30

Los limpiaparabrisas no daban abasto para retirar el agua de la lluvia, y el camino se había convertido en un lodazal, de manera que Giff debía luchar por cada metro que avanzaba.

Carla ya está aquí —comentó a Kirby—. Brian es demasiado sensato para estar fuera con este tiempo, y yo también.

—Por favor, toma la ruta oeste —pidió ella con preocupación—. Debe de haber enfilado ese camino.

—El trayecto por el sur es más corto.

—¡Por favor!

Giff giró el volante hacia la izquierda.

—Si logramos sobrevivir a esto, Brian me despellejará por haberte hecho caso.

—No serán más de cinco minutos. —Se inclinó e intentó ver algo a través del parabrisas cubierto de agua—. ¿Qué es eso? Hay algo allí, en la orilla del camino.

—Seguro que se trata de algo que se le cayó de la mochila a algún veraneante. La gente estaba tan desesperada por salir de aquí que…

—¡Para! —exclamó al tiempo que agarraba el volante; el vehículo patinó.

—¡Dios bendito! ¿Qué pretendes? ¿Volcar el coche? Oye… —Tendió una mano para detenerla, pero sólo consiguió coger el impermeable de Kirby en el momento en que ella se apeaba—. ¡Maldita mujer! —Abrió la portezuela—. ¡Kirby, vuelve! ¡El viento te arrastrará hasta Savannah!

—¡Ayúdame Giff, por el amor de Dios! ¡Es Brian! —Con las manos heladas rasgó la camisa cubierta de sangre—. Le han disparado.

—¿Dónde estarán? —Mientras el viento azotaba las paredes, Lexy se paseaba por el salón—. ¿Dónde se habrán metido? Ya hace casi una hora que Giff se marchó, y Brian salió antes que él.

—Tal vez se han refugiado en alguna parte. —Kate estaba ovillada en un sillón y rezaba para no dejarse llevar por el pánico—. Quizá consideraron peligroso volver y prefirieron guarecerse en otra parte.

—Giff aseguró que regresarían. Me lo prometió.

—Entonces, volverá. —Kate cruzó las manos sobre el regazo—. Llegarán de un momento a otro, cansados, empapados y ateridos. ¿Por qué no preparamos café y lo vertemos en los termos antes de que se corte el fluido eléctrico?

—¿Cómo puedes pensar en hacer café cuando…? —Se interrumpió y cerró los ojos—. Está bien. Es mejor que quedarnos aquí sentadas. Todas las ventanas están cubiertas con tablones, de modo que ni siquiera veremos si se acercan.

—Les prepararemos comida caliente y ropa seca. —Kate cogió una linterna.

Cuando salieron, Jo se levantó. Su padre estaba de pie en el otro extremo de la habitación, de espaldas a ella, con la vista clavada en la ventana cubierta de madera.

—Papá, ha conseguido entrar en la casa.

—¿Qué?

—Que ha entrado en la casa. —Procuró mantener la calma cuando él se volvió—. Prefiero no comentárselo a Lexy y Kate de momento. Ya están bastante asustadas. Deseaba embarcar en el último transbordador, pero como Brian aún no ha regresado…

A Sam comenzó a arderle el estómago.

—¿Estás segura de que ha estado aquí?

—Sí. Me dejó… En los últimos dos días estuvo en el cuarto oscuro, ignoro cuándo exactamente.

—Nathan Delaney ha estado en esta casa.

—No es Nathan.

Sam la miró con severidad.

—No estaría tan seguro. Ve a la cocina con Kate y Lexy mientras yo recorro las habitaciones.

—Te acompañaré.

—Haz lo que te he dicho. Es preciso que las tres estéis juntas.

—Es a mí a quien busca. Si permanecen a mi lado, correrán un peligro aún mayor.

—Nadie hará daño a ningún miembro de mi familia. —La tomó del brazo dispuesto a arrastrarla hasta la cocina si era necesario.

En ese momento se abrió la puerta principal y penetraron en el interior un viento furioso y cortinas de lluvia.

—¡Arriba, Giff, llévalo al primer piso! —Mientras jadeaba, Kirby oprimía el pecho de Brian, en tanto que Giff se tambaleaba bajo el peso del herido—. Necesito los medicamentos y el instrumental. Están en el todoterreno —explicó cuando Sam y Jo se acercaron—. Necesito sábanas, toallas, luz ¡Ahora mismo! Ha perdido demasiada sangre.

Kate apareció en el vestíbulo.

—¡Dios mío! ¿Qué ha sucedido?

—Le han disparado. —Kirby no apartaba la vista de la cara de Brian—. Pedid un helicóptero por radio. Debemos llevarlo a un hospital. Avisad también a la policía. ¡Daos prisa! Ya he perdido demasiado tiempo.

Sin molestarse en ponerse un impermeable, Sam salió corriendo a la tormenta, cegado por la rabia y sordo por el rugido que resonaba en su cerebro y el aullido del viento. Arrastró la primera caja y enseguida vio que Jo se apresuraba a coger la otra.

Se encaminaron juntos hacia la casa luchando contra las ráfagas y el aguacero.

—Lo han trasladado a la suite del jardín, la habitación más cercana. —Lexy apoyó la espalda contra la puerta y consiguió cerrarla—. Kirby se niega a decir si la herida es grave. No explica nada. Kate está hablando por radio.

Mientras subía por la escalera, Jo aferró la caja con tanta fuerza que los nudillos se le pusieron blancos.

Kirby había quitado a Brian la camisa ensangrentada y la había arrojado al suelo. No oía el golpeteo de la lluvia ni el aullido del viento. En esos momentos sólo pensaba en salvar a Brian.

—Necesito más almohadas para mantenerle el cuerpo y las piernas más elevadas que la cabeza. Está en coma. Necesita más mantas. La bala lo atravesó. He localizado el orificio de salida. —Colocó gasas en la parte posterior del hombro derecho del herido—. Ignoro los daños que ha ocasionado el proyectil en el interior. En todo caso, me preocupa que haya perdido tanta sangre. Tiene la presión arterial muy baja, y el pulso irregular. ¿Cuál es su grupo sanguíneo?

—A negativo —informó Sam—, como yo.

—Entonces le realizaremos una transfusión. Necesito que alguien extraiga la sangre a Sam; yo daré las indicaciones oportunas.

—Yo me encargaré de eso —se ofreció Kate—. No pueden enviar un helicóptero. Nada puede salir o entrar en la isla hasta que Carla se haya alejado.

¡Oh, Dios! Ella no era cirujana. Por primera vez en su vida, Kirby se maldijo por no haber seguido el consejo de su padre. La herida de entrada de la bala era pequeña, fácil de tratar, pero el orificio de salida tenía casi el tamaño de un puño. Presa del pánico y la impotencia cerró los ojos.

—Bueno, está bien. Debemos estabilizarlo. Giff, aprieta las gasas de la herida con firmeza y no las retires si la sangre las traspasa; simplemente añade más. Sostén el tensiómetro con la otra mano. Kate, trae mi maletín y saca un tubo de goma. Tendrás que hacer un torniquete. —Su voz había adquirido un tono de enorme frialdad. Preparó una jeringa. Debía salvar a Brian. Contempló su cara pálida como el papel—. Te mantendré a mi lado, ¿me oyes?

En el momento en que le clavaba la aguja, se hizo la oscuridad.

Nathan luchó por emerger de una neblina roja y volvió a sumirse en ella. Debía levantarse, aunque cada vez que lo intentaba el dolor era espantoso. Estaba aterido y tenía la sensación de que yacía en el fondo de un pozo de agua helada. Trató de incorporarse; sintió que la neblina se cerraba alrededor de él y se espesaba, pero por fin consiguió salir de ella.

Se hallaba inmerso en una pesadilla oscura y violenta. El viento aullaba mientras el agua lo cubría y le entraba en la boca cada vez que trataba de respirar. La cabeza la daba vueltas. Logró tenderse de bruces y apoyarse sobre las manos y las rodillas. Trató de ponerse en pie y perdió el sentido. Cuando su rostro tocó tierra, el agua fría le devolvió la consciencia.

Kyle. Había sido Kyle. Había regresado de entre los muertos. Tenía el pelo largo y rubio, no castaño como antes, y un intenso bronceado sustituía a su habitual palidez. En sus ojos se reflejaba la locura.

—No pienso perderlo —declaró Kirby con tono frío mientras trabajaba a la luz de una linterna. Se esforzaba por mantener la calma y alejar la desesperación—. ¡Quédate conmigo, Brian!

—Necesitarán más luz. —Giff acarició la cabeza de Lexy—. Si aquí no hago falta, bajaré para encender el generador.

—Quien ha hecho esto… —musitó Lexy al tiempo que le aferraba la mano— puede estar en cualquier parte.

—Quédate aquí —dijo Giff—. Es posible que Kirby necesite ayuda. —Se acercó a la cama, se inclinó para mirar el rostro de Brian y susurró a Sam—: ¿Tienes un arma en la casa?

Sam tenía la vista clavada en el tubo que transfería su sangre al cuerpo de su hijo.

—En mi habitación, en el estante superior del armario. Hay una caja de metal. Saca el revólver y las balas. —Dirigió la mirada hacia Giff un instante—. Confío en que la usarás si es preciso.

Giff asintió y se volvió para dedicar una sonrisa a Lexy.

—Enseguida vuelvo.

—¿Hay otra linterna, más velas? —Kirby levantó los párpados de Brian y observó que tenía las pupilas dilatadas—. Si no cierro el orificio de salida, perderá más sangre de la que pueda transfundirle.

Kate se acercó con una linterna y enfocó la herida.

—No permitas que se nos vaya —pidió mientras contenía las lágrimas.

—No te preocupes, Kate; le salvaremos.

—No le perderemos, Kate —intervino Sam al tiempo que la cogía de la mano.

—Tal vez Giff no sepa poner en marcha el generador —dijo Jo—. Bajaré para buscar más linternas.

—Te acompañaré.

—No, quédate aquí. Tal vez Kirby te necesite. Papá no puede ayudar y dudo que Kate consiga aguantar más tiempo. Vuelvo enseguida. —Le apretó el hombro en un gesto afectuoso.

Cogió una linterna y salió con sigilo. Tenía que hacer algo, cualquier cosa, para contener su preocupación por Brian, por Nathan, por todos.

¿Y si también habían disparado a Nathan y en esos momentos se desangraba tendido en el barro? No podía hacer nada por ayudarle. Pero ¿cómo podía permanecer de brazos cruzados?

Sin duda se ha refugiado en alguna parte, trató de convencerse mientras bajaba a toda prisa por la escalera. Cuando la tormenta amaine vendrá y trasladaremos a Brian a un hospital.

Se sobresaltó al oír el estrépito de vidrios rotos. Al cabo de unos segundos observó que una rama de árbol había quebrado el tablón que cubría la ventana, y la lluvia entraba por la abertura a raudales.

Sostuvo la linterna en alto. Tendría que encontrar a Giff para que reparara el daño.

Cuando dio media vuelta, él estaba allí.

—Qué bien —dijo Kyle mientras se acercaba—. Estaba a punto de subir a buscarte. No grites. —Blandió el arma—. Mataré a quien baje para averiguar qué sucede. —Esbozó una sonrisa—. ¿Cómo se encuentra tu hermano?

—Se aferra a la vida. —Bajó la linterna para que las sombras fueran más profundas. El agua que se colaba por la madera rajada le salpicaba la cara—. Hacía mucho que no te veíamos, Kyle.

—No tanto. Además, desde hace meses me mantengo en estrecho contacto contigo. ¿Te gusta mi obra?

—Es… buena.

—¡Zorra! —masculló con rabia antes de encogerse de hombros—. Debes ser sincera conmigo. Supongo que valoras la creatividad de la última fotografía, mezcla de lo antiguo y lo actual. Es uno de mis mejores trabajos.

—No negaré que se trata de un buen montaje. ¿Dónde está Nathan, Kyle?

—Sospecho que donde lo dejé. —Con la rapidez de una serpiente la agarró del pelo—. Por una vez en la vida no me importará conformarme con las sobras de mi hermano mayor. En mi opinión, se mostró excesivamente… tierno. Yo soy mucho mejor que él, en todos los sentidos. Siempre lo he sido.

—¿Dónde está?

—¿Quieres verlo? Te llevaré con él. Ven, vamos a dar un paseo.

—¿Con este temporal? —Jo fingió resistirse mientras él la empujaba hacia la puerta. Debía conseguir que se alejara de Sanctuary—. Debes de estar loco para querer salir con este huracán.

—Soy muy fuerte, querida Jo, poderoso. —La besó en la sien—. No te preocupes, no permitiré que te suceda nada hasta que todo sea perfecto. Lo tengo todo planeado. Abre la puerta.

Las luces se encendieron de pronto. Jo aprovechó para descargar la linterna sobre él e intentó golpearlo en la entrepierna, pero sólo consiguió propinarle un rodillazo en el muslo. Aun así Kyle lanzó un gruñido de sorpresa y dolor y aflojó la mano con que le agarraba el pelo. Jo se alejó y abrió la puerta principal para salir al fragor de la tormenta.

—Si me quieres, hijo de puta, tendrás que venir a buscarme.

Jo avanzó en medio del vendaval con la intención de alejar al desaprensivo de Sanctuary.

La oscuridad y la lluvia se los tragaron.

Apenas un minuto después Giff subió del sótano. Advirtió la violencia del viento en el interior y de inmediato se dirigió al vestíbulo. La puerta principal estaba abierta de par en par, de modo que la lluvia se colaba a raudales. Sacó el arma que se había introducido en el cinturón de los tejanos, retiró el seguro y avanzó. El dedo que descansaba sobre el gatillo tembló, y estuvo a punto de disparar en el momento en que Nathan apareció en el umbral.

—¡Jo Ellen! ¿Dónde estás?

—¿Qué te ha sucedido? —Decidido a no correr ningún riesgo, Giff se aproximó sin dejar de apuntarle.

—He venido para… mi hermano… —Cayó de rodillas y se pasó la mano por la herida de la frente. Estaba aturdido—. Fue mi hermano.

—Dijiste que estaba muerto.

—No; no ha muerto. —Nathan meneó la cabeza y clavó la vista en el arma—. ¿Dónde está Jo?

—Está a salvo. Alguien disparó a Brian.

—¡Oh, Dios mío! ¿Está muerto?

—Kirby lo está atendiendo. Cierra la puerta, Nathan, y mantén las manos donde yo pueda verlas.

—¡Maldita sea! —Al oír un grito, las palpitaciones de las sienes y el dolor desaparecieron—. ¡Está fuera!

—Si te mueves, te dispararé.

—La matará si no se lo impedimos. No permitiré que vuelva a suceder. ¡Por el amor de Dios, Giff, ayúdame a localizarla antes de que ese loco la encuentre!

Debía decidir entre el instinto y la precaución. Rezó para hacer lo correcto y le tendió el arma.

—La encontraremos. Es tu hermano. Haz lo que consideres oportuno.

Jo contuvo un grito cuando una gruesa rama se desplomó a sus pies. La oscuridad era total, y el viento ululaba de forma atronadora. Las hojas de los árboles le golpeaban la cara como balas mientras avanzaba trastabillando.

Se dejó caer de rodillas y rodeó con los brazo un tronco. Estaba convencida de que el huracán la destrozaría. Había conseguido huir de él, pero ahora estaba perdida. El bosque temblaba con violencia mientras gotas de lluvia caían como cuchillos.

Debía regresar a casa antes de que él abandonara la búsqueda. Si volvía antes que ella, mataría a todos; sin duda ya había asesinado a Nathan. Comenzó a arrastrarse entre sollozos. Las manos se le hundían en el barro mientras avanzaba trabajosamente.

En Sanctuary, Kirby retiró el tubo que trasfundía sangre al cuerpo de Brian. No podía arriesgarse a extraer más a Sam hasta que hubiera descansado.

—A Sam le conviene beber líquidos. Lo mejor son los zumos, pues la fruta tiene proteínas —dijo con tono cansino mientras se estiraba antes de inclinarse para tomar el pulso de Brian. Le miró la cara y percibió un leve aleteo en sus pestañas—. Comienza a recuperar la consciencia. Abre los ojos, Brian. Vuelve, Brian.

—¿Está bien? ¿Se salvará? —preguntó Lexy al tiempo que se acercaba.

—El pulso es más regular. Pásame el tensiómetro. Brian, abre los ojos. ¡Así me gusta! —Observó con alivio cómo levantaba los párpados y trataba de enfocar la vista—. Estate tranquilo. No debes moverte. ¿Me ves?

—Sí. —El dolor en el pecho era insoportable. Le pareció oír que alguien sollozaba.

—Muy bien. —Reprimió el temblor de la mano para iluminarle los ojos con una linterna—. Procura estarte quieto. Debo examinarte.

—¿Qué sucedió?

—Te hirieron. —Incapaz de contener los sollozos, Kate le tomó la mano y apoyó la mejilla contra la de Brian—. Kirby te salvará.

—Todo es confuso —balbuceó mientras movía la cabeza sin cesar. Vio la cara pálida y extenuada de su padre—. Me duele mucho —dijo y observó con sorpresa que Sam se cubría la cara con las manos y rompía a llorar—. ¿Qué diablos ocurre? —Kirby lo obligó a permanecer tendido.

—Te he dicho que te estés quieto. No permitiré que estropees todo mi trabajo. Dentro de un minuto te daré algo que te calmará el dolor. La presión arterial ha subido.

—¿Puedo beber un poco de agua? Tengo la sensación de haber estado… —Se interrumpió al recordar lo sucedido; la figura en el camino, el destello del arma y la explosión en su pecho—. Me disparó. Me pegó un tiro.

—Kirby y Giff te encontraron —explicó Lexy mientras le cogía la otra mano— y te trajeron a casa. Kirby te ha salvado la vida.

—Fue Kyle. Kyle Delaney. —Las punzadas le impedían respirar—. Lo reconocí… sus ojos. Lo había visto antes, pero entonces llevaba gafas de sol. Fue… el día que me corté la mano. Kyle estaba en el consultorio contigo, Kirby.

—¿El artista? —preguntó ella mientras se inclinaba para ponerle una inyección.

—Era Kyle Delaney. Ha estado aquí, en la isla todo el tiempo.

—¡Quédate quieto! Sostenlo, Lexy. ¡Maldita sea! Empezarás a sangrar otra vez. Ayúdame, Kate, porque se lastimará antes de que el sedante surta efecto.

Kate cogió de los hombros a Brian para inmovilizarlo y miró alrededor.

—¿Dónde está Jo? ¿Dónde está Jo Ellen? —preguntó con terror.

Perdida, perdida en la oscuridad medio muerta de frío. Se preguntó si el viento había amainado o si ya se había acostumbrado a sus embates. Imaginó que se ponía en pie y corría. Quería reunir las fuerzas necesarias para conseguirlo, pero estaba demasiado débil y cansado, de modo que avanzaba arrastrándose por el barro.

Había perdido el sentido de la orientación y temió dirigirse por error hacia el río y morir ahogada en sus aguas. Con todo, se negaba a detenerse; debía llegar a su casa.

Y le consolaba pensar que su perseguidor también se había extraviado. Otro árbol se desplomó a sus espaldas con tal fuerza que el suelo se estremeció. Creyó oír una voz que pronunciaba su nombre, pero el viento se la llevó. Tal vez era él, pensó mientras le castañeteaban los dientes. Ese loco llamaría con la esperanza de que delatara su paradero y después la mataría como a los demás; como su padre había asesinado a Annabelle.

Y estaba tan extenuada que no habría opuesto resistencia, pero su deseo de que él muriera le infundía fuerzas.

Por mamá, pensó; y también por Ginny y Susan Peters. Apretó los dientes. Y por Nathan.

Vislumbró la luz, en estrecho haz, y se ovilló detrás de un árbol. El resplandor se mantenía inmóvil, no temblaba como hubiera hecho si procediera de una linterna en manos de un hombre.

Es Sanctuary, comprendió al tiempo que se tapaba la boca con una mano manchada de barro para contener un sollozo. El haz se colaba por la ventana rota de la sala de estar. Reunió todas sus fuerzas y se puso en pie. Permaneció apoyada contra el árbol hasta que desapareció el mareo antes de echar a andar guiada por la luz.

Cuando llegó a la linde del bosque comenzó a correr.

—Sabía que volverías. —Kyle se interpuso en su campo y le colocó el cañón del arma contra la garganta—. Te he estudiado durante tanto tiempo que te adivino el pensamiento.

Jo dio rienda suelta a las lágrimas.

—¿Por qué actúas así? ¿No te parece bastante lo que hizo tu padre?

—Sabes bien que nunca me valoró. No valía tanto como él, y por supuesto me consideraba inferior al maravilloso Nathan. Sin embargo, yo sólo necesitaba un golpe de inspiración para superarme. —Sonrió mientras la lluvia le caía por la cara y el viento le agitaba el cabello—. Tenemos que limpiarte un poco. No supone ningún problema. Iremos al campamento, a las duchas de los hombres, ¿lo recuerdas?

—Sí, lo recuerdo.

—Me encantan las bromas pesadas. Solía gastárselas a Nathan, pero ni siquiera se enteraba. ¡Oh! ¿El gatito se ha escapado? No; no se ha escapado, sino que ha decidido darse un baño en el río, metido en una bolsa de plástico. Nathan ¿cómo se te ocurrió colocar el libro sobre los agujeros del frasco de las luciérnagas? —Kyle lanzó una carcajada y negó con la cabeza—. Le volvía loco con mis travesuras… —Movió el arma—. El todoterreno está al final del sendero. Tendremos que andar hasta allí.

—Le odias.

—¡Por supuesto! —Le tiró de la mano para obligarla a caminar—. Era el preferido de papá. Sin embargo mi padre no era el hombre que nosotros creíamos. Descubrirlo me abrió los ojos… el secreto de David Delaney. Si él fue capaz, yo también, porque soy mejor que él. Tú serás mi obra maestra, Jo Ellen, como Annabelle fue la suya. Y en este caso también culparán a Nathan, lo que me satisface muchísimo. Si logra sobrevivir, lo encerrarán.

Jo tropezó y recuperó el equilibrio.

—¿Está vivo?

—Es posible. Cuando lo interroguen, acusará a su hermano muerto, y tarde o temprano registrarán su cabaña. Me tomé la molestia de dejar allí algunas fotografías; lo malo es que no podré incluir ninguna tuya.

Tal vez esté con vida pensó Jo, y yo debo luchar para conservar la mía. Se volvió y se echó hacia atrás el pelo empapado. En ese instante comprendió que no se equivocaba, lo peor de la tormenta ya había pasado. Lucharía contra Carla y contra Kyle.

—El problema, Kyle, estriba en que tu padre era un fotógrafo excelente, aunque quizá su estilo era un tanto conservador. En cambio tú eres un fotógrafo de tercera. No dominas la composición ni los juegos de luces y sombras.

Cuando él hizo ademán de abofetearla, Jo ya estaba preparada. Se agachó y le clavó la cabeza en el cuerpo. Kyle perdió el equilibrio y cayó de rodillas. Ella le aferró la muñeca y trató de arrebatarle el arma, pero él le rodeó las piernas con el otro brazo y la derribó.

—¡Hija de puta! No pienso oír tus insultos. ¿Crees que permitiré que estropees mi obra después de todo el trabajo que me he tomado?

Tendió la mano para agarrarla del pelo pero sólo apresó agua de lluvia. Ella se retorcía para apoderarse del arma mientras las caracolas se le clavaban en las palmas.

Observó que el hombre empuñaba la pistola.

—Kyle.

Al oír su nombre, se volvió hacia la derecha.

—¡Nathan! —Su sonrisa se agrandó mientras comenzaba a manar sangre de la herida que Jo le había provocado en el brazo—. Qué interesante. Sé que no lo usarás —añadió al tiempo que señalaba con la cabeza el revólver con que Nathan le apuntaba—. No tienes coraje para matar.

—Baja el arma, Kyle. Todo ha terminado.

—Te equivocas. Nuestro padre lo empezó, y yo lo terminaré. —Se puso en pie con lentitud—. Lo terminaré, Nathan, y de una forma que él nunca hubiera imaginado. Mi momento decisivo, mi triunfo. Él se limitó a plantar las semillas; yo cosecho lo que él sembró. —Avanzó un paso sin dejar de sonreír—. Lo cosecho, Nathan. Piensa en cómo se enorgullecería al ver lo que he logrado imitando sus métodos, aunque perfeccionándolos.

—Sí. —A pesar del frío, Nathan comenzó a sudar—. Lo has superado, Kyle.

—Ya era hora de que lo admitieras. —Kyle inclinó la cabeza—. Esto es lo que yo llamaría un final al estilo mejicano. ¿Quién disparará primero? —Lanzó una risita aguda que penetró en el cerebro de Nathan—. Como eres un cobarde, conozco bien la respuesta. ¿Qué te parece si modifico el juego, si cambio las reglas, como solía hacer de pequeño, y la mato antes a ella?

Cuando volvió el arma hacia Jo, Nathan apretó el gatillo. Kyle saltó hacia atrás, con la boca abierta, mientras se apretaba el pecho con una mano que retiró cubierta de sangre.

—¡Me has matado! ¡Me has matado por una mujer!

Nathan bajó el revólver al ver que Kyle se derrumbaba.

—Ya estabas muerto —murmuró. Se acercó a Jo y la ayudó a ponerse en pie. Acto seguido la rodeó con los brazos—. Ya estaba muerto.

—Estamos a salvo. —Apretó la cara contra el hombro de Nathan y lo estrechó—. Por fin estamos a salvo.

Giff se acercó por el camino embarrado. Su semblante se endureció al ver la figura caída en el suelo y miró a Nathan.

—Llévala a casa.

Jo y Nathan se encaminaron hacia Sanctuary mientras el huracán perdía intensidad.