NOTA AL LECTOR

Lo que sigue es ficción, no historia. Las escenas y los personajes han sido inventados; se han tomado licencias. Se han puesto palabras en los labios de figuras históricas, que son enteramente producto de la imaginación del autor. Aunque nada en este relato es infiel al espíritu de la vida de Alejandro tal como la entiendo, he transpuesto ciertos acontecimientos históricos en favor del interés del tema y la narración.

El discurso que Arriano nos dice que Alejandro pronunció en Opis, lo he convertido en su panegírico a Filipo. He situado a Parmenio en Ecbatana cuando Cortio nos dice que aún estaba en Persépolis. La arenga que hago pronunciar a Alejandro en Hidaspes, en realidad la hizo en Hífasis, mientras que la súplica de sus hombres, que Arriano nos dice que Coenio dirigió al último, yo hago que la ofrezca al primero. Lo señalo para que el lector interesado no crea que los hechos se han movido perversamente por propia voluntad.

En ocasiones, me he tomado la libertad de utilizar los nombres contemporáneos de lugares tales como Afganistán o de términos como kilómetros, metros y hectáreas, que obviamente no existían en la época de Alejandro, y también de conceptos posteriores como hidalguía, motín, caballero, guerrilla y otros, que técnicamente no tienen equivalente en el pensamiento greco macedonio pero que, a mi juicio, comunican al lector actual de una manera mas vivaz y cercana en espíritu su antigua importancia. Confío en que su empleo pueda ser perdonado por el lector purista.

Gobernó sobre estas naciones, aunque ellas no hablaban el mismo idioma que él, ni tampoco ninguna nación el mismo de las otras; por ello, fue capaz de inspirar tal miedo en aquella vasta región, que llenaba a todos los hombres de terror y nadie intentaba resistirse; y fue capaz de despertar en todos un deseo tan ardiente de complacerlo, que todos siempre querían ser guiados por su voluntad.

JENOFONTE, La educación de Ciro