Remitir: 1. Enviar algo a alguien de otro lugar. 2. Perdonar o liberar a alguien de una obligación o una pena. 3. Perder una cosa su intensidad o parte de ella. 4. Atenerse alguien a lo que ella misma u otra persona ha dicho o ha hecho respecto de un asunto.

Ese mediodía Leo Caldas sólo salió de su despacho para frotar sus zapatos con papel higiénico en el cuarto de baño. El resto del tiempo permaneció recostado en su butaca negra, repasando los detalles de la investigación de la muerte de Justo Castelo, preguntándose si habría pasado algo por alto.

Abrió una vez más la carpeta azul. Al informe preparado por Clara Barcia había añadido el primer examen del barco hundido bajo el faro de Punta Lameda, en Monteferro. Indicaba que el boquete en el casco había sido realizado desde dentro. Desafortunadamente, la permanencia bajo el mar había limpiado de rastros la embarcación.

Llamó a la UIDC. El agente Ferro, de vuelta en la oficina tras pasar la mañana buscando pruebas alrededor del faro, corroboró que las piedras utilizadas para lastrar el barco habían sido recogidas junto a la poza. Ferro había encontrado rodadas de coches en el camino de tierra, pero ninguna huella alrededor de la poza. La lluvia caída durante la semana se había encargado de eliminarlas.

Volvió a leer el informe preparado por Clara Barcia y después todos los recortes de prensa acerca del naufragio del Xurelo. Recordó la llamada del Rubio a José Arias. Aquel barco hundido junto a la isla de Sálvora era el único nexo entre los marineros. Algo les había vuelto a poner en contacto después de tantos años, pero ¿qué?

Hojeó también el informe del levantamiento del cadáver del capitán Sousa. Había llegado a dudar que el cuerpo encontrado en las redes del pesquero perteneciera en realidad al patrón del Xurelo. Ahora pensaba que no tenía sentido que hubiese permanecido oculto tanto tiempo. Por otra parte, el forense había confirmado que el golpe en la cabeza no se había producido con la barra de madera que Sousa lucía al cinturón, sino con aquella llave para tuercas de ruedas encontrada entre las rocas. Además, los fantasmas no actuaban en parejas.

Había pensado que tal vez todo respondiese a una venganza, al castigo por el daño infligido años atrás, pero el único hijo del patrón tenía una coartada sólida: se encontraba a más de mil kilómetros de distancia el día que mataron al Rubio.

Pero si Sousa no estaba involucrado en la muerte de Castelo, ¿por qué diablos había aparecido la fecha del naufragio escrita en la chalupa?, ¿por qué iba a querer nadie remover todo aquello?

Después de cuatro días de dedicación, no habían logrado hallar un móvil ni identificar a un solo sospechoso. No tenían respuesta para el quién ni para el por qué.

Estévez estaba en lo cierto.

No tenían nada.

A media tarde consultó el reloj de su muñeca. Si se daba prisa aún llegaría a tiempo al hospital. Guardó los documentos en la carpeta y la devolvió al montón de procedencia.

Después de despedirse de su ayudante hasta el lunes siguiente, salió a la calle y encendió un cigarrillo.

El dolor de cabeza había remitido.