Liberar: 1. Poner a uno en libertad. 2. Eximir a uno de una obligación. 3. Librar de algún mal.

El viernes después de comer, su padre lo recogió frente a la comisaría.

—¿Cómo está el tío? —preguntó Caldas al entrar en el coche.

—Va yendo. Liberado de la mascarilla. Sólo tiene una cánula nasal, así que puede hablar y comer sin aquel ruido horrible.

—Mejor.

—Sí, igual dentro de unos días ni siquiera necesite oxígeno.

—¿Va a irse a su casa? —preguntó el inspector, bajando unos dedos la ventanilla.

—Si no quiere, no.

Llegaron a la finca y aparcaron junto al camelio. Cuando su padre abrió la portezuela del coche, el perro marrón, que se había acercado a la carrera, comenzó a dar saltos a su alrededor, lamiéndolo, emitiendo gemidos y moviendo el rabo como un látigo fuera de control.

—¿Pero cuándo te marchaste de casa? —preguntó Leo Caldas.

—Esta mañana —respondió el padre, tratando de deshacerse del cariño del animal.

—Pues vaya recibimiento —murmuró el inspector—. ¿Él sabe que no es tuyo?

—¿Cómo carallo voy a saber lo que piensa un perro, Leo?

—Yo creo que no lo sabe —sonrió Caldas, y se dirigió al mirador.

Se apoyó en el antepecho y contempló las viñas deshojadas, cada una amarrada a su poste como un ejército en formación. El día era frío, pero tan transparente que se podían contar los árboles en el monte, al otro lado del río. Olía a los días de su niñez.

El padre se situó a su lado.

—Está bonita la finca, ¿verdad? —preguntó mientras palmeaba el lomo marrón del perro para animarlo a dejar de frotarse contra sus piernas.

—Sí.

—¿Conoces la plantación nueva, la que está sobre el río?

—No —mintió una vez más.

—Pues vamos a saludar a tu tío y bajamos a verla. Te va a gustar.

Estaban llegando a la casa cuando el padre le dijo.

—Por cierto, ayer hablamos con Alba.

—¿Os llamó ella?

El padre asintió.

—Para preguntar por Alberto.

—Ya.

—Tú todavía no la has llamado, ¿verdad?

—No, aún no.

—¿Y no crees que deberías hacerlo?