CAPÍTULO 19

Otro milagro gallego

En el coto de perdiz roja de Santa Cruz de Mudela un hombre de treinta y cinco años, cara redonda, pelo rizado, aspecto más bien vulgar, al que le falta un dedo de la mano derecha, departe familiarmente con Franco.

—¿Ese quién es? —pregunta Nemesio.

El Chato se encoge de hombros.

—No tengo ni idea, pero habrá que averiguarlo para invitarlo a la próxima montería en Los Noguerones. Se ve que el Caudillo lo aprecia.

El hombre se llama Eduardo Barreiros y es gallego de Gundiás, en Orense. Antes de la guerra era chófer de una camioneta de viajeros, el negocio familiar. Se le daba bien la mecánica. Después de la guerra se dedicó a comprar motores de camión como chatarra, en especial los de los camiones rusos 3HC (popularmente conocidos como Tres Hermanos Comunistas), de los que habían quedado más de dos mil dispersos por España.

—Es un mago de la mecánica —le explica el subsecretario Ramírez Fanjul al Chato—: el tío ha montado unos talleres en Villaverde y convierte motores de gasolina en diésel[126].

—¿Eso se puede hacer?

—Él puede y se está forrando. Además, lo que hace tiene un gran interés nacional. Con toda esa chatarra que resucita, nos libra de pagar carísimos aranceles en divisas.

Juanito, el hijo de los condes de Barcelona, el futuro rey Juan Carlos I, aprueba su reválida de bachillerato en el instituto San Isidro de Madrid[127]. Un estupendo porvenir se abre frente al joven bachiller, como frente a los hijos de los vencedores en la guerra que copan la universidad y no tienen problema alguno para encontrar trabajo cuando salen con su título bajo el brazo.

Desde las terrazas veraniegas de la calle Serrano, especialmente la del bar Roma, la juventud privilegiada se contempla a sí misma en las motos y coches que aparcan junto a las aceras. Entre las motos abundan la Vespa y la Ossa; entre los coches, los haigas[127b] de los estraperlistas, los Lincoln, los Cadillac, los Dodge… Cuando pasa algún Biscúter lo miran con desprecio. El Biscúter o Zapatilla es un claro exponente del quiero y no puedo en el que se mueve la clase media que intenta emerger de la miseria sin conseguirlo. En muchos lugares de España comienzan a llamar Biscúter a la minúscula botella de cerveza que contiene un quinto de litro[128].

Olegario Olayo Agustino, administrador de Iberia, y su esposa Manolita Martínez Rey, de profesión sus labores, padres de dieciséis hijos, posan junto al coche que los llevará de excursión.

Olegario Olayo Agustino, administrador de Iberia, y su esposa Manolita Martínez Rey, de profesión sus labores, padres de dieciséis hijos, posan junto al coche que los llevará de excursión.

—Este es el coche del futuro —señala Nemesio con patriótica satisfacción.

Nemesio y el Chato Puertas están en la cafetería Nebraska y contemplan el bullicio de Madrid.

—¡No, hombre!, ¿qué dices? —disiente el Chato Puertas.

—Tú dirás: un coche normal vale cien mil pesetas, pero el Biscúter sólo cuesta veinticinco mil.

El Chato hace un cálculo mental.

—¡Que es el sueldo de tres años de un obrero![129] Ya ves: no es un coche para obreros, los obreros que anden. El otro día mi hijo Josián me salió con que le comprara esa mierda de coche.

—¿Y se lo vas a comprar?

—Qué va. Le dije: «Hijo mío, tú ya no tienes edad de juguetes. Si eso entra en nuestro garaje me desacredita». ¿Tú no has oído el piropo ese que le dicen a las feas: «Anda niña, que eres más fea que un Biscúter»?

—No sé qué decirte —opina Nemesio—. Este es el país del quiero y no puedo. Ya verás como se vende bien.

En la barbería El Siglo, poco antes de echar el cierre, Pepe, el barbero, se reúne en la acostumbrada tertulia con los cabales.

—¿Sabéis el último chiste? Están tomando el té en el salón de El Pardo y le dice la Collares a Franco: «Paco, hay que ver cómo ha mejorado la vida de los españoles desde que tú los gobiernas. Sin ir más lejos, mira cómo vivíamos nosotros antes y cómo vivimos ahora».

3 de agosto. Bajo el plomo derretido del mediodía, en el puerto de montaña de la Mora, tres segadores que están agavillando una cosecha medianeja se ven sorprendidos por el espectáculo de una centuria falangista que asciende por la carretera en perfecta formación, el paso lento y acompasado, como en desfile. Los falangistas, empapados de sudor, en dos filas, a un lado y otro de la carretera, se turnan para llevar a hombros unas parihuelas con un bulto cuadrangular cubierto por la bandera de Falange. A juzgar por el modo errático y un poco encogido con el que andan los porteadores, debe de pesar mucho. El zagal de la cuadrilla de segadores va a informarse con el pretexto de llevarles la cantarilla del agua.

—¿Qué? —le pregunta el capataz—. ¿Es un entierro?

—No, papá: llevan una piedra.

—¿Una piedra?

—Y bien gorda.

El viejo segador se endereza y se dobla hacia atrás, para descansar el espinazo.

—¡Señoritos mentecatos! —murmura entre dientes reintegrándose a su tarea.

El Frente de Juventudes peregrina con una piedra de doscientos kilos del santuario de la Virgen de la Cabeza (Jaén) a la cumbre del Mulhacén en conmemoración del año mariano y en recuerdo de Gibraltar español.

El Frente de Juventudes peregrina con una piedra de doscientos kilos del santuario de la Virgen de la Cabeza (Jaén) a la cumbre del Mulhacén en conmemoración del año mariano y en recuerdo de Gibraltar español.

Cuarenta afiliados de las Falanges Juveniles de Franco de Andalucía trasladan a hombros un sillar de doscientos kilos de peso desde el santuario de Santa María de la Cabeza, lugar de la gesta heroica de la Guardia Civil capitaneada por el capitán Cortés, durante nuestra Cruzada de Liberación. El objetivo es transportarlo hasta el pico más alto de España, el Mulhacén, en Sierra Nevada, blancor perpetuo de Granada, en expresión de fervor patriótico. «Este es el sentido homenaje de las Falanges Juveniles de Andalucía oriental a la Virgen de Europa, patrona de Gibraltar», dirá la prensa[130].

Pasado el séquito, los segadores vuelven a la faena. El de más edad le dice al muchacho: «Niño, vete al cortijo y que te llenen el cantarillo otra vez, que esos se lo han bebió to».

Ya solos, el segador joven se vuelve al viejo. Señala con la hoz a los de la camisa azul, que continúan su tantálica hazaña en la distancia.

—¿Qué te parece? Los señoritos haciéndole un entierro a una piedra mientras los demás nos deslomamos pa que ellos coman.

—Tú siega y calla y ten paciencia hasta que dé la vuelta la tortilla.

Al segador viejo le fusilaron un hermano en la guerra y su madre murió de la pena.

No va a ser fácil darle la vuelta a la tortilla, ahora que Franco ha conseguido la protección del padrino americano. En noviembre se reúne en el castillo de Praga el V Congreso del Partido Comunista de España, que planteará una estrategia para derribar el fascismo en España, ya que es evidente que las democracias no van a mover un dedo para derrocar a Franco.

La Vespacar.

La Vespacar.

Un biscúter para el Caudillo y su nieta.

Un biscúter para el Caudillo y su nieta.