CAPÍTULO 21

El general escribe su diario

El Caudillo ha designado jefe de su Casa Militar a su primo hermano, y amigo de la infancia, el teniente general Franco Salgado-Araujo, familiarmente Pacón, con el que tiene gran confianza.

Salgado-Araujo y el general García Escámez.

Salgado-Araujo y el general García Escámez.

El primo Pacón, un hombre absolutamente devoto del Caudillo, comienza por estas fechas un diario[135] en el que consigna sus impresiones sobre la vida en el palacio de El Pardo y reproduce conversaciones con su augusto primo.

Algunas anotaciones son especialmente reveladoras:

Hoy el Caudillo ha ido de cacería, y así lo hará mientras dure la temporada todos los sábados, domingos y lunes. Con S. E. van a las cacerías varios ministros y subsecretarios. Discrepo de estas salidas o vacaciones semanales, que bien estarían si sólo fuesen el domingo. Pero esto me parece demasiado. Los martes y miércoles, audiencias; los jueves, credenciales; el viernes, Consejo de Ministros y el sábado se va. Resulta que no le queda ni un día para el estudio de problemas (hay muchos por resolver) y para despachar con ministros y secretarios. Lo que haga tendrá que ser a costa del descanso nocturno, lo cual no es bueno para su salud. Además, las cacerías son pretexto para ir todos los amigos de los dueños que cotizan esto y además de aprovechar para hacer amistades, piden favores, exenciones de tributos, permisos de importación. A ellas acuden todos aquellos funcionarios de la fronda de la Administración que convienen a los terratenientes dueños de los cotos de caza, con los cuales les conviene estar bien y demostrar su influencia en las alturas. […][136]

Me parece bien que lo haga los días festivos, incluso que haga semana inglesa, pero no este abuso que está ocurriendo, una semana entera y tres días de la otra. […][137]

Otra vez, según el programa, son doce días laborables los que dedicará a la caza, aumentados con los que emplea en los desplazamientos; descontando los festivos, le quedarán para trabajar a lo sumo diez días del mes […]. Cada vez tengo peor opinión de estas cacerías, por el mal que ocasionan al Régimen, pues las personas que por sus diferentes actividades que siempre contribuyen al bienestar del país tienen que venir a Madrid a tratar algún asunto con los ministros, se encuentran con que estos están cazando y tienen que resignarse a no poder resolver sus problemas. Todo lo anterior lo comento con el Caudillo, pero él no encuentra que sean demasiados los ministros que van de caza, pues dice que van a algunos cotos, pero a otros no, así que rara vez hay más de dos. Pero no me lo creo. Si Carmen se entera de que yo no soy partidario de tantas cacerías de su marido, aumentaría la poca simpatía que me tiene. […][138]

¿Quién tiene más interés en las cacerías del Caudillo? Los dueños de los cotos más o menos adictos a él. Su influencia […] queda por completo de manifiesto. Los diferentes inspectores de los muchos tributos que el anfitrión debe satisfacer están también invitados. Allí pueden ver que el Caudillo y su mujer van a hospedarse en su casa, que les hablan con confianza y que lo mismo hacen los ministros cazadores, que son el de Agricultura (Cabestany) y el de Comercio (Arburúa). De aquí salen grandes favores, permisos de importación, tractores, maquinarias agrícolas, […] etc. A los ministros ni siquiera les queda tiempo para recibir visitas oficiales ni atender a los representantes de los altos intereses de la economía española. […][139]

En todas las naciones hay cacerías a las que acuden el jefe del Estado y altos cargos, pero no tan seguidas ni con tantos altos cargos al mismo tiempo, que hacen que se paralice la vida en los ministerios y apenas se trabaje. […][140]

¿Quiénes son los beneficiarios de esas cacerías? Grandes terratenientes, negociantes, aristócratas que no transigen con el Régimen, importadores estraperlistas, etc.[141]