Algunas notas sobre «La Canción Tanu»

Las palabras inglesas de la Canción Tanu, que aparecen al final del Capítulo 18 de la Segunda Parte de este volumen, son una adaptación libre de Dioses y Guerreros: la historia de la Tuatha de Danaan y la Fianna de Irlanda, un compendio de mitos celtas traducidos y «adaptados» por Lady Augusta Gregory (Nueva York: Charles Scribner’s Sons, 1904). Cuenta algunas de las aventuras de una raza de heroicos espíritus o dioses, el Pueblo de Dana u Hombres de Dea, que se dice vinieron a Irlanda «desde el norte» en tiempos que se supone eran precristianos o cristianos primitivos. Sus relatos forman una parte del cuerpo más grande la de mitología celta engendrada originalmente en la Europa continental en una época muy anterior.

Una sección del libro de Lady Gregory cuenta las aventuras del dios Manannan el Orgulloso, que se decía estableció a otros miembros de su raza en Irlanda, tras lo cual desapareció… sólo para aparecer de nuevo de tanto en tanto, gastando bromas y componiendo dulce música. El capítulo 10 de Dioses y Guerreros cuenta cómo Manannan envió a una mujer espíritu a invitar a un tal Bran, Hijo de Febal, a su morada habitual en la Tierra de las Mujeres, llamada también Emhain (Aven), de Multicolor Hospitalidad. La mujer canta a Bran la siguiente canción:

Traje una rama del manzano de Emhain, de la lejana isla en torno a la cual están los resplandecientes caballos del Hijo de Lir [Manannan].

Una delicia para los ojos es la llanura donde los invitados juegan a sus juegos; bote contra carro en la Llanura de Plata Blanca al sur.

Hay pies de bronce blanco bajo ella, brillando a través de vida y tiempo; es una hermosa tierra a lo largo de la edad del mundo, y muchas flores caen sobre ella.

Hay allí un viejo árbol con flores, y los pájaros cantan entre ellas; todos los colores resplandecen allí, el deleite es común y también la música, en la Llanura de las Suaves Voces, en la Llanura de la Nube de Plata al sur.

Allí no hay llantos ni traición, en la cultivada tierra familiar; no hay nada duro o áspero, sino dulce música acariciando el oído.

Para no sentir pesar ni tristeza, para no sentir la muerte ni ninguna enfermedad; ese es el signo de Emhain; y no es una maravilla que así sea.

No hay nada que se asemeje a sus brumas; el mar baña la tierra con sus olas; el resplandor cae de su cabello.

Hay riquezas, hay tesoros de todos los colores en la Suave Tierra, la Generosa Tierra. Dulce música para escuchar; el mejor de los vinos para beber.

Hay carros dorados en la Llanura del Mar, alzándose al sol con la marea; carros de plata y carros de bronce en la Llanura de los Deportes.

Caballos dorados en los establos, y caballos carmesíes, y otros con lana en sus lomos, azules como el color del cielo.

Hay un día de clima suave, la plata gotea sobre la tierra; un acantilado de puro blanco al borde del mar, recibiendo su calor del sol.

El anfitrión recorre la Llanura de los Deportes; es hermoso como su juego; la muerte de la marea menguante no llegará a ellos en la Tierra Multicolor.

Al amanecer llegará un hombre justo, alzando el nivel de las tierras; cabalga sobre la llanura que es golpeada por las agua, agita el mar hasta que es como sangre.

Aparecerá una multitud por encima del claro mar, llenando la piedra que se halla a la vista, de la que surgen un centenar de notas de música.

Canta una canción la multitud; no es triste a lo largo de la longitud del tiempo; hace aumentar la música con centenares de voces cantando juntas; no buscan la muerte ni la marea menguante…

De este persuasivo fragmento (que desgraciadamente prosigue con las más bien tristes aventuras de Bran y sus camaradas en Emhain, donde finalmente hallan el desastre), y de los primeros tres párrafos del primer capítulo del libro de Lady Gregory, que lista los nombres y atributos de los principales dioses celtas, derivé un frágil esqueleto para La Tierra Multicolor y su secuela El Torque de Oro. El argumento real de la saga, no es necesario decirlo, no se basa en el folklore; pero los estudiosos de la mitología reconocerán elementos tomados no sólo de los celtas sino también de los cuentos de hadas en aproximadamente una docena de otras naciones europeas. Los exóticos reciben todos ellos nombres derivados de los de espíritus heroicos, con atributos que pueden o no pueden corresponder a los originales; los personajes humanos arquetípicos Aiken Drum, Felice Landry y Mercy Lamballe son extraídos también de los celtas, vía Jung y Joseph Campbell, entre otros. Los datos folklóricos suministrados por el personaje Bryan Grenfell son todos auténticos; especialmente digno de notar es el casi universal tema de la ánima-amenaza… el espíritu femenino que roba a los hombres mortales y quiebra su apasionada voluntad hasta que los convierte en cascarones vacíos. Se halla en los relatos desde las Baleares hasta Rusia.

La base musical para la Canción Tanu, que sigue a continuación, es mi propia adaptación simplificada de esa misteriosa melodía, el «Londonderry Air», que es atribuida supuestamente a los espíritus. Esta versión, adapada para cuatro voces humanas, varía en algo de la que cantaban los exóticos. Sus voces poseían armónicos más ricos que los de la Humanidad; y les gustaban las disonancias y «violaciones» de la teoría armónica humana que suena extraña, por decirlo de algún modo, cuando es ensayada por un coro humano. Tan sólo unas pocas de esas rarezas musicales han sido incluidas en el arreglo.

Entre los Tanu, la Canción era cantada como un solo o en un doble coro. En las raras ocasiones en que los Tanu y los Firvulag cantaban juntos, como en el Gran Combate que se describe en El Torque de Oro, toda la grandeza de la exótica música se ponía de manifiesto. La Pequeña Gente utilizaba palabras distintas en su propio dialecto; y más importante, utilizaba distintos matices y al menos cuatro líneas melódicas contrapuntuales separadas, que se emparejaban y retorcían por el entramado de las armonías básicas Tanu en un efecto policoral ricamente complejo. Debo dejar a manos más hábiles la tanscripción de la Canción Firvulag propiamente dicha, así como su matrimonio musical con la versión cantada por los Tanu.

La tradicional «Londonderry Air» posee quizá la más excéntrica historia de todas las melodías irlandesas. No encaja con ninguna métrica irlandesa conocida, y su historia, tal como la detalla Anne G. Gilchnst en English Folk Dance and Song Society Journal (diciembre de 1932, pag. 115), es más bien nebulosa. La tonada fue publicada por primera vez en 1855 por George Petrie en Ancient Music of Ireland, anotada con «nombre desconocido» y sin letra. Después de que la canción apareciera en la colección de Petrie, su sorprendente belleza llevó a muchos arreglistas a intentar ponerle letra. La versión más conocida y más adecuada es «Danny Boy» (1913), con letra de Frederick E. Weatherly. Los libros de canciones más populares reproducen la letra compuesta por Katharine Tynan Hinkson (n. 1861) y que empieza: «Quisiera Dios que yo fuera la tierna flor del manzano / Que flota y cae de la retorcida rama. / Para yacer y desvanecerme en tu sedoso seno, / En tu sedoso seno, como hace ahora.» Una igualmente incantable versión con ligeramente algo más de dignidad es «Emer’s Farevell to Cucullain» (1882), con letra de Alfred Percival Graves sobre un fondo de C. Villiers Stanford. Esta empieza: «¡Oh si una doncella confesase sus secretos anhelos / A aquél que tiernamente la ama pero quizá no hable! / Entonces yo no tendría que ocultar erróneamente / Un sangrante corazón bajo una sonriente mejilla.»

La melodía original en la colección de Petrie procedía de una tal Miss Jane Ross de Limavady, en la región de Londonderry de Irlanda del Norte. La dama hizo un arreglo para piano y simplemente le comentó al Dr. Petrie que era «muy antigua». Desgraciadamente, posteriores investigadores fueron incapaces de encontrar ninguna huella de sus orígenes, ni tampoco ninguna letra gaélica para ella. El hecho de que su métrica estuviera «equivocada» con respecto a todas las demás canciones folklóricas irlandesas la hace aún más sospechosa, y algunos niegan incluso que sea una melodía tradicional.

Gilchrist rastreó antepasados de Miss Ross y estableció que era de hecho una estudiante seria de canciones folklóricas, dedicada y honesta. Ella misma había recopilado algunas melodías, y otras procedían de su hermano, que era pescador en el condado vecino de Donegal. Ambas regiones son conocidas por preservar antiguos elementos de la cultura irlandesa.

Parece ser, pues, que podemos descartar la posibilidad de Miss Ross haciendo pasar una de sus propias composiciones como una melodía tradicional. El problema de la métrica atípica es ingeniosamente atacado por Gilchrist, que sugiere que Miss Ross pudo haber transcrito erróneamente la tonada en el tiempo común (4/4) en vez del ritmo de 3/4 o 6/8 de la mayoría de las antiguas canciones gaélicas. Si el ritmo es cambiado de este modo, y algunas notas largas son acortadas, uno obtiene de hecho una típica tonada irlandesa de una banalidad más bien sorprendente. Gilchrist afirma ver afinidades entre esa transformación mágica y otras dos canciones, «The Colleen Rue» y «An Beanuasal Og».

Si Miss Ross se equivocó, lo único que podemos hacer es bendecirla por la inadvertida modificación que dio inmortalidad musical a lo que de otro modo hubiera sido una olvidable cancioncilla. Si, por otra parte, registró la melodía correctamente, entonces su procedencia sigue siendo un misterio. Solamente podemos dirigirnos a la extravagante opinión que atribuye la canción a los duendes… fueran quienes fuesen éstos.