EPÍLOGO

—La policía y el equipo médico ya vienen hacia aquí en helicóptero. Trasladarán a tierra firme a los heridos.

—No quiero que me internen en el hospital —declaró Brian.

Kirby se acercó a la cama y le cogió la muñeca para tomarle el pulso una vez más.

—No estás en condiciones de discutir con tu médico.

—¿Qué me harán allí que no me hayas hecho tú ya?

Kirby revisó las vendas y se alegró al observar que ya no sangraba.

—Te atenderán un par de enfermeras atractivas, te administrarán calmantes y en pocos días te darán el alta.

Brian reflexionó.

—¿Me aseguras que las enfermeras serán atractivas?

—No me cabe duda… —Se le quebró la voz, y Brian advirtió que tenía los ojos llenos de lágrimas.

—¡No era más que una broma! —Le cogió la mano—. Ni siquiera las miraré.

—Lo siento. Creí que lograría controlarme. —Se arrodilló y apoyó la cabeza contra la cama—. ¡He pasado tanto miedo! No sospechas siquiera cuánto sangrabas. Apenas te notaba el pulso.

—Me has salvado la vida —dijo él acariciándole la mano—, te has quedado a mi lado. Has pasado la noche en vela.

—Más tarde descansaré. —Le besó la mano una y otra vez—. Dormiré varios días seguidos.

—Podrías recurrir a tus influencias para compartir mi habitación en el hospital.

—Tal vez.

—Después volveríamos a la isla y compartirías mi dormitorio durante la convalecencia.

—¿Por qué no?

—Luego, cuando me haya recuperado, podrías compartir el resto de mi vida.

Ella se enjugó las lágrimas.

—Si esa es una proposición de matrimonio, deberías estar de rodillas.

—Tú eres una mujer poco convencional.

—Tienes razón. —Reposó la mejilla sobre la mano de Brian—. Puesto que me considero en parte responsable de que sigas con vida, me parece lógico que la comparta contigo.

—Los jardines han quedado destrozados —observó Jo mientras contemplaba las flores cubiertas de barro—. Tardaremos semanas en limpiarlos, salvar lo que se pueda y empezar de nuevo.

—¿Es lo que quieres hacer? —preguntó Nathan—. ¿Salvar lo que se pueda y empezar de nuevo?

Jo lo miró. El vendaje que Kirby le había aplicado en la frente contrastaba con su piel morena. Tenía profundas ojeras, todavía estaba extenuado.

Jo se rodeó con los brazos y comenzó a girar con lentitud. El sol era radiante; el aire, fresco. El huracán había causado graves daños; había derribado árboles, destrozado la fuente del jardín, arrancado el techo del cobertizo. En el suelo del patio se amontonaban ramas, hojas y vidrios.

Entretanto, Giff y Lexy se afanaban por retirar los tablones de madera para que la luz entrara por las ventanas. Jo distinguió a su padre y Kate junto a un tronco caído y observó con sorpresa y alegría que Sam le pasaba un brazo por los hombros.

—Sí, es lo que quiero. Me gustaría permanecer algún tiempo aquí para ayudarlos a reparar los destrozos. No quedará todo como antes… aunque quizá logremos mejorarlo.

Se protegió los ojos del sol con una mano y miró a Nathan.

—Brian dijo que quería verte.

—Sí, estuve con él antes de salir. Queremos que todo siga como antes. Tal vez nuestra relación no sea como hace unos días… aunque quizá logremos mejorarla —añadió con una sonrisa.

—También has hablado con mi padre.

—Sí. Se siente feliz porque sus hijos están a salvo. —Hundió las manos en los bolsillos—. Opina que tengo mucho coraje por haber matado a mi hermano.

—No sólo por eso, sino también por salvarme la vida.

—El coraje no tiene nada que ver. —Se alejó de ella por el sendero embarrado—. No sentí nada al apretar el gatillo. Para mí Kyle ya no existía. Representó un alivio terminar con todo esto.

—¡No niegues que fue un acto de valentía! Estabas herido, tanto física como psíquicamente. Luchaste por mí a pesar del dolor y en medio de la tempestad. Te enfrentaste a lo que nadie debería enfrentarse jamás e hiciste lo que nadie tendría que verse obligado a hacer. Cuando llegue la policía, les diré que eres un héroe. —Le puso una mano en el brazo—. Te debo no sólo mi vida, sino también la de mi familia además del recuerdo de mi madre.

—Sin embargo, él era mi padre, y Kyle mi hermano. Es una realidad que no puedo modificar.

—No, es cierto, pero ya no existen. —Levantó la vista al oír el estruendo de los helicópteros. Deseaba aclarar la situación antes de afrontar el horror, el interrogatorio de la policía, la investigación—. Dijiste que estabas enamorado de mí.

—Sí, te amo más que a nada en el mundo.

—¿No constituye el amor el cimiento ideal? Un hombre con tanto talento como tú debería saber qué hay que reconstruir, qué es preciso reforzar, para que algo se mantenga en pie. ¿Quieres salvar lo que se pueda, Nathan, y empezar de nuevo?

—Sí, quiero.

Ella lo miró y le tendió una mano.

—Entonces ¿por qué no empezamos una vida juntos?