Estela: 1. Señal o rastro de espuma y agua removida que deja tras de sí una embarcación u otro cuerpo en movimiento. 2. Rastro que deja en el aire un cuerpo en movimiento. 3. Rastro o huella que deja una cosa o un suceso. 4. Monumento conmemorativo, generalmente de piedra, que se erige sobre el suelo en forma de lápida, pedestal o columna.
Por la mañana se desnudó, se metió en la ducha y, con los ojos cerrados bajo el chorro de agua caliente, se agachó para recoger la cuchilla de afeitar de la repisa. Le gustaba afeitarse en la ducha, sin necesidad de jabón ni de espejo. Le bastaba con pasarse la palma de la mano a contrapelo para comprobar si quedaba alguna zona por rasurar. Sólo había dejado de afeitarse así durante unas pocas semanas, después de que Alba le regalase una maquinilla eléctrica a la que nunca se acostumbró.
Al terminar, devolvió la cuchilla a su sitio y se enjabonó concienzudamente. Estaba cubierto de espuma cuando oyó el timbre agudo del teléfono.
Sólo una persona podía llamarle tan temprano.
Salió de la bañera a toda prisa dejando una estela blanca en el suelo, un reguero de burbujas que le siguió desde el cuarto de baño hasta la mesa baja del salón.
—¿Sí?
—Leo, soy yo.
—¿Quién? —dijo, sintiéndose ridículo al preguntar.
—Yo, Alba —respondió ella, como si hiciese falta.
—Ah, hola.
—Disculpa que te llame tan pronto.
Ambos sabían que no era tan pronto.
—No te preocupes.
—Me enteré de lo de tu tío Alberto. ¿Cómo sigue?
Su voz sonaba como si no hubiese dejado de oírla un solo día.
—Regular.
—¿Y tu padre?
—Bueno…
—¿Le darás un beso de mi parte?
—Claro —susurró.
—¿Tú cómo estás, Leo?
Mal, pensó, yo estoy mal.
—Bien —dijo, en cambio—. ¿Y tú?
—Sí…, también.
Cuando se despidieron, sacudió el agua del teléfono y lo dejó boca abajo sobre un periódico. Luego volvió a la ducha con la sensación de que Alba se le había escapado para siempre, como la espuma que había resbalado por su cuerpo hasta formar un charco en el suelo.