PRÓLOGO:

a Rauber, de Schiller. En el Teatro Sueco,

10 de noviembre de 1909

Hoy, hace ya cincuenta años

El día de Martín Lutero[279],

El ruiseñor de Wittemberg llamado,

En la tierra de Suavia, junto al Neckar,

Un cisne vio la luz del día,

Un cisne nato en época de gansos,

Cuando Alemania dormitaba toda

Con sus famosos «treinta y seis monarcas»[280],

Entre coletas[281], campos de maniobras,

Desfiles e intrigüelas;

Bueno, decía que en Suavia nació un cisne

Que no esperó a cantar su último día;

Pues a cantar corrió desde el primero:

Canto de águila fue, que no de cisne.

Cantó en gansera jaula, más dorada,

Y alimentáronle ducales manos[282].

La jaula abrióse un día y él voló

Y hubo entonces graznidos, líos, escándalo,

Más «Die Räuber» salvóse. Aunque fue a golpes,

El chico imberbe mando recibió

Y grado en la legión «Sturm und Drang»[283].

*

Instante es éste en que Alemania,

Desde el Rin hasta el Wechsel,

Del Eider al Danubio,

Se apresta a festejar a Friedrich Schiller,

Y con ella nosotros,

Pues él temprana primavera ha sido,

Y en sueco a nuestros jóvenes ha hablado[284],

Y a nuestros padres;

Desde Rauber y Fiesko,

Kabal und Liebe y Don Carlos,

Maria Stuart y de Orleáns la virgen,

Y Wallenstein y Wilhelm Tell, en fin,

Nosotros, viejos, de él sapiencia hubimos

Y aún recuerdos guardamos

De los días de Dahlqvist y de Hawasser[285].

*

Llegaron otros tiempos,

Y llegó otro Sturm und Drang

Y viejísimo ya era el viejo Schiller,

Y al desván fue con ropa vieja y trastos,

Ya sin pólvora nueva que prender,

Rota su enseña y mudos sus tambores.

Iba entonces la gente al Arsenal

En busca de armas viejas, ya sin uso.

Nuestro último recurso. ¡Ea!, ¡a las armas!,

¡Todos al campo, la oriflama en alto!

Del Museo del Ejército

«Die Räuber» pendón era todavía.

Y ahora lo vuelve a ser, seralo siempre,

Una oriflama, un «Dannebrog», del cielo

Llovida[286], mas de infierno sus colores

Llegados, y si rojo es, pues paciencia;

¡Mas rojo al menos es de la Cruz Roja!

¡Blanco es su fondo, y eso no se olvide!

¡Conocemos el lema!, ¡es de Karl Moor!:

¡Justicia!, sí, ¡pero también piedad![287]

Y ahora que el telón suba;

Sé bien que los actores tienen miedo.

¿Del Neckar aún fermenta añejo vino?,

No, ya perdió su aroma en los toneles,

Y trasvasado ahora a nuevas frascas

Quizás sepa distinto.

¿Pero, quién sabe, lo que ha sido joven

Quizás mejorar pueda con el tiempo,

El color vivo con los años cede

Cual bronce reluciente cobra pátina.

El pobre Schiller canecer no pudo

Pues murió antes de mediar su siglo[288],

Más pudo ver cuán justa era su prédica:

Karl Moor estaba allí y encender hizo

La Bastilla, mas no la catedral[289].

Esto fue Schiller: lo ínfimo y lo bajo

No desbaratar nunca recatóse;

¡Burgos y urbes sus ladrones vuelan

Mas no lo que aún palpita en esperanza!