Capítulo 17

Los sindonólogos españoles

La primera cofradía sindonológica española fue una filial de la italiana Cultores Sanctae Sindonis, que organizó en España el italiano Domingo Leone en los años treinta. Después del forzado paréntesis de la guerra civil, no volvió a levantar el vuelo hasta el final de los años del hambre, en los cincuenta, especialmente a partir del año santo de 1950, con el inolvidable Congreso Eucarístico Internacional celebrado en Barcelona (el cariñosamente conocido como «la Olimpiada de la Hostia»).

Suelen coincidir los sindonólogos españoles al adjudicar el puesto de patriarca de la sindonología nacional al salesiano José Luis Carreño Etxandía, «un navarro con un salero que parece andaluz», en palabras del padre Loring, S. J. El padre Carreño es autor de cinco enjundiosos libros sobre el tema, en los cuales se muestra un comunicador ameno y certero, capaz de sustentar sus asertos con ejemplos como el siguiente. Pruebe el lector a entender esto: «ragloc a sodin sus noclab ut ed sanirdnolog sarucso sal narevlov».

Ininteligible, ¿no?

Léalo de nuevo, más despacio y haga un esfuerzo. ¿Imposible? ¿Se da por vencido?

Pues se trata simplemente de los dos primeros versos de la conocida rima de Bécquer puestos al revés: «Volverán las oscuras golondrinas de tu balcón sus nidos a colgar».

Pues bien, igual de ininteligible hubiese resultado para un artista medieval el negativo de Cristo impreso en la Sábana Santa. Este sencillo ejemplo demuestra, según el padre Carreño, que no se pudo deber a un artista medieval. Luego es milagrosa. Por consiguiente, se trata de la sábana de la Resurrección de Cristo.

El ejemplo de los versos becquerianos al contrario es tan bueno que el padre Loring, S. J., lo lleva en su repertorio y lo repite en cada conferencia con gran éxito de crítica y público. Es una demostración tan efectiva que no deja resquicio alguno a la duda, menos aún a los posibles hipercríticos, detractores incrédulos y demás ralea.

Discípulos y devotos admiradores del padre Carreño son los sindonólogos de la hora presente, entre los cuales destaca, por su infatigable labor, el padre Manuel Solé, S. J-, el cual, aunque posee una solidísima formación religiosa que incluye estudios humanísticos y licenciaturas en Filosofía y Teología, «llevado por los avatares de la vida tuvo que enseñar, durante unos diez años, matemáticas, física, química, anatomía y fisiología humana y ciencias naturales». La adquisición de este sólido bagaje científico y humano no le impidió viajar por el ancho mundo y

durante su destierro en Italia, ocasionado por la disolución de la Compañía de Jesús ordenada por el señor Azaña, pudo contemplar por primera vez la Sábana Santa de Turín, en la exposición que de ella se hizo en 1933. En 1978 asistió al II Congreso Internacional de Sindonología, donde se puso en contacto con los principales estudiosos de la Sábana Santa.

Esta apretada información procede de la solapa del libro del padre, Solé, S. J., de la cual, con devoción filial, quisiéramos señalar dos minúsculos gazapos. Uno es que debiera haber dicho ostensión donde dice exposición, un pequeño lapsus. El otro es que el presidente Azaña no pudo disolver la Compañía de Jesús. Quizá le hubiera encantado, no lo vamos a discutir, pero no estaba en su mano. Lo de disolver un instituto religioso es facultad del papa. Lo que Azaña hizo, más modestamente, fue intentar apartarlos de la enseñanza. Afortunadamente sin conseguirlo.

La segunda gran figura en nuestra galería de ilustres sindonólogos españoles es, indiscutiblemente, y por ostentar el récord de conferencias impartidas, el padre Jorge Loring, S. J., que ha pronunciado en España más de mil conferencias (excluidas las charlas en televisión y en Radio Nacional, y las veinticinco conferencias dictadas en Nueva York). Sigue al padre Loring, S. J., a corta distancia, Julio Marvizón, que ha pronunciado más de trescientas conferencias.

Por lo que el padre Loring, S. J., nos cuenta de sí mismo, en la contraportada de su libro sobre la Sábana Santa, conocemos que «nació en Barcelona, vivió su juventud en Madrid y lo que tiene de jesuita es andaluz». El padre Loring, S. J., es también autor de varios libros (ha editado un folleto con la lista completa y los precios) entre ellos un compendio de las verdades fundamentales de la religión católica que «ha tenido tal aceptación que ha superado el millón de ejemplares vendidos en castellano. Es excepcional —señala— que un libro llegue al millón de ejemplares en español, y en vida del autor». Pero eso no es todo:

«Además, se han hecho traducciones a varios idiomas: los más raros han sido el hebreo, en Israel; el árabe, en El Cairo; y al gujarati, en la India. Actualmente se están haciendo al japonés, en Tokio, y al chino, en Formosa». Además, el padre Loring, S. J., es autor de un vídeo sobre la Sábana Santa, si bien, con la ejemplar modestia que lo caracteriza, declara que «para mí el padre salesiano José Luis Carreño es el que más sabe en España de la Sábana Santa. Es mi maestro. Yo he escrito un libro de la Sábana Santa y él ha escrito cinco. Yo le copio a él y él no lo hace conmigo» (Loring, p. 229). El vídeo del padre Loring, S. J., producido en 1993, no sólo constituye un impresionante documento sindonológico sino doctrinal. El padre Loring, S. J., catequiza al hombre moderno, tan tibio en su fe e incluso tan descreído, con esclarecedores e irreprochables razonamientos. Permítasenos transcribir un pasaje concreto que, como la magdalena de Proust, evocará en muchos lectores la nostalgia de aquellos entrañables ejercicios espirituales de los años cincuenta:

La Iglesia sólo me obliga a creer los dogmas de fe, verdad revelada por Dios. Pero, eso sí, una verdad revelada por Dios es obligatoria. ¡Eso hay que creerlo! Por ejemplo: el infierno. ¡Tanta gente que se las da de lista! Tanta gente que dice: «El infierno cómo va a ser verdad. A mí es que no me cabe en la cabeza que el infierno sea verdad». Pues lo siento mucho, muchacho: aunque no quepa en tu cabecita, el infierno es verdad porque lo ha dicho Cristo, y si no cabe en tu cabecita, lo siento, muchacho. Hay muchas cosas que son verdad y no caben en tu cabecita, que es muy pequeñita, pero no va a ser sólo verdad lo que quepa en tu cabecita. Hay muchas cosas que son verdad y no caben en tu cabecita, y si tú tienes dificultades contra el infierno me parece lógico que tú no entiendas el infierno con esa cabecita tan pequeñita. Me parece lógico que no entiendas el infierno, pero no me discutas a Cristo, por favor. ¡No pienses saber más que Cristo, por favor! Y si Cristo Dios me dice que hay infierno, ¡hay infierno!, lo entiendas tú o no lo entiendas; te guste o no te guste; lo aceptes o no lo aceptes. El infierno no existe porque tú lo aceptes o porque tú lo entiendas. El infierno existe porque lo ha dicho Cristo Dios y si no quieres creer ya te enterarás, muchacho, en cuanto te mueras, fíjate. ¡En cuanto te mueras te enterarás! Es una idiotez decir: El infierno no es verdad porque yo no lo entiendo. ¡Es una idiotez!: el infierno no es verdad porque tú lo entiendas. El infierno es verdad porque lo ha dicho Cristo Dios. Es de fe, ¡es verdad de fe! ¡Dogma de fe! Eso es verdad lo entienda yo o no lo entienda, lo acepte o no lo acepte. Las cosas no dejan de ser verdad porque yo las acepte. ¡Dónde vamos a parar! Hay muchas cosas que son verdad y yo no las entiendo.

La tablas y la soltura escénica del padre Loring, S. J., son, suponemos, más tributarias de las tandas de ejercicios espirituales y cursillos de cristiandad impartidos en otra época que de las más de mil conferencias sobre la Sábana Santa que atesora en su haber. Cuando sube al estrado, el padre Loring, S. J., tiene la seriedad de Buster Keaton y a algún espectador poco avisado pudiera dar, quizá, la impresión de ser un anciano irascible, pues rechaza con displicente acritud las dudas expresadas por los espectadores. Pero luego, en la intimidad, demuestra su talante abierto. Para testimoniarlo, y sin asomo de vanidad, al final de su vídeo, el padre Loring, S. J., inserta su álbum de fotos sindonológico en el que se retrata abrazado campechanamente a distintos científicos de categoría internacional, presentadores de ponencias en congresos de sindonología. Y en todas las fotografías aparece sonriente y relajado.

Por su parte. Julio Marvizón, que además de sindonólogo es ufólogo, parapsicólogo y técnico meteorólogo, ha sido coordinador de cursos de paraciencias y organizador de la Segunda Convención Nacional sobre la Sábana Santa, celebrada en Sevilla en 1988. El prólogo de su libro lo presenta como «una de las máximas autoridades en la materia […] un maestro instructor de “tres estrellas”», circunstancia que avala su sólida formación sustentada por «tenacidad, miles de horas de documentación, prudencia y sabiduría». Como historiador, sus conocimientos son tan dilatados y su juicio tan penetrante que «ha obligado a la historia a descender al zaguán de lo cotidiano» (Marvizón, p. 10).

Estrechamente vinculado con Marvizón, por lazos de amistad e investigación ufológica y sindonológica, está el periodista y escritor J. J. Benítez, cuyas conclusiones sobre la sábana se exponen en el interesante ensayo El Enviado: la «estrella» de Belén «sólo podía ser lo que hoy, nosotros, describimos como un “objeto volante no identificado” (OVNI)» (p. 193); «el “Ángel del Señor” que se les “presentó” a los pastores en mitad del campo de Belén puede ser interpretado aquí como una nave o como alguno de sus tripulantes» (p. 198); en su vida pública «Jesús de Nazaret fue “ayudado”, o “acompañado” o “asistido” de alguna manera por todo un “equipo” de seres que hoy podríamos etiquetar como “astronautas”» (p. 203). En este contexto, siempre eficazmente secundado por sus ángeles-astronautas, Jesús resucitó, irradió la imagen de la Sábana Santa en el acto de la Resurrección y abandonó el sepulcro, que quedó custodiado por un ángel-astronauta (p. 222).