13

Las cigarras zumbaban en las ramas de los viejos plátanos que daban sombra al comedor de la terraza. El olor a reseda que destilaban los jardines al calor del mediodía se mezclaba con el perfume de las rosas. Elizabeth Orme jugueteó con su macedonia de frutas y dio un sorbo al helado té con menta mientras se maravillaba ante la lista que se deslizaba lentamente por la superficie del libro-placa delante de ella.

—¿Has visto esas vocaciones, Aiken? Arquitecto escayolista. Arquitecto en madera. Arquitecto en piedra seca. Apicultor. Artificiero en bambú (no sabía que hubiera bambú en Europa durante el plioceno). Ballestero. Ceramista. Cestero. Confeccionista de velas. Domador… ¿Sabes qué demonios es eso?

Los negros ojos de Aiken Drum llamearon. Saltó en pie, su rojo pelo revuelto, e hizo chasquear un imaginario látigo.

—¡Hey, gatito dientes de sable! ¡Siéntate, yeah! ¿Te atreves a desafiar las órdenes de tu amo? ¡Túmbate patas arriba! ¡Come!… ¡No al maestro de ceremonias, estúpido!

Varios de los comensales más próximos los miraron con las bocas abiertas. Elizabeth se echó a reír.

—Por supuesto. Los domesticadores de animales salvajes deben ser muy útiles en el plioceno. Algunos de esos enormes antílopes y otras cosas pueden ser muy valiosos si se consigue domesticarlos. Sin embargo, no me gustaría tener que colocarle los arreos a un mastodonte o a un rino tras un curso rápido mientras duermo del arte de enjaezar bestias salvajes.

—Oh, la gente de aquí lo hace mucho mejor de lo que piensas, muñequita de dulce. Mientras duermes, te meten en la cabeza una educación básica sobre tecnología neolítica y supervivencia en general. Así al menos poseerás los conocimientos suficientes como para cavar una letrina de modo que no te hundas con ella, y sabrás qué frutos del plioceno no van a darte dolor de barriga. Una vez te empapes de lo básico, eliges uno o más de los oficios de esta pequeña lista y te especializas en él. Te empapas del arte mientras duermes, luego haces unos pocos trabajos de práctica, y puedes acudir incluso a las placas de referencia para aprender unos cuantos trucos.

—Hummm —murmuró ella.

—Imagino que lo que intentan es que te intereses por un campo de actividad que no esté ya supertomado. Quiera decir que los tipos al otro lado de la puerta pueden mostrarse decepcionados si les envías ochenta y tres laudistas y un especialista en hacer arrope, cuando lo que realmente desean es alguien que sepa cómo fabricar jabón.

—¿Sabes?, esto no es en absoluto divertido, Aiken. Si existe algún tipo de sociedad organizada al otro lado, dependerá enteramente de los operadores de la puerta para que les envíen gente convenientemente entrenada. Puesto que las viajeras temporales son estériles, no habrá jóvenes aprendices para reemplazar a los artesanos que mueran o simplemente se marchen. Si tu asentamiento pierde a su fabricante de quesos, tendrás que conformarte con comer cuajada y suero de leche hasta que aparezca algún otro por la puerta.

Drum terminó su té helado y empezó a masticar los cubitos.

—Las cosas no pueden ser tan malas en el Exilio. La gente ha estado yendo allá desde 2041. La guía vocacional no ha estado funcionando durante tanto tiempo, tan sólo los últimos cuatro años o así… pero los viejos inquilinos del desván de los chalados tienen que haber estado haciendo que las cosas funcionen. —Meditó durante un minuto—. Imagina que la mayor parte de los que cruzaron eran macroinmunes y quizá incluso rejuvenecidos, desde que esa técnica fue perfeccionada a principios de los cuarenta. Aún teniendo en cuenta el esperado desgaste por accidentes, gente devorada por monstruos, emigración a las antípodas del plioceno, o simplemente la sed de sangre humana, tiene que haber por allí una auténtica multitud. Fácilmente unos ochenta o noventa mil. Y nos guste o no, con una economía operativa de tipo cambalache. La mayor parte de los viajeros temporales eran condenadamente inteligentes.

—Y chiflados —dijo Elizabeth Orme—. Más que tú y yo.

Hizo un gesto franco hacia una mesa contigua, donde un enorme hombre rubio con un traje de vikingo bebía cerveza junto a un saturnino viajero con botas blandas de marino y una rizada camisa negra.

Aiken hizo girar los ojos, pareciendo más gnomo que nunca.

—¿Piensas que esto es extraño? ¡Espera a ver mis atavíos, encanto!

—No me lo digas. Un traje de los Highlands con una gaita y una falda escocesa con el típico morral de flecos.

—La pifiaste, mujer. Ciertamente estabas diciendo la verdad cuando me contaste que tus poderes de leer las mentes se habían esfumado. ¡Ja! ¡No quieras ser más lista que yo! Va a ser una enorme sorpresa. Lo que si te diré ahora es la vocación que he elegido para el País del No Regreso. Voy a ser un vale-para-todo. Un Yanki en la Corte del Rey Arturo escocés… ¿Y tú, mi hermosa sesos cortocircuitados?

La sonrisa de Elizabeth era soñadora.

—No creo que adopte una nueva personalidad. Seguiré siendo yo… quizá con un traje de ante rojo… y llevaré mi anillo de comunicaciones con uno de los diamantes del Bendito Illusio en recuerdo de tiempos pasados. En cuanto a la vocación… —Aceleró la velocidad del libro de modo que la lista de ocupaciones pasara rápidamente, luego volvió al principio. Frunció el ceño, concentrada—. Necesitaré más de una ocupación. Cestería, cocinas de carbón, curtido. Ponlo todo junto, añade otra que empieza con G… y adivina mi nueva profesión, Aiken Drum.

—¡Gordos Gusanos Gigantes, mujer! —aulló el hombre, dando una alegre palmada sobre la mesa. El vikingo y el pirata los miraron, ligeramente sorprendidos—. ¡Globos aerostáticos! Oh, encantadora damisela. Volarás de nuevo de una u otra forma. ¿No es así, Elizabeth?

Hubo un suave campanilleo. Una voz incorpórea de mujer dijo:

—Candidatos del Grupo Verde, les rogamos que se reúnan con el consejero Mishima en el Petit Salon, donde se ha preparado para ustedes un interesante programa de orientación… Candidatos del Grupo Amarillo…

—Verde. Esos somos nosotros —dijo Aiken. Los dos se dirigieron al edificio principal del albergue, todo él de piedra encalada, con pesadas y oscuras vigas de madera y preciosos objetos de arte. El Petit Salon era una estancia acogedora provista de aire acondicionado y amueblada con sillones de brazos con brocados, fantásticamente tallados armarios, y un desteñido tapiz de una virgen con su unicornio. Era la primera vez que el grupo, que estaba destinado a pasar juntos por el portal del tiempo tras cinco días de entrenamiento, se reunía al completo. Elizabeth estudió a sus compañeros inadaptados e intentó adivinar las exigencias que los habían conducido a elegir el Exilio.

Aguardándoles en la habitación había una encantadora muchachita de pelo claro con una sencilla túnica negra. Su sillón estaba separado de los demás por un par de metros. Una de sus finas muñecas estaba unida al brazo del pesado sillón por una delicada cadena de plata.

El pirata y el vikingo miraron a su alrededor, ligeramente cohibidos y fuera de lugar porque nadie más iba aún vestido para la ocasión. Avanzaron torpemente y se sentaron en el centro de la hilera de asientos. Otra pareja que parecía más familiarizada penetró sin hablar… una mujer robusta con aspecto de granjera y pelo castaño ensortijado, vestida con un mono blanco, y un hombre recio de una aparente edad madura, nariz respingona, pómulos eslavos, y musculosos y velludos antebrazos que parecían capaces de estrangular a un buey. Finalmente entró un personaje casi académico, vestido con una anticuada chaqueta Harris y llevando un maletín. Parecía tan seguro de sí mismo que Elizabeth halló imposible imaginar cuál podía ser su problema.

El consejero Mishima, alto y delgado, entró alegremente, repartiendo saludos con la cabeza. Expresó su alegría ante la presencia de todos ellos, y esperó que disfrutaran de la introducción a la geografía y ecología del plioceno que iba a tener el gusto de ofrecerles.

—Tenemos entre nosotros a una distinguida persona que sabe mucho más de paleoecología que yo —dijo el consejero, haciendo una inclinación de cabeza hacia el tipo eslavo—. Agradeceré que no dude en interrumpirme cada vez que mi pequeña conferencia requiera alguna corrección o ampliación.

Bien, eso lo explica, pensó Elizabeth. Un paleontólogo retirado dispuesto a visitar el zoo fósil. La muchachita con la cadena es una reincidente, unos cuantos escalones más abajo que el pobre Aiken, sin duda. Los chicos vestidos de carnaval son nuestros más evidentes perdedores anacrónicos. ¿Pero quién es la Dama de Blanco? ¿Y el Intelectual que lleva un tweed en agosto?

La luz de la habitación disminuyó de intensidad, y el tapiz se alzó para revelar una gran pantalla holográfica. Empezó a sonar música. (Buen Dios, pensó Elizabeth. ¡No es Stravinsky!) La pantalla pasó de negro a una brillante tridi en color, mostrando una visión orbital de la Tierra del plioceno, seis millones de años —más o menos unos cuantos— atrás en el tiempo.

A vista de pájaro, parecía algo completamente familiar. Pero luego las lentes iniciaron un profundo zoom.

Mishima dijo:

—Observarán que los continentes se hallan aproximadamente en su posición actual. Sin embargo, sus líneas generales poseen un contorno poco familiar, principalmente debido a que los poco profundos mares epicontinentales cubren aún algunas zonas, mientras que otras, hoy cubiertas por las aguas, formaban por aquel entonces tierra firme.

El globo giró lentamente y se detuvo cuando Europa estuvo bien enfocada. Las lentes iniciaron otro zoom, más y más profundo.

—A todos ustedes se les proporcionará un juego de mapas en durofilm… a pequeña escala para toda la Tierra del plioceno inferior, a uno-siete millones para Europa, y a uno-un millón para Francia. Si planean ustedes una excursión a otras partes del mundo o simplemente sienten algún interés por ella, haremos todo lo posible por proporcionarles los mapas o cartas marinas correspondientes.

—¿Cuál será su exactitud? —preguntó el pirata.

—Bastante precisa, creemos. —La respuesta de Mishima fue tranquila—. Puesto que el plioceno es una de nuestras más recientes eras geológicas, nuestros ordenadores han sido capaces de cartografiar su topografía con una precisión que debe acercarse a un ochenta y dos por ciento. Las zonas más especulativamente derivadas incluyen detalles del litoral, pequeños cursos de agua, y algunos aspectos de la cuenca mediterránea.

Empezó a mostrarles vistas detalladas de distintas zonas, todas ellas en vívido relieve, y suplementadas por una vista general de la forma actual del terreno.

—Las islas Británicas se hallan fundidas en una sola masa mayor, Albión, que probablemente se halle unida por un estrecho istmo a Normandía. La zona inferior del país está sumergida por el mar Anversiano, del mismo modo que la parte noroccidental de Alemania. Fennoscandia es una unidad completa, aún no dividida por el Báltico. Polonia y Rusia se hallan salpicadas de pantanos y lagos… algunos más bien grandes. Hay otra gran masa de agua dulce al sudoeste de los Vosgos en Francia, y grandes lagos alpinos…

Hacia el este, el terreno parecía casi completamente no familiar. Un lago salado, la cuenca pannoniana, cubría Hungría, desembocando a través de la Puerta de Hierro y el estrecho Daciano a un poco profundo resto del antiguamente dominante mar de Tetis, llamado también Lac Mer. Aquellos abundantes lagos pantanosos y extensiones de agua salada se adentraban profundamente en el Asia central y hacia el norte hasta el océano Boreal, desprovisto de hielo. En los años venideros, tan sólo los mares de Aral y Caspio quedarían como recuerdo del desvanecido Tetis.

—Observen también que la cuenca euxínica, que algún día se convertirá en el mar Negro, es también de agua dulce. Es alimentada por las enormes cordilleras de Caucasia, Anatolia y las Helvétides al oeste. Un enorme pantano ocupa la zona del moderno mar de Mármara. Debajo de él se halla el lago de Levante, que corresponde aproximadamente al mar Egeo de hoy.

—El Mediterráneo me parece más bien embarullado —observó el vikingo—. En mi trabajo tenía que saber algo respecto a la loca geología de esa región. Me parece que hacen ustedes un montón de suposiciones en eso que nos presentan aquí.

Mishima admitió aquello.

—Hay problemas relativos a la cronología de las sucesivas inundaciones mediterráneas. Creemos que esta configuración es la más plausible para el plioceno primitivo. Por favor, observe que la ahora desaparecida península de Baleares surge de la parte oriental de España. Hay una sola isla, larga y estrecha, en vez de las modernas Córcega y Cerdeña. Italia, durante ese tiempo, tenía tan sólo la espina dorsal de sus Apeninos surgiendo por encima del nivel del mar, junto con una inestable zona meridional llamada Tirrenis, que era mucho más grande y que ahora se está reduciendo.

Les ofreció una visión más detallada de la Europa occidental.

—Ésta es la región que debe ser de interés inmediato para ustedes. La depresión Ródano-Saona contiene un gran río, que toma sus aguas de los pantanos al norte de Suiza y del gran lago de Bresse. El valle del Ródano inferior del plioceno se hallaba probablemente invadido por el Mediterráneo. Muchos de los volcanes del Macizo Central eran activos, y había también actividad volcánica en Alemania, España, el centro de Italia, y en la zona Tirrena, que se iba hundiendo poco a poco. Más hacia el norte de Francia vemos que Britania es una isla separada del continente por el angosto estrecho de Redón. El Atlántico forma una profunda bahía al sur hasta Anjou. Parte de la Gascuña se halla también inundada por el mar.

—Pero Burdeos parece estar bien, gracias a Dios —dijo el pirata.

Mishima rió discretamente.

—¡Oh! ¡Otro connoisseur! Le encantará saber, ciudadano, que un cierto número de otros viajeros temporales expresaron su deseo de instalarse en la zona de Burdeos. Se llevaron con ellos algunos aparatos portátiles y esquejes de muchas clases distintas de vides… Incidentalmente, ciudadanos, toda la información que poseemos acerca de esos viajeros temporales anteriores se halla disponible en nuestros ordenadores a su conveniencia. Y si desean alguna otra información, por ejemplo datos sobre grupos étnicos o religiosos, o el tipo de libros, material de arte u otros artículos culturales que se sabe han sido trasladados… por favor, no duden en solicitarlo.

—¿Da información el ordenador acerca de personas individuales? —preguntó el tipo académico con la chaqueta de tweed.

¡Ajá!, pensó Elizabeth.

—Las estadísticas habituales, similares a las que hay en sus dossiers, se hallan disponibles sobre todas las personas que han cruzado la puerta. También es posible obtener información de los artículos llevados como equipaje y el destino de los viajeros en el mundo del plioceno, si ha sido comunicado.

—Gracias.

—Si no hay más preguntas… —Mishima hizo una inclinación de cabeza a Felice, que había alzado una lánguida mano.

—¿Es cierto que ninguno de esos viajeros han llevado ningún tipo de armas con ellos?

—Ningún arma moderna ha sido permitida nunca por Madame Guderian, y nosotros hemos seguido su juicioso dictamen. Nada de desintegradoras, ni aturdidores, ni armas atómicas, ni disruptores sónicos, ni quemadores accionados por energía solar, ni gases, ni armas basadas en la pólvora. Como tampoco drogas o dispositivos psicocoercitivos. De todos modos, muchos tipos de armas primitivas de distintas épocas y culturas han sido llevadas al plioceno.

Landry asintió. Su rostro estaba vacío de expresión. Elizabeth intentó, sin darse cuenta de lo que estaba haciendo, lanzar una sonda redactiva hacia ella, pero por supuesto resultó inútil. De todos modos, la ex metapsíquica se sintió sorprendida cuando la otra joven volvió la cabeza hacia ella y se la quedó mirando fijamente durante un largo minuto antes de volver a dirigir su atención a la pantalla.

No puede haber sentido nada, se dijo Elizabeth a sí misma. No había nada que sentir. Y aunque le hubiera llegado algo, no había forma de que pudiera saber que se lo había enviado yo. ¿O no?

—Tomen nota de algunos de los nombres que han sido dados a los rasgos geográficos —dijo el consejero Mishima—. Luego revisaremos la vida vegetal y animal de las llamadas facies pontianas de la época del plioceno inferior…