CAPÍTULO 59

Lo de Marruecos

Francia y España, las potencias acosadas por la guerrilla marroquí, se toman por fin el juego en serio, y desde primeros de año atinan esfuerzos para resolver un problema común, como hace treinta años en la guerra del Rif. Los militares franceses superan los escrúpulos de su Gobierno, que no simpatiza en absoluto con Franco, y suplen las carencias de los españoles. Ciento treinta aviones (sesenta españoles y setenta franceses) y catorce mil soldados (nueve mil españoles y cinco mil franceses) se emplean a fondo contra los reductos rebeldes entre Tan-Tan y Saguia el-Hamra y expulsan a los guerrilleros de sus santuarios entre Bir Nzaran y Auserd facilitando la entrada en el paraíso de los mártires islámicos a más de mil insurgentes[386].

La actividad guerrillera decrece considerablemente en los meses siguientes. Por la noche, en muchos hogares españoles y en muchos puestos del asediado desierto, se escucha en el programa de La Voz de Madrid Mensaje a Ifni conducido por los humoristas Tip y Top[387] en el que entre chiste y chiste se insertan mensajes de las familias de los soldados (convenientemente censurados para que no depriman) y peticiones de discos dedicados: «Para Ambrosio Escañuela de la I Compañía de Tiradores: en casa estamos bien, gracias a Dios. La vaca parió una becerra. La tía Ambrosia te manda abrazos; el párroco don Herminio te bendice. Que te cuides y te portes bien, que pensamos mucho en ti».

Después de la retahíla leída por una sugerente voz femenina, interviene el locutor principal. «Y ahora, estimados radioyentes, dedicado a nuestros bravos soldaditos de África, nuestra sin par Marujita Díaz va a interpretar la patriótica canción que lleva por título Soldadito español»[388].

Tras el sonido de una aguja deficiente rascando el maltratado disco de pizarra, se escucha la voz chillona de la artista, que desgrana las estrofas poniendo especial énfasis en la que reza:

Soldadito español,

soldadito valiente,

el orgullo del sol

es besarte la frente.

La victoria fue tuya

porque así lo esperaba

cuando muerta de pena

a la Virgen rezaba

tu novia morena,

tu novia morena,

tu novia moreeeeena.

En un puesto de Sidi Ifni, un soldado añora las tetas recentales de su novia morena y se enjuga una lágrima.

—¿Qué se nos habrá perdió a los españoles en este secarral?

—¿Qué? —pregunta su compañero, distraído.

—No, nada.

No hay mal que cien años dure. En junio, el general Gómez de Zamalloa abre un telegrama de la Junta de Defensa Nacional:

Representante bandas armadas asegura a partir 12.00 horas día 30 harán alto el fuego ese sector. Observe cuidadosamente actitud enemigo, extremando precaución. Fuego propio totalmente prohibido. Aviación no debe volar[389].

¿Qué ha ocurrido? Mohamed V se ha arrugado y aplaza sus reivindicaciones para mejor ocasión. La paz regresa a las arenas después de ocho meses de guerra no declarada, la guerrita como la llamaron en Ifni. Oficialmente han muerto ciento noventa y ocho españoles, han resultado heridos quinientos setenta y cuatro y han desaparecido ochenta[390].

¿Quién ha ganado la guerrita? Si atendemos a sus consecuencias, la ha ganado Marruecos. España ha cedido el territorio intermedio de Cabo Juby y además no recupera el terreno perdido en Ifni, que es casi todo[391]. El dominio español sobre Ifni se reduce a un cinturón fortificado de unos veinte kilómetros de perímetro en torno al poblado de Sidi Ifni.

Las repercusiones políticas de la guerra de Ifni no se hacen esperar. Para consolidar la presencia española en aquellos desiertos, a Franco y a Carrero Blanco no se les ocurre mejor idea que elevarlos al rango de provincias españolas. Ifni será la número cincuenta y uno, y el Sahara Occidental la cincuenta y dos. Las nuevas provincias, a las que no faltan sus propias emisiones de sellos de correos, se integran en las instituciones españolas y envían a sus consejeros nacionales del Movimiento (camisa azul bajo la chilaba) y a sus procuradores en Cortes[392]. A la entrañable estampa del hemiciclo cuajado de aplaudidores de Franco con uniforme episcopal, militar o falangista se agrega el toque exótico de las túnicas holgadas y los turbantes abullonados de los saharauis y baamaranis de Ifni que votan lo que se les indica, no dicen ni mu, cobran a fin de mes la suculenta paga, encienden fogatas para hacer el té sobre el parquet del hotel Palace, van de putas a la casa de la Martingala (que les prepara una colección de gordas rozagantes), rezan a Alá cinco veces al día, agradeciéndole los dones que continuamente derrama sobre sus criaturas, y hacen votos para que Mahoma vele desde el cielo por la salud del Caudillo y jefe del Estado para que este chollo les dure.

El «Lignum Crucis» llega a Madrid, 1958.

El Lignum Crucis llega a Madrid, 1958.

En las colonias, en El Aaiún y en Sidi Ifni, todo es un remanso de paz. La prosperidad inducida desde el Gobierno anima a militares y funcionarios a solicitarlas como destino.

—Pepe: vente a Ifni, no te lo pienses más. Cobramos tres veces más que en la Península, ahorras para el mañana y te das la gran vida. Peligro no hay. Aquello es ahora una balsa de aceite.

—Sí, sí, pero el día menos pensado…

En las nuevas provincias africanas hay tiendas excelentes provistas de bienes de consumo desconocidos en la Península: mantequilla holandesa, whisky escocés, vodka ruso, cerveza belga, cigarrillos americanos, todo libre de impuestos. En sus clubes de oficiales y casinos salen a fiesta semanal con los más fútiles pretextos, además de las animadas partidas de póquer y bridge diarias. Hasta los moros disponen de mejores viviendas, escuelas y hospitales que en Marruecos. Las criadas moras, aunque cobren salarios miserables, están la mar de contentas porque eso es lo que gana un funcionario de carrera en Casablanca.

El Gobierno no repara en gastos para alhajar sus dos nuevas provincias[393].