Tres días
El telón de fondo era el típico en una noticia televisada de corte religioso: el ornamentado Duomo de Milán, un abigarrado bosque de agujas y pináculos alzándose contra el cielo pálido.
El corresponsal de RAINEWS 24 OKM, Moreno Stasi, se acicaló cuidadosamente ante el espejo que sostenía su realizadora, Daniela Persano. Era finales de marzo pero hacía una temperatura impropia de la época. Había elegido una chaqueta demasiado abrigada. Estaba sudando y de mal humor.
Echó un vistazo alrededor y contempló cómo los turistas de la plaza miraban embobados a la cámara.
—Que no se metan en el plano, por favor —gruñó.
—No te preocupes —respondió la realizadora. Llevaban trabajando años juntos y conocía bien su carácter.
Ya habían grabado suficientes entrevistas con vecinos y turistas. Para completar la noticia solo necesitaban el telón de fondo y un cierre.
—Cuando quieras —anunció Persano.
El reportero agarró con decisión el micrófono, clavó la mirada en el objetivo y comenzó a hablar cuando el cámara se lo indicó.
—Les habla Moreno Stasi desde Milán para saber qué piensan sus ciudadanos sobre la crisis que ha puesto patas arriba la ciudad, el país y gran parte del mundo. Y no hay mejor lugar para ello que el antiguo Duomo, símbolo religioso y cultural, al que muchos acuden a rezar, a reflexionar, a debatir sobre la agitación reinante y el cataclismo que se cierne sobre todos nosotros. —Se detuvo—. ¿Está bien? ¿Demasiado melodramático?
—No, está bien —aseguró Persano, tratando de mostrarse positiva—. Continúa.
Stasi se aclaró la garganta.
—El reloj, ese reloj de internet del que todo el mundo está pendiente, avanza en su cuenta atrás. Quedan solo tres días. ¿Qué ocurrirá entonces? Eso es lo que todo el mundo quiere saber. Hoy hemos preguntado a los milaneses si han probado la Apoteosis o si conocen a algún amigo o ser querido que la haya tomado. Y también hemos querido saber qué creen que ocurrirá el último día.
El corresponsal bajó el micrófono y se lo pasó a Persano.
—Un momento, por favor. —Encendió un cigarro y dio unas cuantas caladas, lo apagó contra la suela del zapato y lo dejó en el suelo, junto al pie—. Muy bien, vamos con el cierre.
—Preparados —anunció de nuevo Persano.
Stasi se humedeció los labios y recuperó el gesto anterior a la interrupción.
—Así pues, en las inmediaciones del gran templo milanés hemos entrevistado a personas con miedo, personas esperanzadas y a otras que simplemente no salen de su asombro. Nadie sabe qué pasará el domingo por la tarde, pero algo es seguro: muchos asistirán a misa y rezarán a Dios esa mañana. Porque jamás en nuestra historia reciente ha sido Dios tan importante. Moreno Stasi, Milán.
—Muy bien —dijo Stasi mientras encendía de nuevo el cigarro—. Mandadlo a Antonio para que lo edite.
—¿A Antonio? —preguntó la realizadora, sorprendida.
—¿Qué ocurre?
—Pensé que lo sabías.
Stasi negó con la cabeza, repentinamente atemorizado.
—Antonio se suicidó anoche.
Stasi dio una profunda calada.
—Santo Dios, otro más no.