12

¡Oh, qué noche había sido!

Aiken Drum permaneció tendido sobre unas blanquísimas sábanas, dejando que su torque de plata le ofreciera una repetición de los hechos. Chisporroteantes y exóticos licores. Deliciosa y exótica comida. Juegos y diversión y música y baile y retozar y gozar y volar y montar a esas exóticas tipas con sus locos pechos. ¡Les había demostrado que era grande, grande! Y finalmente había encontrado el hogar de su corazón… Allí en el Exilio, entre aquella gente que amaba las risas y la aventura como él, allí podría por fin desarrollarse y crecer y brillar.

—¡Me convertiré en Sir Bolsillos! —rió—. ¡Joderé a todo este mundo hasta que aúlle basta! ¡Volaré!

Oh, sí. Eso también.

Lentamente, alzó su desnudo cuerpo de la cama. Abrió sus brazos al máximo y flotó hacia el techo, donde la luz del sol de la mañana brillando a través de las cortinas trazaba un entramado de oro verdoso. El dormitorio era un acuario y él estaba nadando en el aire. ¡Zooom! ¡Bank! ¡Gira! ¡Sumérgete! Déjate ir y cae rebotando sobre la cama, gritando alegremente, porque éste es un raro don incluso entre los talentudos Tanu, y las damas especialmente, que recibieron ese descubrimiento con gran excitación.

¡Maravilloso torque de plata!

Saltó de la cama y se dirigió a la ventana. Roniah, ahí abajo, estaba despierta y dedicada a sus cosas… figuras humanas yendo de un lado para otro, majestuosos Tanu montados sobre chalikos alegremente enjaezados, y por todas partes los pequeños ramas trabajando… barriendo, cuidando los jardines, trayendo y llevando cosas. ¡Caleidoscópico!

… Hey, Aik. ¿Cómo te encuentras, chico?

La llamada mental le llegó primero vacilante y confusa, luego con creciente confianza. Raimo, por supuesto. El rudo leñador había efectuado un notable cambio de actitud con respecto a Aiken a medida que las nuevas metafunciones de éste iban haciéndose cada vez más evidentes a lo largo de la fiesta. Raimo dejó de mostrarse hosco y despectivo y se hizo más amigable. ¿Y por qué no? ¡Se daba cuenta claramente de quién era el ganador!

¿Estás ahí, Ray? ¿Me hablas a mí, parteastillas?

¿A quién demonios si no? Hey, Aik… si esto es un sueño, no me despiertes.

No es ningún sueño. Es verdadera realidad, y estamos metidos en ella hasta las corvas. ¡Hey! ¿Qué dices de salir e ir a echarle un vistazo a la ciudad?

Me tienen encerrado, Aik.

¿Olvidas lo que aprendimos en la fiesta? Espera un nanosegundo mientras me visto, y estaré ahí.

Aiken se puso su traje dorado, se aseguró de que no había ningún Tanu observando, luego salió por la ventana de su dormitorio. Flotando por encima de la casa como un gran insecto resplandeciente, lanzó su sentido buscador hacia el quejumbroso esquema de pensamientos de Raimo, luego flotó hacia la abierta ventana de su compañero y penetró en la habitación croando:

—¡Ajá!

—Maldita sea, ¿realmente sabes cómo hacerlo? —dijo Raimo con una evidente envidia—. Parece que yo sólo soy bueno alzando muebles. —Como demostración, hizo que la cama bailara, y envió sillas y mesitas flotando de un lado para otro de la estancia.

—Cada cual es distinto, picaastillas. Tú conseguiste tus talentos, yo los míos. Hubieras podido menear el mecanismo de cierre para escapar, ¿sabes?

—Mierda. Ni se me ocurrió.

Aiken sonrió.

—Pensarás en un montón de cosas a partir de ahora, Ray… y yo también. La noche pasada lo único que hicimos fue abrir los ojos, ¿no?

El antiguo leñador se echó a reír a grandes carcajadas, y los dos se retorcieron recordando el azaramiento de las escandalizadas Sukey y Elizabeth, que se retiraron precipitadamente cuando los miembros de la Caza se unieron a la fiesta. ¡Pobres damas estrechas! No tenían sentido del humor, y probablemente las dos eran frígidas. Las cosas se habían desbocado agradablemente cuando ellas se fueron, y la fiesta prosiguió hasta el amanecer, con diversiones cada vez más deliciosas que los dos hombres pudieron saborear en su totalidad, fortalecidos por sus torques de plata. ¡El buen viejo psicometabolismo en plena acción!

Aiken hizo un gesto hacia la ventana.

—Vamos. Echemos una mirada a cómo viven los humanos aquí. Siento curiosidad hacia la forma en que operan los normales en este ambiente del Exilio. No te preocupes por el vuelo, Ray. Yo puedo sostener a los dos.

—Nos descubrirán.

—Dispongo de otras metafunciones. La creación de ilusiones. ¡Observa esto!

Hubo un restallido insonoro, y el hombrecillo dorado desapareció. Una mariposa de alas bifurcadas aleteó y se posó en la nariz de Raimo.

—Mantén tus manazas quietas o armo un cisco —dijo la voz de Aiken. La mariposa se desvaneció, y ahí estaba de nuevo el bromista, de pie frente a Raimo, con un dedo apoyado contra la nariz del leñador.

—¡Por las campanas del infierno, Aik! ¡Estás cargado!

—Dilo de nuevo, revientaastillas. Dame tu mano. Vamos… no seas caguica. ¡Afuera!

Dos mariposas amarillas salieron volando de la morada Tanu y planearon sobre la ciudad de Roniah. Picaron encima de las tiendas de cerámica y fabricantes de tejas y tejedores y carpinteros y herreros y constructores de botes y armeros y sopladores de vidrio y escultores. Se metieron entre los pedreros y pintores y cesteros y músicos; sorbieron néctar de los jazmines que florecían al lado de las piscinas donde mujeres embarazadas descansaban y reían; volaron sobre una escuela al aire libre donde una docena de niños rubios y ágiles los señalaron sorprendidos con sus dedos y un asombrado maestro Tanu lanzó una peligrosa pregunta en dirección a la mansión de Bormol.

—¡Hacia los muelles! —ordenó Aiken, y volaron hacia la orilla del río. Anchos tramos de escaleras descendían hasta unos ajetreados muelles. Estibadores ramas descargaban barcazas mientras el personal humano del puerto y de las embarcaciones, muchos de ellos desnudos hasta la cintura al calor matutino, se ocupaban de sus cosas o haraganeaban a la sombra aguardando a que otros hombres acabaran con sus ocupaciones.

Las dos mariposas se posaron sobre un enorme noray y se convirtieron de nuevo en Aiken y Raimo. Un trabajador del muelle lanzó un grito. Las gaviotas se alzaron de suelo y fardos, chillando alarmadas. Aiken saltó del noray, dejando a Raimo sentado en él y parpadeando, y adoptó una pose aérea. Un fornido barquero lanzó una risotada y exclamó:

—¡Bien… pero si ahí tenemos a Peter Pan en persona! ¡Pero será mejor que lleves a tu Campanilla a que le hagan un ajuste!

Los trabajadores del muelle rugieron alegremente. En el noray, Raimo extendió ambos brazos. Sus sesgados ojos fineses se fruncieron y su rostro adoptó un aire de extraña concentración. Inmediatamente, una docena de gaviotas descendieron aleteando y se alinearon en sus brazos, de las muñecas a los hombros.

—¡Hey, Aik! ¡Dispara para la galería! ¡Hazlo antes de que se caguen o pierdes!

El flotante hombrecillo dorado apuntó con su dedo índice.

—¡Pam! —dijo—. ¡Pam-pam-repam-pam!

Pequeños destellos recorrieron los brazos recubiertos de franela de Raimo. Se vio rodeado por una nube de humo y desmenuzadas plumas blancas. El público aplaudió y silbó mientras Raimo estornudaba.

—Y a petición del distinguido público —exclamó Aiken, haciendo un pase con ambas manos hacia el propio noray—, ahora… ¡Shazaaam!

Hubo una seca explosión. Las pesadas vigas del noray de Raimo se desintegraron, dejándolo suspendido sobre el agua, con una expresión de dolida sorpresa.

—¿No es encantador? —exclamó el ex leñador. Flotó en dirección al sonriente Aiken, lo sujetó por las hombreras de su traje dorado y sugirió—: ¡Quizá debiéramos refrescarnos un poco con un buen chapuzón!

Las dos flotantes figuras empezaron a forcejear, descendiendo hacia las amarillentas y lodosas aguas del Ródano entre las lanchas y los botes y las barcazas amarrados, como globos de carnaval siendo arrastrados por el viento. Los hombres de los muelles cloquearon y patearon, y los aterrorizados ramas dejaron caer sus fardos y se taparon los ojos.

¡Ya basta!

La orden mental de Creyn fue como un latigazo, arrastrándoles a ambos de vuelta al muelle y depositándoles en el suelo con una dolorosa sacudida. Cuatro sirvientes de la mansión de Bormol se adelantaron para sujetar con firmeza a los aún sonrientes bribones. Al ver que la diversión se había terminado, los trabajadores de los muelles y los barqueros empezaron a dispersarse hacia sus trabajos.

—Estoy programando restricciones mentales sobre vuestras principales funciones metapsíquicas hasta que hayáis recibido un entrenamiento adecuado en la capital —dijo Creyn—. No habrá más comportamientos infantiles como éste.

Aiken hizo un gesto de saludo a Elizabeth, Brian y Sukey, que estaban siendo escoltados hacia el muelle junto con Stein en sus parihuelas.

—De acuerdo, Jefe —dijo Raimo—. ¿De qué otro modo aprenderemos lo que podemos hacer?

—Lord Bormol nos dijo esta noche pasada que lo practicáramos todo, ¡y lo hemos hecho! —añadió Aiken. Hizo un guiño a Sukey, que lo miró furibunda.

—A partir de ahora, efectuaréis vuestro entrenamiento en un entorno controlado —dijo Creyn—. Lord Bormol no necesita que le paguéis su hospitalidad destruyendo su embarcadero.

El hombrecillo vestido de dorado se alzó de hombros.

—Aún no conozco toda mi fuerza. ¿Quieres que intente volver a dejarlo todo como estaba antes?

Los ojos de Creyn, de un color azul opaco a la luz del sol, se entrecerraron.

—¿Así que crees que puedes? Muy interesante. Pero pienso que esperaremos, Aiken Drum. Será mucho mejor para todos nosotros si permanecéis sujetos durante un tiempo.

Los pensamientos de Elizabeth llegaron hasta él suaves y solapados…

Tienes tantos extraños talentos Aiken. ¿Qué otras cosas tienes ocultas ahí? Déjame ver.

Envió una sonda hacia él. La rechazó con una barrera rápidamente erigida pero efectiva.

—¡No sigas con esto, Elizabeth! —gritó Aiken en voz alta—. ¡Deja de hacer trucos conmigo o te zarandearé!

Ella lo miró tristemente.

—¿Crees que podrías?

—Bueno… —Dudó, luego le lanzó una retorcida sonrisa—. Quizá no, ricura. Pero no puedo permitir que te metas dentro de mí, ¿entiendes? Ni siquiera como una broma. Yo no soy Stein… ni tampoco Sukey.

—Nuestro bote está aguardándonos el extremo del muelle —dijo Creyn—. Tenemos que seguir nuestro camino. —Pero mientras avanzaban hacia allí, el Tanu se puso en contacto con Elizabeth en modo direccional, de modo que habló tan sólo para su mente:

¿Viste cómo hizo eso?

Primitivo/efectivo. Incluso contra mí y no preparado. ¿Preocupado?

En realidad asombrado.

¿Cuán efectiva es la torquerestricción?

Adecuada ahora mientras aún no usa todo el potencial. Más tarde el plata nunca basta deberemos pasar al oro. Los educadores deberán enfrentarse al dilema. Puede requerir terminación. No es mi decisión graciasaTana.

Capaz grandes travesuras incluso latente. Extraño tipo humano nocomún en el Medio: payasoentrometido.

En cambio tipo no desconocido entre los Tanu. Predigo que el chico la armará en Muriah. Me pegunto si Muriah sobrevivirá al impacto.

La ironía no os va a vosotros esclavistas. La humanidad es una presa peligrosa.

Ah Elizabeth.

¿Lo niegas? Me río. ¡Manipulhábiledores! Desocialización/resocialización exiliados astutamente intentada. Ejemplo: el entorno del castillo provoca ansiedad. Sigue fiesta caloramigosrisassexocomida. Refuerza lección cabezas cortadas. Burda asociación mental buenchico/malchico castigo/recompensa terror/alivio. Aiken + Raimo + (¿Sukey?) tuyos. Ambas Cazas victoriosas.

¿De qué otro modo integrar un retraso mínimo? Algunos tipos p. e. Aiken superaleatorios.

¿Más como tú que tú?

Observadora Elizabeth. Angelic desprecia en general patéticos inadapexiliados.

¡!

—Ah, Elizabeth. Nos vamos conociendo el uno al otro cada vez más y mejor.

El patrón que les dio la bienvenida en el inusual barco que los llevaría río abajo llevaba pantalones caqui y una camiseta manchada de sudor. Su barriga se derramaba por encima de su cinturón. Un ondulado bigote color sal y pimienta y una recortada barba enmarcaban la jovial sonrisa de su rostro caoba. Dirigió a Creyn un leve y casual saludo, llevando un dedo a la visera de una decrépita gorra de la Marina de los Estados Unidos cosecha siglo XX.

—Bienvenidos a bordo, milord y damas y gente. El patrón Highjohn a vuestro servicio. Ocupad los asientos que os plazcan, pero la mejor vista está delante. Tirad de los cinturones y enganchadlos en las sujeciones que hay abajo.

Los viajeros humanos subieron a la extraña embarcación y se acomodaron algo aprensivamente en los asientos, que eran anatómicos y acolchados neumáticamente, con elaboradas sujeciones que el patrón les ayudó a colocarse.

—¿Es muy accidentado el río, capitán? —inquirió Sukey. Se había situado cerca de Stein y no dejaba de lanzar inquietas miradas al dormido gigante mientras los ayudantes lo aseguraban con una fuerte red.

—No te preocupes por ello. Llevo haciendo este viaje Ródano-Med desde hace dieciséis años, y nunca he perdido un barco. —Highjohn alzó una tapa en el brazo de la silla y reveló un contenedor oculto—. Para el mareo, si lo necesitas.

Aiken llamó su atención con un silbido.

—Puede que no hayas perdido nunca un barco… ¿pero qué hay acerca de un pasajero?

—Pareces resistente, muchacho. Pero si las cosas llegan a resultarte demasiado duras, Lord Creyn programará un calmante en tu torque. ¿Todo el mundo listo? Nos detendremos a comer en la plantación Feligompo, al mediodía más o menos, para aquellos de vosotros que tengan apetito. Esta noche estaremos en Darask, que está un poco más abajo del emplazamiento de la futura Aviñón. Ya sabéis… el lugar ése con el puente. Nos veremos luego.

Con un gesto amistoso, desapareció hacia delante. Los ayudantes de la mansión que habían transportado a Stein y sus equipajes bajaron a tierra. Los trabajadores del muelle empezaron a ir de un lado para otro en torno a la embarcación, preparándolo todo para el desatraque. Los pasajeros contemplaron sus maniobras con una mezcla de interés e inquietud.

El barco fluvial era similar en diseño a la mayor parte de los otros que estaban en el muelle, y medía unos catorce metros desde su alta y afilada proa hasta su glúteamente redondeada popa. Era un primo lejano de las balsas y barcos plegables utilizados por los deportistas y exploradores en las aguas agitadas del Medio Galáctico. El casco —con el nombre del barco, Mojo, pintado en ambos lados— era una resistente membrana llena de aire con gruesas acanaladuras exteriores y defensas almohadilladas sobresaliendo a intervalos regulares a todo lo largo de la línea de flotación. Parecía como si pudiera ser deshinchado y desmontado para ser enviado de vuelta río arriba vía caravana. Unas compuertas herméticas a proa y popa daban acceso a la zona de carga, mientras que el lugar destinado a los pasajeros se hallaba en una zona al aire libre en mitad de la nave, cubierta con una serie de semiarcos. Los tripulantes cubrieron rápidamente aquel armazón con paneles de película transparente intensamente teñida que parecía decamolec. Cuando la última sección de la burbuja de cubierta quedó sellada, una bomba de aire se puso en acción en el interior del barco, proporcionando ventilación para los ocupantes y poniendo rígido el dosel hermético.

Sukey se volvió hacia Elizabeth, que estaba sentada a su lado.

—No me gusta la forma en que hablaba el capitán. ¿En qué nos estamos metiendo?

—En un viaje interesante, de cualquier modo, si prosiguen los signos y portentos. Bryan… ¿sabes algo acerca del Ródano?

—En nuestra época estaba cortado por diques y presas y canales de desvío —respondió el antropólogo—. El gradiente es a buen seguro mucho más pronunciado aquí en el plioceno, de modo que es muy probable que haya rápidos. Cuando nos acerquemos a la región de Aviñón, a unos ciento cincuenta kilómetros al sur de aquí, nos encontraremos con una zona que seguramente tiene una profunda garganta. En el siglo XXII quedó eliminada con la presa Donzère-Mondragon, uno de los proyectos más ambiciosos en Europa. Lo que encontremos aquí ahora… bien, no puede ser tan malo, o no intentarían navegarlo, ¿no creéis?

Aiken lanzó una trémula risa.

—Buena pregunta. Bien, estemos preparados o no, chicos, vamos a empezar la carrera.

Un mástil telescópico más bien recio estaba alzándose detrás del compartimiento de los pasajeros. Cuando alcanzó toda su altura de cuatro metros, la sección superior se abrió para soltar una botavara que mientras descendía desenrolló una vela, con todo el aspecto de una antigua pantalla de cine portátil enrollable. Una vez desplegada, la vela hizo unos cuantos movimientos tentativos de giro. Los hombres del muelle soltaron las amarras del barco, y la vibración de la cubierta señaló la entrada en acción de un pequeño motor auxiliar. El Mojo empezó a hacer fintas entre el tráfico procedente de la otra orilla en su camino hacia la corriente principal, llevando a Bryan a deducir que tenía que utilizar más de un timón para conseguir el máximo de maniobrabilidad.

Se alejaron de la orilla en un fuerte ángulo. Cuando la corriente los tomó por su cuenta, la amurallada ciudad de Roniah se alejó a popa con una sorprendente rapidez. No era demasiado fácil estimar su velocidad, puesto que estaban a un buen centenar de metros de cada orilla; pero Bryan calculó que la corriente, cargada de sedimentos, avanzaba a un mínimo de veinte nudos. Lo que podía ocurrir cuando aquel gran volumen de agua fuera comprimido entre altas paredes de roca más adelante, río abajo, desafiaba la imaginación del antropólogo. Sus especulaciones eran de un tipo decididamente incómodo.

Raimo, en el asiento contiguo al suyo, había hallado su propio modo de distraerse. Dio un sorbo de su rellenado frasco plateado, y se lo ofreció a Bryan, no de muy buen grado.

—Es el saltatapadelosesos de los Tanu. Más bien corriente, aunque tampoco está tan mal.

—Quizá más tarde —dijo Bryan, sonriendo. Raimo gruñó y dio otro sorbo. La euforia de su aventura matutina se había desvanecido, dejando al ex leñador meditabundo e intranquilo. Bryan intentó sonsacar a Raimo con preguntas acerca de lo que había ocurrido la noche anterior, pero solamente recibió la más seca de las respuestas.

—Tendrías que haber estado allí —dijo Raimo, y se hundió en el mutismo.

Durante cerca de una hora avanzaron tranquilamente por un amplio canal de escarpadas orillas… las boscosas colinas de los Alpes a su izquierda y las áridas altiplanicies alzándose por encima de la casi jungla de sus hondonadas a su derecha. Ocasionalmente, Creyn señalaba la localización de una plantación; pero los árboles eran tan densos que resultaba imposible ver ningún detalle de los asentamientos en la orilla. Vislumbraron barcos más pequeños recalados en los bajíos, y en una ocasión divisaron una enorme barcaza cubierta avanzando muy hundida en el agua, sin mástiles y con tan sólo una pequeña burbuja sobre la cabina del timonel en medio de ella. El barquero los saludó con un pitido de su claxon, a lo cual respondió el patrón Highjohn con una sincopada sucesión del suyo.

El río trazaba una amplia curva, y el canal pasó entre un alto promontorio y un grupo de peñascosas islillas. Pequeños sonidos mecánicos anunciaron el enrolle de su vela, el doblado de la botavara, y el repliegue del mástil telescópico en su alojamiento. Lejos de perder velocidad, el barco avanzó más aprisa rodeando la punta. Bryan tuvo la impresión de que debían estar haciendo treinta nudos o más. Simultáneamente, se dio cuenta de la existencia de una profunda vibración transmitida por el agua a través del casco hermético del barco, el hinchado cabezal de su asiento, y los propios huesos de su cráneo. La vibración aumentó hasta convertirse en un audible rugir mientras el barco avanzaba a buena velocidad girando una cerrada curva. Las paredes de un cañón se alzaron a ambos lados.

Sukey gritó, y Raimo dejó escapar una obscenidad.

Frente a ellos, el cada vez más estrecho Ródano se inclinaba en un gradiente de un veinte por ciento, y el río se convertía en un frenesí de agua por entre las rocas de su inclinado lecho. El barco pareció sumergirse entre los rápidos, y una gran avalancha de agua ocre se estrelló contra el dosel y lo envolvió temporalmente. Luego el Mojo se liberó y regresó a la superficie, deslizándose entre monstruosas olas y peñascos de granito, agitándose tan fuertemente que la amarillenta agua trepaba por la estanca burbuja primero de un lado, luego del otro. El ruido era casi insoportable. La boca de Raimo estaba enormemente abierta, pero sus gritos eran inaudibles entre el rugir del cascadeante Ródano.

Delante se erguía una oscura masa. El barco giró casi sesenta grados a estribor mientras rodeaban flagelantes un alto pináculo rocoso y se introducían en un retorcido paso entre hileras de enormes peñascos. El aire estaba tan saturado de flotante espuma que parecía imposible que su patrón pudiera ver por dónde estaban yendo. Sin embargo, el barco prosiguió su zigzagueante curso entre las rocas, con sólo algún golpeteo ocasional de las protecciones neumáticas.

Apareció un respiro en la forma de una profunda garganta donde el río fluía libre. Pero la voz de Highjohn exclamó:

—¡Una última vez, muchachos! —y Bryan se dio cuenta de que avanzaban lanzados por el desfiladero hacia una auténtica verja de afilados riscos, peñascos parecidos a colmillos de roto granito contra los que se estrellaban las amarillentas aguas del río entre enormes cortinas de espuma. Parecía no existir ningún paso entre ellos. Los alucinados viajeros temporales se aferraron a los brazos de sus asientos y aguardaron el inevitable impacto.

El Mojo avanzó directo hacia la más alta de las rocas, cabeceando violentamente. Se estrelló contra la espuma… pero en vez de golpear sólida roca o hundirse, se alzó más y más sobre algún invisible oleaje. Hubo un impacto estremecedor contra el lado de babor mientras se desviaban de una cara rocosa, completamente sumergida en una nube opaca. El barco pareció girar unos 360 grados completos, y luego dar un salto y navegar libremente por el aire. Aterrizó con un impacto que hizo crujir todos los huesos, y el agua volvió a cerrarse sobre el dosel de la burbuja. Casi inmediatamente surgió de nuevo a la superficie, flotando en una completa tranquilidad en un amplio estanque que se abría en medio de poco elevadas paredes. Tras ellos estaba la cortada que acababan de atravesar, derramándose en una catarata en cola de caballo, como un titánico desagüe, al estanque, treinta metros más abajo.

—Ahora podéis desabrocharos vuestros cinturones, muchachos —dijo el patrón—. Éstos han sido todos los sustos por esta mañana. Después de comer es cuando vendrá lo realmente bueno.

Entró en el compartimiento de los pasajeros para comprobar los posibles daños en la burbuja.

—¡No ha entrado ni una gota!

—Mis felicitaciones —jadeó Bryan. Trasteó con temblorosos dedos las sujeciones de su cinturón.

—¿Te echo una mano? —sugirió Highjohn, inclinándose hacia él para ayudar.

Una vez libre, Bryan se puso débilmente en pie. Vio que todos los demás, incluidos Creyn y Elizabeth, permanecían inmóviles en sus asientos, con los ojos cerrados, aparentemente dormidos.

Con los puños en las caderas, el hombre del río echó una ojeada a los pasajeros en la burbuja, agitando lentamente la cabeza.

—Cada maldita vez. Esos sensitivos tipos Tanu no soportan la Cascada de Cameron, teniendo como tienen casi todos ellos miedo al agua. Así que simplemente se desconectan. Y si los humanos que llevan torques muestran algún temor, los Tanu simplemente programan también para ellos una desconexión. Lo cual es decepcionante, ¿sabes? A todo artista le gusta tener un público.

—Estoy de acuerdo contigo —dijo Bryan.

—No llevo muchas veces a gente como tú, sin torque y lo bastante hombre como para pasar por ello sin ponerse a chillar como un energúmeno. Esa dama sin el torque —señaló a Elizabeth— simplemente debe haberse desmayado.

—No lo creo —dijo Bryan—. Es una metapsíquica operativa. Me atrevería a decir que simplemente realizó sus propios ejercicios mentales tranquilizantes y se bloqueó contra la excitación, de la misma manera que lo hizo Creyn.

—Pero no tú, ¿eh, valiente? Supongo que has viajado antes de ahora por aguas turbulentas.

Bryan se alzó de hombros.

—Soy un navegante aficionado. El Mar del Norte, el Canal, el Mediterráneo. Lo normal.

Highjohn le dio una palmada en el hombro. Guiñó los ojos y le dirigió a Bryan una sonrisa de camarada.

—Te diré una cosa. Ven conmigo delante, y te enseñaré dos o tres cosas acerca de conducir esta bañera antes de que lleguemos a Feligompo. Si te gusta… ¿quién sabe? Hay montones de trabajos peores a los que puedes dedicarte en este Exilio.

—Me encantará conducir contigo en la timonera —dijo Bryan—, pero me temo que no podré aceptar tu oferta de un aprendizaje. —Sonrió desconsolado—. Creo que el Tanu tiene otros planes para mí.