CAPÍTULO 41

Querida señora Francis

Suena la melodía Indian Summer, de Víctor Herbert, en Radio Barcelona. En decenas de miles de hogares y talleres de modistas españoles se hace un silencio sacramental. Es la sintonía que muchas mujeres esperaban, la hora del consultorio de la señora Elena Francis, un programa ideado por los Laboratorios Francis (Bel Cosmetic) de Barcelona, especializados en productos de belleza[250]. Cientos de mujeres escriben cartas a doña Elena Francis, en las que consultan dudas, le cuentan sus problemas sentimentales o familiares, le piden consejo…

Una voz cálida, femenina, lee la carta.

Navas del Abad, 7 de marzo de 1956

Querida señora Francis:

Me dirijo a su consultorio angustiada por una duda que corroe mi alma: el verano pasado vino, con los veraneantes que cada año vienen al pueblo, un muchacho de diecisiete años muy guapo que me presentó una prima mía en la fiesta de San Isidro y estuvimos bailando y me dijo que estudiaba para abogado. Luego, cuando se volvió a Madrid, nos escribimos muchas cartas y me pidió relaciones y una foto. Yo me enamoré de él y me dijo que vendría en Navidad. Nos vimos y él enseguida se quiso propasar con sus caricias porque estaba muy enamorado y me dijo que eso es normal entre novios. Ahora quiere volver y temo que no se conforme con lo que le di la otra vez, porque se pone muy pesado y dice que le dan palpitaciones si no se alivia. Yo tengo dieciocho años y no sé nada de hombres, pero temo que me pida lo que no puedo darle, pues quiero casarme de blanco y como Dios manda.

ANGUSTIADA

La sintonía del fondo sube el volumen durante unos instantes, después baja y otra voz femenina, algo más empastada que la anterior, lee:

Querida amiga:

Veo que eres una muchacha en la edad más delicada y que te has enamorado de veras de ese chico y eso quizá te ofusque los sentidos. En el amor no valen ofuscaciones: hay que mantener la cabeza despejada, pues de lo que hagas ahora dependerá la felicidad o la infelicidad por el resto de tu vida. Si ese muchacho verdaderamente te quiere sabrá contenerse y respetarte. La relación entre dos novios debe estar presidida por la pureza y la sinceridad de intención. ¿Conoce este novio a tus padres? ¿Te ha presentado a los suyos? Una relación firme debe comenzar por ahí y la única muestra de afecto permisible es pasear de la mano, siempre por lugares concurridos o bajo la vigilancia de personas de respeto y acaso algún beso en la mejilla. Guarda los besos apasionados y las caricias para el matrimonio y entonces te sabrán mejor. Si él verdaderamente te quiere sabrá esperar y respetarte. Bajo ningún concepto debes entregarle tu virtud por muy enamorada que estés y por muy buen porvenir que él te ofrezca. No olvides que muchos hombres cuando consiguen la satisfacción corporal que anhelan en la mujer se olvidan rápidamente de ella y hasta la desprecian. No te pongas en ese peligro.

Recibe un cariñoso saludo de tu amiga…

ELENA FRANCIS

Anuncio de Bella Aurora, los cosméticos recomendados por la señora Francis, 1956

Anuncio de Bella Aurora, los cosméticos recomendados por la señora Francis, 1956.

Muchas radioyentes expresan en sus cartas el deseo de conocer más de la señora Elena Francis a la que, después de tantos años, consideran una amiga de toda la vida. El programa aclara que doña Elena Francis es una señora «muy digna, muy preparada y muy amante de su intimidad, por lo que sigue estrictamente la norma de no conceder entrevistas ni aparecer en público». Incluso llega a aparecer en la prensa una comunicación personal de la propia Elena Francis desvelando su identidad para salir al paso del insidioso rumor de que no existe:

Mis queridas consultantes y amigas de tantos años:

Soy Elena Francis: Francisca Elena Bes Calbet en mi partida de nacimiento y en mi carné de identidad, cuyo número es el 40 707 141.

Esta carta va dirigida a todas vosotras porque deseo, con ella, daros esa satisfacción que sobradamente os merecéis […]. Quisiera que os quedase esto bien claro para quitaros el posible, y tan injusto, mal sabor que hayan podido dejaros esas falsas declaraciones hechas o aparecidas.

Debido también a los acontecimientos yo, que nunca quise hacer declaración alguna, me siento ahora moralmente obligada a declararos que vivo, y he vivido siempre, entregada a mi familia y a vosotras, que mi edad actual supera los setenta años, que estoy casada, soy madre de familia y tengo puestas mis esperanzas en mis nietos. (¡Quién sabe si algún día mi hija o mis dos nietas deciden recoger mi ilusionado bagaje!). También quiero deciros, como ya os dije en mi carta de despedida de la radio, que me siento cansada y necesito tranquilidad. Pero que soy yo sola quien se retira. Porque, como también os aclaré, la firma Francis queda ahí con más fuerza que nunca.

Con esos productos Francis que muy bien conocéis, a vuestra disposición en todos los puntos habituales de venta. Con unos Laboratorios Francis cada vez en mayor expansión, en los que laboran para vosotras unos especialistas en cosmética cada vez mejor dotados y más numerosos. Con un instituto de belleza Francis, a la cabeza de los mejores centros estéticos de Europa, que os abre sus puertas de par en par. Y, finalmente con nuestro joven «Tres Efes», nuestra Familia, Femenina, Francis, a cuyo teléfono amigo (el 2115858, prefijo 93) podéis dirigiros en consulta estética cuantas veces deseéis… Todo esto puede ser, en definitiva, mi mejor legado para vosotras y para todas las mujeres de España[251].

El mensaje comenzaba por la confidencia personal y la acreditación de la señora Francis más allá de toda sospecha y terminaba en lo descaradamente comercial, pero resultó convincente y las mujeres que durante decenios habían seguido fielmente el programa y los consejos de la señora Francis no dudaron ya de su existencia. ¡Qué gran sorpresa se llevaron años después, cuando se reveló que la señora Elena Francis era, en realidad, un hombre![252]

En honor a la verdad hay que añadir que los Laboratorios Francis contrataron personal para que contestara por correo las cartas que no se radiaban por problemas de censura o de espacio. La barcelonesa Pietat Estany, que ejerció ese oficio durante ocho años, declararía posteriormente en una entrevista:

Eran cartas ilegibles, escritas por mujeres de muy bajo nivel, donde se contaban dramas terribles. Ahora, en la tele, la gente cuenta sus miserias, pero en aquella época figuraba que esto no sucedía […]. El contenido de muchas cartas recibidas era inconveniente: dibujaban el estado miserable de un país […]. Eran casos extremos, situaciones dramáticas, conflictos sentimentales, enamoramientos con sentimiento de culpa, dudas sobre el sexo, chicas reprimidas en internados de monjas, remordimientos sobre la masturbación, infidelidades, maltratos, palizas, embarazos no deseados de jovencitas, violaciones, hombres atormentados por su homosexualidad… De fondo, siempre impotencia, incomprensión, mucha incomunicación y soledad[253].