HOJAS DE UN ROSARIO DE SONETOS:

«DE ESTOCOLMO A COPENHAGUE»[160]

engarzados por Hárved Ulf

Stegeborg[161]

Su cabellera gris levanta Stégeborg

Muy retadora contra el cielo gris,

Por las saeteras de la torre atruenan

Tormentas salmodiando misa lúgubre.

Otrora allí anhelaron tristes damas

La vuelta de sus bravos caballeros

Y allí el príncipe Magnus huyó un día

Tras el hacha que el crimen de su padre[162]

Le afilaba. También bellas canciones

Allí sonaron y jocundas danzas

Cuando era de Adolf Johan ducal sede[163].

Grandezas que ahora esconde noche obscura

Y que el viajero indiferente mira

O hace de ellas un croquis en su álbum.

Ulfasa[164]

Se alza un viejo castillo junto al Boren[165]

De viejo estilo nórdico: sin fausto.

Entre álamos que, aislados, montan guardia.

El viajero, de espanto y pasmo, mira.

A tierra el viento dóblalos a veces

Más no alcanza a romperlos su energía,

Pues de antiguo aman esta bella tierra

Y el amor no se rompe aunque se curve.

¡Más, ved!, ¡entre los sauces, junto al agua,

Mirando el lago está una golondrina

Y en la manita apoya la cabeza![166]

Sigrid la bella sumida está en preces

En su mente del conde teme el odio[167].

¡No!, la lira ahora dejo a Frans… etcétera[168].

El Vättern[169]

«¡Leven anclas!», y, raudo, el vapor vuela

Del puerto, hendiendo del Vättern las ondas,

Que, suaves, mínimas, azules mécense,

Y el monstruo se reposa de sus luchas.

Ardiente, el sol lanzó su postrer dardo

Del claustro gris a los antiguos muros[170]

Y el reloj del castillo lueñe se oye[171]

Y, amable, sobre Omberg la luna ríe[172].

Al sur obscura línea se vislumbra,

Y Visingsö se atisba, donde otrora

Buscó el rey Magnus su senil reposo[173]

Y los villanos su ataúd lloraron

Los tiempos en que el rey su pastor fuera[174].

Pero, ¡chitón!, ¡chitón!, he aquí Karlsborg[175].

Kattegatt[176]

Nuestro piloto, audaz lobo marino,

Con dura vista otea el horizonte

Gris ceniza, galernas intuyendo,

Cuando el capitán grita: «¡Todo atado!».

Las doncellas al punto empalidecen

Y las olas se mecen como cisnes,

Nuestro velero apenas se abre paso

Y crujen por todo él jarcias y mástiles.

Cuando revienta el tiempo y todo es noche

Un faro a veces guiña con esfuerzo

Y todo hombre mortal en él se fija

Y lee la Biblia entre crujir de dientes

Mientras yo bajo a ver si duermo un poco

Pidiendo a Dios que hasta Öresund me guarde[177].

El Estrecho

El huracán, muy lejos, cede y muere,

Y de abajo a cubierta vuelven todos

Por ver de Själlands la boscosa orilla[178]

A la que suave brisa nos conduce.

De Helsingör la torre ya es visible,

De donde Dannebrog cordial nos llama

Y el viejo Kroneborg sus dientes muestra

Si corteses ante él no nos curvamos[179].

¡Qué aromas nos trae el viento de la orilla!,

¡Qué cosechas ondulan la llanura!,

Mas mil dones hay más que aún no vemos.

¿Me aguarda acaso alguna doncellita

En el islote amigo de Gefión?[180],

¡Cara patria, perdóname, soy joven!