JOHN EL TRAVIESO

Evie siguió a Will hasta el interior del museo sin dejar de hablar a toda velocidad pese al martilleo que sentía en la cabeza.

—Oí esa canción con la hebilla de Ruta Badowski, y hoy otra vez con el anillo de Eugene Meriwether.

—¿No te pedí específicamente que no hicieras eso…?

—¿Y si hay algún tipo de conexión que se nos ha escapado? ¿Y si nuestro asesino está siguiendo los patrones de ese tal John el Travieso?

—Estás basando tu asunción en una canción…

—¡Una canción que sabemos que está relacionada con un asesino!

—Es una intuición bastante cuestionable como para seguirla…

Jericho y Sam observaban el desarrollo de la escena como si fuese un partido de tenis que se hubiera torcido.

—¿De qué va esto? —quiso saber Jericho al mismo tiempo que Sam le preguntaba a Evie:

—¿Por qué has tocado el anillo de un hombre muerto?

Will y Evie los ignoraron y continuaron discutiendo.

—¿Tocarías el anillo de un hombre muerto? —le preguntó Sam a Jericho, que se encogió de hombros.

—Tío, es la única pista que tenemos —aseguró Evie.

—Muy bien —concedió Will—. Si estás convencida de ello…

—Lo estoy.

—Entonces podrías hacer lo que hacen los eruditos cuando se apasionan por un tema.

—¿Qué?

—Visitar la biblioteca —contestó Will—. La Biblioteca Pública de Nueva York debería tener lo que necesitas saber respecto al tal John Hobbes.

—Entonces eso haré.

Evie colgó el sombrero y el pañuelo en la garra gigante del oso disecado.

—Lo que ya sabemos con certeza es que el asesino está siguiendo el Libro de los Hermanos —comentó Will—. El Templo de Salomón: los francmasones también se refieren a sus logias como templos, y se consideran descendientes del rey Salomón.

—Acertamos con la idea, pero nos equivocamos con el lugar —señaló Sam—. ¿Cuál es la siguiente ofrenda? —preguntó.

Jericho pasó a la página siguiente del Libro de los Hermanos.

—«La octava ofrenda, la Veneración del Heraldo Angélico» —leyó. Inmediatamente, comenzó a sugerir posibilidades—: Ángeles…, una iglesia, un sacerdote o una monja, alguien llamado Ángel o Angélica. Un heraldo…, algún tipo de mensajero…, cartero, locutor de radio, reportero, músico…

—Reportero —repitió Evie, y se frotó las sienes.

—¿Qué ocurre? —le preguntó su tío.

—No es más que un dolor de cabeza.

—¿Dolor de cabeza? ¿Desde cuándo te duele?

—Es solo una pequeña molestia. Mi madre dice que es porque necesito lupas… eh… gafas, pero soy demasiado presumida para llevarlas. Ya le he dicho que veo perfectamente. En serio, un par de aspirinas y estaré como nueva.

Jericho le preparó a Evie un par de aspirinas y un vaso de agua.

—Tío, ¿por qué me miras así? —preguntó la muchacha.

Will había estado observándola con el ceño fruncido. De pronto, fingió estar ocupado con una inútil limpieza de su escritorio.

—Tómate las aspirinas —fue toda su respuesta.