EPÍLOGO

Transcurridos diez días desde mi visita al Tío Matías, una puta presentó denuncia en comisaría contra Manuel por maltrato físico y lesiones. Tenía un ojo amoratado y un corte poco profundo en el pómulo, posiblemente debido al impacto de un puño adornado con un anillo grueso. También tenía diversas contusiones en la zona de las costillas y lumbar. Una paliza en toda regla, por lo visto.

La puta pertenecía a la cuadra del Tío Matías, y esas no acostumbran a presentar denuncia alguna contra un integrante del clan del Tío, especialmente si el sujeto en cuestión es Manuel.

Pero esta lo hizo.

Manuel ingresó en prisión, lo que tampoco era demasiado previsible, pero en algunas ocasiones los jueces aplican con todo rigor el espíritu de la ley. Esa fue una de las ocasiones.

A los cuatro días de la estancia de Manuel en la cárcel, de madrugada, un funcionario halló los cuerpos de Zipi y Zape en las duchas de la prisión. Estaban atados de pies y manos, amordazados, les habían violado repetidamente y cosido a navajazos.

Me cuentan que la puta que presentó denuncia normalmente hacía la calle, concretamente paseando por la calle San Rafael, entre Robadors y calle de la Cadena. Ahora está en un piso, también ejerce de puta, pero en todos los órdenes de la vida hay categorías. Y en el oficio más viejo del mundo, las categorías son importantes.

Manuel salió de la cárcel a los dos meses.

Acerca de los asesinos de Zipi y Zape, nadie fue capaz de aportar el más mínimo dato; los internos, cuando alguien les preguntaba por aquella pareja, movían la cabeza negativamente con expresión absorta. El caso fue archivado casi de inmediato.

De nuevo ofrecí a García trabajar conmigo, su respuesta fue:

—Humphrey, listillo, normalmente me divierto más en una partida de dominó con los jubilados de Ripollet que trabajando contigo. Pero, como tú dijiste un día, te salvé la vida en cierta ocasión y eso me hace responsable de ti, así que si te ves perdido, llámame. Ya veremos.

Billy Ray anda en lo de crear una multinacional a partir de nuestra agencia, el otro día dijo no sé qué idioteces acerca de cotizar en bolsa. Prácticamente ni le escucho, aunque me temo que cualquier día podemos acabar los dos en la cárcel. Espero que Mercedes nos traiga bocadillos, aunque si se atreve a entrar con uno de sus modelitos la van a violar hasta los encargados del escáner.

El maletín del Tío Matías con más de 12 000 euros ha ido a parar a diversas organizaciones benéficas, una pequeña parte a una cuenta corriente a mi nombre que tengo en La Caixa. No me gustaba el olor de aquel dinero, pero me lo merecía aunque solo fuese por el susto que pasé en mi última visita al Tío Matías; además, el capullo de Sebastián Pérez me hizo firmar un recibo por los 6000 euros que me pagó, e incluyó el IVA, por tanto necesitaré desgravar, eso influyó en lo de las obras benéficas.

Me he cambiado el coche, mi nuevo automóvil es un moderno y elegante Toyota de aspecto deportivo, discúlpenme si no les doy más detalles de la transacción, me entristece. Sé que es una tontería, pero soy muy sensible.

He ido a tomar una copa con el comisario Jareño. Me aseguró que el Ama Kalima se ha casado, de blanco y en la catedral. Lógicamente, no me lo creí.

Aunque de más verdes han madurado.

El diletante se ha mudado. Amadeo se ha quedado con las ganas de romperle los morros, por marrano. Según qué cosas, con los niños no se hacen.

Iris volvió a la casa okupada tras un par de días en una residencia para señoritas, parece que le ha entrado la vena intelectual, ya que me comentó que estaba casi segura de enrollarse con Brutus. Nunca he escuchado a Brutus interpretar el Himno de Riego a la bandurria, pero no tengo la más mínima duda de que el dúo puede resultar espectacular. El Frisky planeaba un viaje iniciático a la India; tal vez a resultas de nuestra conversación reconsideró los méritos de Gandhi. Pero no parece tener prisa.

Me preocupa Mercedes, parece que el no sentarla en mis rodillas, como hacen los detectives en las películas americanas, para deleitarla con el relato de alguna de mis aventuras le hace dudar de que su capacidad de seducción siga intacta, y se esfuerza en vestirse con atuendos cada vez más imaginativos, lo que cualquier día puede provocar que vuelva a la actividad el Santo Oficio. Me gustaría ver el aspecto de mi socio Billy Ray tocado con capirote.

Santiago Antones vuelve a pasar una de sus temporadas de reposo en la cárcel Modelo de Barcelona. Desconozco los motivos que en esta ocasión le han llevado a visitar tan honorable institución, aunque me aseguran que los motivos nada tienen que ver con el chantaje a la familia Pérez.

Magda Sucarrats no para de llamarme, quiere que me ocupe de controlar a Alicia. Tendré que hacerlo. Mañana la llamaré y le pediré que me cuente acerca de su vida. Ella ya sabe de qué va y colabora, salimos ganando los dos.

En ocasiones pienso con verdadera fruición en Pepa, en momentos de soledad casi puedo escuchar sus jadeos; dudo sin embargo que ella piense en mí a pesar de lo plástico que debí de resultar pateando a Santiago. Una pena.

¿Me olvido de alguien? Mediahostia. ¡Qué cabeza la mía! ¿Quieren que les cuente una anécdota del tipo? Le descubrí una habilidad que desconocía en él: se podría ganar la vida imitando acentos.

Hace unos días pasó por la Agencia a visitarnos. Mercedes lucía una especie de malla color amarillo pesadilla que dejaba al descubierto una parte importante de sus hipertrofiadas glándulas mamarias; remataba la faena con una minifalda asesina de tejido elástico. Me avisó a través del teléfono que tenía la visita de Enrique Vallés. Tardé un par de minutos en salir, cuando lo hice me encontré con la siguiente escena: Mediahostia, empleando un perfecto acento de arrabal rioplatense, sus manos sosteniendo delicadamente una de las manos de Mercedes, sus ojos prendidos de su mirada, le decía:

Che, bacana. ¿Qué querés de mí? ¿Qué me hacés?

Una tempestad sin viento.

Un incendio sin resplandor, es mi vida.

Por tus ojos, mina.

Luego se inclinó para besar la mano de Mercedes, y en el último momento, sin permitir que sus labios rozasen la mano, levantó la cabeza y sopló el beso en dirección a los labios de Mercedes. El suspiro de mi secretaria estuvo a punto de provocar el hundimiento de la Golondrina, allí abajo en el cercano rompeolas. Temí una inundación en la oficina y me llevé a Enrique Vallés a mi despacho. Al día siguiente, una Mercedes con la mirada perdida en quién sabe qué cuento de hadas me dijo:

—Qué señor más fino y romántico Enrique, ¿verdad?

¿Y al respecto de Adela?

Ya, ¿les pregunto yo a ustedes por su vida sexual?

Y ahora que lo pienso, resulta que sí que tengo algo más para contarles, claro que todo puede ser fruto de la casualidad y solo mi falta de respeto hacia las instituciones y partidos políticos me haga pensar que tiene una explicación con aroma a podrido. Les cuento: ¿recuerdan al abogado de oficio, el que no quería hacerse cargo del caso y luego rectificó declarando que sus defendidos merecían el respeto de la ley?

Le acaban de fichar, con un excelente sueldo, en la agencia de abogados con mala memoria, la que primero declaró estar dispuesta a defender a Zipi y Zape y luego afirmó no conocerlos. Todos sabemos que los partidos son gente que se basan en la seriedad y que jamás apoyarían actos incívicos y grupos violentos.

Pero ¡joder!, es que lo parece en tantas ocasiones que al final uno ya no se fía ni del Dalai Lama.