respecto de su «honorable» antecesora, la piccard1.
La piccard2 estaba equipada con dos chips, un microcontrolador 16F876, en el que se almacenaban los programas que reproducían el funcionamiento de la tarjeta de abonado original, y un chip de memoria 24C32, en el que se almacenaban las claves de desencriptación adecuadas al operador al cual se pretendía «piratear» la señal.
La piccard2, como cualquier otro modelo de tarjeta pirata, reproducía el funcionamiento de la tarjeta de abonado original, «engañando» al STB y haciendo que se comportara como si ésta fuera una tarjeta «legal» con las credenciales correctas para permitir el visionado de todos los canales y eventos de pago por visión del operador.
El parque de tarjetas piratas alcanzó durante el año 2001 unos niveles de vértigo. De acuerdo con los datos suministrados por AEPOC (la Association Européenne pour la Protection des Ouvres et Services Crypres), una asociación que reúne a operadores de televisión de pago (Canal Plus France, Telepiù, Stream, Sogecable, BskyB), fabricantes de tecnología de acceso condicional (Canal+ Technologies, NDS, Motorola, Thomson o Philips) y consorcios de satélites (Eutelsat o Astra), el volumen de pérdidas anuales generadas por la piratería de TV digital en Europa es de un billón de euros[1].
De hecho, estimaciones conservadoras realizadas a mediados del año 2001 situaban en un 20 por ciento el número de abonados europeos que pirateaban la señal de televisión de sus proveedores. Es decir, unos 7 millones de abonados de un total de 35 millones a escala europea[2]. En el caso de España, el porcentaje de tarjetas piratas podría ser incluso mayor, llegando durante el año 2001, según algunas fuentes, a las 500.000 de un total de 1,6 millones de abonados[3].
Estos datos demuestran el enorme impacto económico de la piratería de tarjetas de abonado de TV digital y el papel fundamental que estas prácticas han adquirido en el sector, hasta el punto de hacer cambiar los planes de negocio de una compañía y obligarla a replantear todas sus inversiones en tecnologías de acceso condicional.
Sin ir más lejos, la piratería fue una de las razones por las que algunos operadores incrementaron a lo largo del año 2000 en más de un 30 por ciento el coste de su paquete básico, para al menos conseguir mejorar la facturación en aquellos abonados que optaban por pagar lo mínimo (el paquete básico) y disfrutaban del acceso al paquete premium y al pago por visión de manera gratuita mediante una tarjeta pirata.
Con el fin de proteger los servicios proporcionados a través de sistemas de acceso condicional, el Parlamento Europeo adoptó el 20 de noviembre de 1998 la Directiva 98/94/EC, que tipifica como delitos en el ámbito de la Comunidad Europea la «manufactura, importación, distribución, venta, alquiler, posesión, instalación, mantenimiento o reparación de dispositivos ilegales de descodificación», tales como las tarjetas piratas[4].
Los cambios en la legislación, unidos a la presión de AEPOC y de un gran número de compañías del sector, han generado una persecución policial muy activa de todas las prácticas relacionadas con la piratería, que se ha concretado en un gran número de redadas y detenciones en España y otros países de la Unión Europea. En el caso de España, la Unidad de Investigación de la Delincuencia en Tecnologías de Información del Cuerpo Nacional de Policía ha practicado detenciones tanto de traficantes de tarjetas en el mercado negro, como de hackers desarrolladores de programas.
Se trata, en definitiva, de un fenómeno social de carácter masivo en el que han participado o participan de manera más o menos activa y con roles diversos (desde simples usuarios de tarjetas piratas a traficantes, pasando por los personajes en los que nosotros nos centraremos, los hackers desarrolladores del software descodificador de las tarjetas piratas) millones de personas en Europa.
El fenómeno afecta a un amplio espectro de clases sociales y categorías socioeconómicas. Grupos sociales con alto poder adquisitivo, que disponen de los recursos económicos para hacer frente al pago de las suscripciones premium y pagar por los programas de pago por visión, optan sin embargo por utilizar tarjetas piratas y burlar los controles del operador digital.
Como AEPOC ha apuntado, algunos de los compradores y usuarios de tarjetas piratas compran televisiones de alta gama de precios superiores a los 10.000 euros. Estos usuarios de alto poder adquisitivo eligen utilizar una solución ilegal, mucho más frágil en términos de solidez técnica y que les obliga a establecer una relación con el mercado negro de piratas y traficantes de tarjetas, en lugar de optar por una solución legal, mucho más cómoda y que supondría un gasto poco menos que insignificante para este segmento de consumidores.
Estamos, por lo tanto, ante una actividad con motivaciones no únicamente económicas, que muestran cómo en una sociedad de mercado globalizada se producen respuestas de carácter subversivo de manera espontánea. La línea que separa lo legal y lo ilegal deviene una ancha franja de contornos imprecisos por la que el ciudadano global transita. Si un producto o servicio puede ser conseguido sin ser pagado, o pagando una fracción de su coste oficial, un porcentaje importante de la población optará por utilizar medios alternativos, aunque éstos sean considerados ilegales.
Estamos ante conductas que tienen, además de una vertiente puramente práctica («ver la programación de televisión gratis»), un gran valor simbólico: conductas de resistencia ante una de las manifestaciones más conspicuas de esta sociedad-red como es el ocio audiovisual.