Sin moverse, la criatura me alargaba su mano.
En ella había semillas. Como alubias grandes, de color rojo y con puntos negros en el extremo.
¿Qué debía hacer yo con ellas?
Sentí borrosamente que sobre mí recaía una enorme responsabilidad —una responsabilidad que superaba todo lo terreno— si no hacía ahora lo correcto.
Presentí que en alguna parte, en el reino de las causas, había dos platillos de balanza cargados cada uno de ellos con el peso de la mitad del mundo… y que en cualquiera que echara una mota de polvo, se caería al suelo.
¡Esa era la acechanza que me rodeaba!
GUSTAV MEYRINK, El Golem
¿Por qué reconforta tanto velar el sueño de otro? Todos —¿no es cierto?— queremos criaturas durmiendo en nuestros hogares mientras vamos de un lado a otro apagando las luces.
DAVE EGGERS, Silencio
No existe eso que llaman la Sociedad.
MARGARET THATCHER