Sombra: 1. Oscuridad, falta de luz. 2. Imagen oscura que proyecta un cuerpo opaco al interceptar la luz directa. 3. Espectro o aparición fantástica de alguien ausente o difunto. 4. Persona que sigue a otra por todas partes. 5. Clandestinidad. 6. Mácula, defecto.
La camisa, el jersey y el pantalón de pana que Justo Castelo vestía cuando lo sacaron del agua estaban doblados cuidadosamente sobre una de las mesas metálicas de la Unidad de Inspección Ocular. Un impermeable azul marino estaba extendido a un lado, junto a los calzoncillos y los calcetines.
Leo Caldas vio, en el suelo, unas botas de plástico similares a las que calzaba su padre cuando apareció entre las viñas precedido por aquel perro marrón que lo acompañaba a todas partes. Se miró los zapatos. Aunque los había frotado con un pañuelo de papel al llegar a su despacho, en algunos bordes conservaban el recuerdo pálido de la tierra arenosa del río que habían pisado por la mañana.
El inspector continuó pensando en su padre mientras Clara Barcia les iba mostrando cada una de las prendas y les confirmaba que no habían encontrado nada relevante en la playa. Aún le dolía haberse bajado del coche dejándolo con la palabra en la boca y recordó que le había telefoneado durante el programa de radio. Consultó el reloj de su muñeca. A esas horas su padre ya habría visitado a su hermano en el hospital y se habría escapado de la ciudad al refugio de sus viñas. Lo imaginó sentado en la mesa como la noche anterior, leyendo el cuaderno al calor de la chimenea y del caldo verde de María, y se prometió devolverle la llamada tan pronto como tuviese un momento de tranquilidad.
La agente Barcia se acercó con una bandeja. Los sobres de plástico transparente que había en ella contenían los objetos encontrados entre las ropas del ahogado. En uno había varios billetes medio deshechos por el agua. En otro, dos llaves unidas tan sólo por una arandela de metal y una cadena con una medalla de oro. En el tercero estaba el puño cerrado con el pulgar asomando entre los dedos. Era metálico, oscuro, y no más grande que una uva.
—¿Qué es eso? —preguntó Rafael Estévez.
—Una higa —dijo Clara Barcia—. Antiguamente se usaban para espantar el mal de ojo y los encantamientos. Era una protección contra la mala suerte.
—Pues al marinero no le sirvió de mucho —murmuró Estévez.
—Sí, le protegió poco. Pero ahora ya no se llevan para eso, sino como adorno —dijo la agente Barcia. Luego detalló lo que el forense había contado al inspector—. También había una bolsita con una sustancia blanca que hemos mandado a analizar. Supongo que ya se lo habrá comentado el doctor Barrio.
Caldas se lo confirmó.
—¿Y la brida? —quiso saber.
La agente de la UIDC se acercó a un estante y volvió con otro sobre transparente.
—Hubo que cortarla para poder liberar las muñecas del muerto —dijo mientras depositaba el sobre con la brida rota en dos trozos encima de la mesa.
Los policías se inclinaron para escrutarla.
—Es verde —dijo Estévez.
Caldas comprobó que era cierto, se apreciaba el color verde del plástico en la cara lisa de la brida. No tuvo necesidad de preguntar el origen de las manchas negruzcas que se acumulaban a lo largo de la otra cara, la dentada, la que había estado en contacto directo con la carne.
—¿Ese color es poco habitual? —preguntó.
—Lo normal es que sean blancas o negras, ¿no? —dijo Estévez.
—Yo diría que sí —dijo la agente Barcia—. Lo malo es que en la brida no veo ningún grabado por el que se pueda identificar al fabricante.
—Será china —intervino Estévez—. Todo es chino.
—Es probable —respondió la agente. Después señaló una de las manchas oscuras que se incrustaban como una sombra en la cara dentada del plástico—. Vamos a analizar eso también, por si acaso. Aunque estoy segura de que no encontraremos más que sangre y restos del muerto.
Leo Caldas se alegraba de contar con la ayuda de la agente Barcia. Tenía iniciativa y era meticulosa hasta el extremo. Con un instinto que la llevaba a reparar en detalles que pasaban inadvertidos a los demás.
La agente le mostró el sobre que contenía las llaves y la medalla.
—Llevaba la cadena colgada al cuello. La imagen es de la Virgen del Carmen, la patrona de los marineros.
Caldas asintió.
—La llave más grande parece de una casa —continuó hablando Clara Barcia, entregando el sobre al inspector—. La pequeña podría ser de un armario, un garaje, un trastero…
—¿Y las del barco?
—En el barco seguirán, supongo.
—Claro.
Caldas devolvió el sobre a la bandeja. Iba a tomar el que contenía el dinero cuando entraron a avisar a Clara Barcia. Acababa de llegar Alicia Castelo y el forense quería que la agente la acompañase en la identificación del cadáver de su hermano.